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Tierra de Gracia: Maduro: presidente ilegal, secuestrador y torturador

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Abrazado a otros colegas dictadores, este asesino ha dado un autogolpe de Estado para seguir acosando a su pueblo y hurtarles la libertad. El presidente legal, Edmundo González Urrutia, ha dado la primera orden constitucional a las Fuerzas armadas: no cumplir órdenes de un falso comandante usurpador de la presidencia

Nicolás Maduro

Getty Images

 

¿Qué ha fallado en la estrategia de la oposición ganadora de las elecciones pasadas? Todo y nada. El que ha fallado es Maduro y su banda del narcoestado. Al autoproclamarse sin haber enseñado las actas ganadoras ha caído en la absoluta ilegalidad constitucional. El plan del único y verdadero presidente sigue en pie: cumplir el mandato popular del voto mayoritario que le hizo ganador con más de 7 millones de votos contra 3 millones de Maduro. EGU sigue firme en que asumirá la presidencia más pronto que tarde. ¿Lo conseguirá?

Era previsible lo que ocurrió el viernes 10 de enero. Maduro es el fiel títere del régimen cubano, su comisario político. Un personaje de ópera bufa que sigue al pie de la letra la letanía castro-comunista de todo el poder a los soviets, siempre y cuando hagan lo que el politburó ordene. Esa dictadura soviética en versión caribeña ha implantado en Venezuela su sistema de infamia, pobreza e ingeniería social. Una fecha que marca la degradación y señala a Maduro como la cabeza visible de un narcoestado obediente a La Habana. Ahora preparan una vuelta de tuerca: el Estado comunal. La revolución socialista del siglo XXI en versión totalitaria digital.

Esa tenaza ideológica se abrió el 28 de julio en las mesas de votación. Cuando muchos seguidores del régimen y sectores de los uniformados (policías y militares) votaron por EGU. Eso marcó la pista de que la base de sustentación del régimen estaba quebrada. Por primera vez era vencida la dictadura con el valor de un voto amplio, comprobadamente incuestionable, dando las pruebas de las actas de más de 80% de las mesas electorales. Esa aplastante derrota no ha sido suficiente para tumbar al régimen.

Maduro se burló y ordenó a sus departamentos fieles reconocerlo a él, como perdedor era el ganador. Unos artistas del engaño oficial. El resto de la historia es conocida. Represión, expulsión de EGU, María Corina Machado obligada a esconderse. Mujeres, hombres y menores secuestrados hasta hoy mismo. El régimen parece haber ganado, una vez más, sólo parece, pero como el cuento de Monterroso, el dinosaurio sigue ahí. Aunque para mí, y algunas de mis fuentes, falta el paso decisivo de la presión interna, porque la exterior es altisonante, valorada, pero poco eficaz en la práctica. Las sanciones económicas las escamotean los bolivarianos por los caminos verdes de sus socios extranjeros, los grandes: Turquía, Rusia, Irán, China, entre otros amigos menores.

Esa presión interna, sostenida y fuerte, está presente en la ciudadanía que se expresó por el voto, en la calle y en las redes sociales. Se echa en falta la militar-policial. Un rechazo, más decidido y valiente, al dictador y su banda. Se entiende que el miedo es libre. El estamento armado está vigilado estrechamente. El G-2 cubano sabe mucho, son expertos en vigilar y espiarse mutuamente. El que se mueve fuera del aparato va al calabozo de tortura. Ese es el único valor de Maduro: estar sentado sobre los cañones de sus 2.000 generales. Fueron hábiles en hacer creer que algunos uniformados estaban con EGU y MCM. Ninguno se ha rebelado públicamente.

Dada la realidad, hay que diseñar la siguiente táctica dentro de la estrategia que está planteada. Hay un único presidente, el que ganó legalmente. Maduro es un usurpador con el apoyo de los fusiles, de los trasnochados comunistas hispanoamericanos y españoles (allí se vio a Monedero) y de los negociantes europeos y estadounidenses. La comunidad internacional y sus instituciones saben quién ganó el proceso electoral y reconocen la jugarreta vil de Maduro y sus socios, pero se rascan la barriga desde sus cómodas democracias.

Es la hora de actuar, pues mientras pasan los días, los venezolanos de a pie siguen padeciendo hambre, enfermedades, secuestros y torturas del gobierno. La intervención humanitaria es imprescindible y urgente. El mundo democrático no puede permitir que un régimen como el que manda Maduro y la Cuba de Díaz-Canel sigan burlando las leyes internacionales impunemente. La violación de los derechos humanos en Venezuela y Cuba son una práctica diaria, de tan cotidiana se ha acoplado al paisaje social como si fuera permisible. Esa realidad inhumana no se puede permitir. Más altas torres han caído. Esta dictadura, enquistada en el oprobio, no debería ser la excepción.


Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.

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