OPINIÓN

Tierra de Gracia: Maduro diplomático

por Carlos Pérez-Ariza Carlos Pérez-Ariza

Si el régimen venezolano actúa con el resentimiento de los asesinos. Si se niega a aceptar la derrota electoral, desconociendo la voluntad de su pueblo. Y si eso parece ser lo que hacen los tiranos es que son una dictadura

En alocución enrabietada de Jorge Rodríguez, pide echar a España de la patria bolivariana. Su hermana, Delcy, de policía buena, cita a Repsol/Venezuela para ponerlo en su sitio. La opereta parece ser solo eso: una reacción a ser señalados como una dictadura por la ministra española de Defensa, Margarita Robles. Ésta se desmarcó de la línea oficial de su gobierno, cuando la representación parlamentaria socialista-comunista no votó apoyar reconocer a Edmundo González Urrutia como el nuevo presidente electo de Venezuela desde el pasado 28 de julio de 2024. La única ministra del Ejecutivo de Pedro Sánchez que ha calificado públicamente al régimen venezolano como lo que es: una dictadura. Después se ha agregado Josep Borrell desde la UE.

Aunque ha habido el consiguiente llamado a consultas de los embajadores de ambos países, la histérica representación de uno de los capitostes señeros de Maduro,

Jorge Rodríguez, no ha sido una actuación espontánea, sino dentro del guion que acostumbran los comunistas heridos en su esencia. Quejarse de la injerencia extranjera de la Madre Patria, que Bolívar echó hace 200 años, es el manido argumento de esa izquierda iberoamericana que milita bajo la bandera de la Leyenda Negra, pero que insulta en el mismo idioma que le dio España.

La contrarréplica se la da su hermana, en sintonía con él y dando la clave teatral para que el espectador comprenda cómo manejan el teatro estos delincuentes con sillas ministeriales. La escena es el nuevo despacho de Delcy (la chica de las nocturnas maletas de Barajas), ahora ministra también del Petróleo. Sienta al director de Repsol y hablan de llevarse bien. Que, en el caso de romper relaciones, su empresa puede contar con seguir allí explorando y produciendo gas y oro negro. La clave es que ella sabe cuánto le debe su Narco-Estado a Repsol, y que esa empresa está cobrando no en dólares, sino sólo en especies con el petróleo que Venezuela le envía a España. En resumen, Delcy ha podido decirle algo así: ‘No te vamos a pagar, sino dando petróleo a España a cuenta de la deuda y tú puedes seguir operando en nuestra Patria del socialismo del siglo XXI’. La diplomacia de los negocios aguanta todo.

Ese es el fondo del asunto: un acuerdo comercial. Repsol seguirá en su negocio, porque si lo echaran no cobraría jamás lo millones que le deben. Y el dinero es cobarde y se acopla a una dictadura con tal de no seguir perdiendo más petrodólares. Según publican diarios españoles, “España ha multiplicado por cuatro sus importaciones de petróleo venezolano”. Eso desde la guerra Rusia/Ucrania y con el visto bueno de EEUU. Repsol opera en Venezuela desde 1993, antes de Hugo Chávez. Trabaja en cuatro campos

Petroleros, tanto en exploración, fase vital para la expansión del negocio, como en la explotación de hidrocarburos y gas. Esa presencia técnica de Repsol le garantiza al régimen proveer de electricidad a buena parte del país. Ese detalle del suministro eléctrico y la importancia global del negocio, impiden que Delcy firme la salida de Repsol de su Patria chavista. El final de la opereta de los hermanos Rodríguez ha sido un buen montaje para dar aire a esa deuda y que España duerma tranquila asegurando el rico petróleo de la ex provincia que se llamó Capitanía General de Venezuela.

No obstante, dicho escenario, el régimen dictatorial da una nueva vuelta de tuerca para apretar la inquina con un Legislativo español, que ha reconocido a Edmundo y que se mueve para que el parlamento de la UE haga lo propio esta misma semana. Ha apresado a dos españoles espías del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) de España, y otros extranjeros de la CIA. Los acusan de estar implicados en un complot para atentar contra la cúpula del gobierno chavista. Tanto España como EEUU han negado estar en tal misión. Una acusación de alto calibre para argumentar más aún la injerencia española en sus asuntos internos. Si esta nueva escena sube la escalada hacia la ruptura diplomática, Repsol parece estar a resguardo bajo la nocturna mano de Delcy.


Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.