Hugo Chávez irrumpió en nuestras vidas de manera violenta. No era un líder político o un luchador social, era un militar con una ambición desproporcionada de poder. Su aparición fue accidental pues, estaba escondido en el museo histórico militar cuando sus cómplices se encontraban enfrentando a las fuerzas legítimas que protegían a un gobierno constitucional. Su irrupción es nuestras vidas fue una mala casualidad del destino pues no era el líder de la insurgencia y tampoco era un valiente.

La historia poco a poco ha dado la razón a muchos analistas del momento que denunciaban el peligro que representaba este hombre. Sin embargo, la sociedad plena, medios de comunicación, sectores organizados y pueblo se lanzó a las calles a pedir su liberación. ¿Qué podía hacer el presidente Caldera frente a este clamor? Dejar que los órganos competentes administraran la justicia que nunca llegó. La sangre de tantas víctimas de Chávez Frías quedó en las páginas de la historia escupida por la impunidad que reinó cuando fueron liberados los insurrectos.

Chávez ha pasado a la historia no como la imagen del héroe que se franquiciaba por América Latina pegado de las causas progresistas. Ha pasado como lo que fue, un militar golpista que dejó como legado la más sanguinaria dictadura que ha visto América Latina. El chavismo se levantó sobre los huesos del sistema de partidos democráticos que había regentado la vida pública nacional desde 1936. Aquel sistema populista de conciliación de élites, como lo definió el profesor Juan Carlos Rey, tenía serias fracturas que podemos identificar: 1-la económica evidenciada el 18 de febrero de 1983 con el llamado viernes negro, 2- la social que se manifestó el 27 de febrero de 1989 con el conocido Caracazo que generó la condena del Estado por violación de derechos humanos ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos y 3-la política, puesta de manifiesto con el alzamiento del grupo de militares el 4 de febrero de 1992, pero fue la fractura electoral la que propiciaría el cambio de actores en el mismo sistema populista que continuaría acrecentando los errores conocidos y transformando el modelo democrático en un autoritarismo competitivo bajo el eufemismo del «socialismo del siglo XXI”.

El saldo económico, social e institucional dejado nos dice que el gobierno de Chávez que concluyó con su muerte en 2012 fue uno de los regímenes más mediocre que ha tenido la historia de Venezuela, incluyendo los gobiernos ruralizados del siglo XIX y las dictaduras positivistas del siglo XX.

Sin embargo, lo nefasto que ha resultado el régimen de Maduro altamente cuestionado por su origen en 2014 e ilegitimado por la comunidad internacional desde 2018, ha eclipsado por sus perversiones la mediocridad de su predecesor. Hoy el chavismo podría compararse a los mejores momentos del Partido Comunista en los años ochenta. Si dejaran de oprimir a los funcionarios públicos y, no estuviesen en capacidad de comprar voluntades con las bolsas CLAP, el PSUV sería tierra arrasada.

Lo que molesta y saca de sus cabales al régimen en las pasadas elecciones primarias  llevadas a cabo por la oposición es que, a pesar de los intentos individuales por fraccionar una necesaria unidad, el voto de más de 2.500.000 venezolanos generó la unidad política con un rostro fresco, honesto, sincero y valiente que borra definitivamente aquel “por ahora”, del imaginario colectivo y se instala un “hasta el final”, que se constituye en su fantasma temido, en la suma de todos sus miedos. La oposición venezolana que, desde hace muchísimo es mayoría, ahora tiene una líder capaz de cumplir con su palabra, pues quienes conocen a María Corina Machado saben que «hasta el final» será la última frase que escuchen cuando el pueblo a fuerza de votos los desaloje de Miraflores, en el ejercicio de una democracia que quiere vivir y respirar por el poder de la Constitución que nos defiende y que anhela a un gobernante que cumpla con su palabra.

El resultado de las elecciones primarias no se hizo esperar. La rabia no los deja respirar y arremeten irracionalmente sin ningún fundamento penal sólido, contra los miembros de la Comisión Nacional de Primarias que, por cierto, demostraron de manera contundente, lo eficiente que puede ser la sociedad civil organizada para gestar su propia libertad. Sin embargo, la fiera está herida y puede matar. El irrespeto que se sembró desde Miraflores hacia todo el estamento institucional cuando un Fiscal llama bufón a sus colegas o ser burla de manera irrespetuosa del nombre de un profesional, dice de los últimos días de esta pesadilla llamada chavismo. ¿Si son tan demócratas y correctos, por qué no hacen unas primarias para que “Lacava” o “Ramírez” o cualquier otro psuvista compita contra Maduro, que les permita perder con dignidad? No. Eso es inaceptable en las élites corruptas y narcodependientes del chavismo

Está el ambiente una tendencia a irrespetar el Derecho Internacional, con acciones que va a dejar en la historia de Venezuela una huella de sangre. El irracional referéndum que obliga a los venezolanos a responder lo que la Constitución les manda, lo que busca es iniciar una guerra con Guyana, justo cuando los venezolanos nos debemos preparar para unas elecciones y, mediante estado de excepción, suspenderlas para buscar eternizarse en el poder mientras la guerra dure. Ese galtierazo les va a salir mal, porque la comunidad internacional va a responderle de manera contundente.

Sin lugar a dudas el régimen ha violado el acuerdo de Barbados. Antes no le importaba, por voz de Jorge Rodríguez, “ese minúsculo acto sin importancia”. Pues el “minúsculo acto” se convirtió en un super tsunami legitimador de una candidata que, en 2024, si la comunidad internacional apoya el deseo de los venezolanos de ser libre, será la presidente que abra el camino de libertad para que, por fin, Venezuela entre al siglo XXI.


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