OPINIÓN

Ser empresario hoy

por Gustavo Roosen Gustavo Roosen

Fedecámaras, Delcy Rodríguez

La diatriba de los días recientes en cuanto al rol que está llamado a jugar un empresario en la sociedad de hoy y su relación con el gobierno ante el que actúa merece algunas reflexiones.

La ocasión de la sentida desaparición a sus 105 años de Alfredo Paúl Delfino, quien fuera presidente de Fedecámaras entre 1973 y 1975, le agrega contenido a esta reflexión por haber sido él un puntal del empresariado venezolano y del gremialismo en nuestro país.

Paralelamente, cuando se trata de recordar los rasgos que definen a un buen empresario viene a la memoria Enrique Sánchez, un divulgador insigne de los principios que deben guiar al empresariado. Enrique se ocupó ya del tema en 1990 cuando publicó su libro Joven, ser empresario es… que no ha perdido vigencia. Sigue siendo una sabia y oportuna lección. Ser empresario hoy exige, desde luego, todas las cualidades que recuerda Enrique Sánchez, pero no dudo en pensar que en los actuales momentos el autor pondría aun más el acento en aspectos como la responsabilidad empresarial, la honestidad, el trabajo, la lealtad a los principios y valores, la capacidad para tomar riesgos y decisiones, el espíritu emprendedor ligado a la generación de riqueza en función del bien colectivo.

Este destacado compatriota definía al empresario como “la persona que arriesga su trabajo, capital o crédito para suministrar a la colectividad un bien o un servicio deseado” A los jóvenes, a quienes especialmente se dirige, Sánchez les diría: “Lo que interesa es que tengas capacidad de razonar para obtener soluciones adecuadas a los problemas, habilidades para dirigir y comprender a las personas, carácter armónico para imponer autoridad, percepción del futuro para comprender y prever el mercado”.

Nadie duda sobre cuánto están cambiando las relaciones en todos los órdenes, también en los que tocan al empresariado. Lo que no puede cambiar es la adhesión a los principios y valores. La defensa de la iniciativa privada, de la libertad de acción en el marco de la ley, así como de la libre competencia y de la propiedad privada no están sujetas a revisión. Tampoco la relación entre trabajo y productividad, iniciativa y riesgo, responsabilidad y beneficios.

Un cambio en la relación de los empresarios y la política solo podría ser entendida desde el bien común, no desde una mirada orientada a defender intereses particulares o de grupo y sobre acuerdos no transparentes para la sociedad. Ceder a la tentación del relativismo o del acomodo circunstancial al gobierno de turno puede facilitar un negocio determinado en un momento dado. Los resultados serían insostenibles en el tiempo. Alejarse de lo principios que dan fuerza y dignidad a la condición empresarial mina sus propias bases, así como las de la institucionalidad, de la democracia y del ejercicio de la libertad.

Inspirado en su convicción sobre el valor de la libertad, aplicada también a la iniciativa y al trabajo empresarial, Enrique Sánchez no dudó en formular una recomendación tan necesaria hoy como antes: “No cometas la imprudencia de participar en actividades que necesiten de la protección gubernamental para poder subsistir”. Es una advertencia a lo que él mismo dibuja como la imagen del empresario “que busca beneficiarse de las salidas o de las rendijas que deja el Estado o que ofrece el Estado”. Sánchez se refería a las relaciones con el poder en un marco democrático, a lo que definía como “un gobierno democrático con autoridad, pero con poderes limitados”. Hoy presumimos lo que podría decir. El autoritarismo ha modificado radicalmente este cuadro.

Pensando en su tiempo, Enrique Sánchez hablaba ya sobre la reconstrucción del país. Hoy tendría innumerables razones más para advertir nuevamente que esa reconstrucción solo puede darse “sobre bases más austeras, con trabajo, con un empresariado con firmes valores éticos”. Hace bien Fedecámaras, entonces, en recordar a Alfredo Paúl Delfino como “un hombre apasionado al trabajo, ejemplo para las presentes y futuras generaciones empresariales por su convicción, integridad, principios e ideales”.

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