Venezuela en los últimos 25 años ha estado muy por debajo de los niveles de crecimiento y prosperidad de América Latina en materia de previsión social y, muy específicamente, respecto a la economía laboral. Sobre este punto, el país ofrece una doble resistencia frente al gobierno que la desconoce, tergiversa y traiciona y frente al sector de la oposición que cae frecuentemente en sus trampas discursivas limitándose a pedir aumentos salariales y de pensión. En un sentido, el oficialismo ha legislado en materia laboral para simultáneamente ignorar sus propios instrumentos legales, porque bonifica el salario y deja a un lado las grandes conquistas sociales so pretexto de las sanciones internacionales y no como consecuencia del mal manejo y despilfarro del erario público.

Cualquiera puede verificar una pérdida de la actividad jurisdiccional en la materia, porque son pocas las demandas en comparación con las décadas anteriores que atienden los tribunales del trabajo y no precisamente porque reine la justicia social. Al final, fue la demagogia constante y sonante de los populistas del siglo XXI la que nos ha llevado a este gran atolladero. El gobierno ha tratado siempre de manipular al ciudadano con falsas expectativas y aumentado el control laboral mientras que exprime al sector privado que sobrevive en una economía que va en decadencia, aunque los índices se mantengan con cierto nivel de estabilidad.

Esta situación, en lugar de ir más allá del simple planteamiento del aumento salarial y de las pensiones que no significan  un debate profundo sobre los ingresos reales y nominales en una economía artificial, ha favorecido demasiado a este gobierno. Y en esta idea meditaba al escuchar las magníficas exposiciones de César Carballo y Alfredo Padilla en un reciente foro moderado por el decano ucevista Luis Angarita, patrocinado por el Instituto de Estudios Parlamentarios “Fermín Toro”.

Muy poca gente habla de los niveles de desempleo, como antes se hacía poniendo en jaque a los gobiernos democráticos que fueron también campeones del pleno empleo,  como jamás se ha sabido en el presente siglo. Tampoco hablan de las cajas de ahorro que ahora no funcionan porque el estado es el que se queda hasta con los aportes de los mismos trabajadores, sin rendición alguna de cuenta; ni de las libertades sindicales y, en general, gremiales que hablarían de una viva sociedad civil organizada. De esto casi nada se dice en las redes sociales, en las que muy grandilocuentemente se pide aumento salarial y ni siquiera se sabe de la existencia de una OIT que desde hace tiempo le tiene puesto el ojo a Venezuela, o del régimen de pensiones que la demagogia no logra esconder en su más dramática realidad.

Pensiones que se fijan tomando como referencia el salario mínimo, que se mantiene inamovible desde marzo de 2022 en 130 bolívares al mes, poniendo al trabajador a cotizar montos superiores para que al final de su etapa laboral, perciba un monto el cual no lo ayudará realmente a sostener sus años de vejez. Esta entelequia ha llevado al adulto mayor, que aportó y dio parte de su vida al crecimiento del país, a la mendicidad. Este estrato de nuestra sociedad lo que necesita, realmente, es que el aporte que reciba sea congruente con las cotizaciones que hicieron en el transcurrir de su  vida laboral, y las que la reciben de manera especial sea acorde a la economía actual.  Este es un tema que no debemos pasar por debajo de la mesa, y ahora más que nunca que podemos generar el cambio tan añorado en estos 25 años; en otras palabras, no solo debemos insistir, resistir y persistir en una unidad política y ciudadana, sino también en la ejecución de un trabajo social acorde que lleve a todo los ciudadanos a gozar de un mejor vivir a lo largo de todo la vida. Y recordemos si no hay cambio de modelo político, cada día será más difícil mejorar la seguridad social en Venezuela

IG, X: @freddyamarcano


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