Tal como era de esperar, la farsa electoral se llevó a cabo sin recato ni vergüenza alguna, con los resultados que ya estaban cantados. Naturalmente, todo lo ocurrido se ajusta a lo previsto por quienes organizaron el fraude. Pese a la abrumadora abstención el CNE indica que cerca de 10 millones de personas (30% del padrón) participaron en el evento, cuando la evidencia mostró centros vacíos durante todo su transcurso. Naturalmente, con la operación de acarreo forzado de votantes, voto asistido, y chantaje a empleados públicos, beneficiarios de asistencia, cajas CLAP y puro temor se dio el milagro de que un gobierno rechazado por el 80% de la población apareciera favorecido en las urnas con casi 70% de los votos y 90% de los diputados sin perjuicio de los acomodos poselectorales que permitieron adjudicar y negar curules a quienes así les convino.
La guinda de la torta fue la “observación electoral” llevada a cabo por quienes llegaron al país apenas uno o dos días antes, con su libreto ya memorizado. Evo, Zapatero, Correa y la restante fauna de turistas que no consiguen convencer a nadie, tal vez ni siquiera a ellos mismos.
A estas horas el usurpador ya ha declarado “urbi et orbi” que lo que se vivió fue una fiesta de la democracia donde la “oposición” (hecha a su medida, con solo 10 de 277 diputados) servirá de comparsa al lastimoso show.
Por si fuera poco, la oposición más o menos genuina sigue dando pena adjudicando culpas y responsabilidades en lastimoso espectáculo que no hace sino ahondar la grieta ya existente. ¡Pobre mi Venezuela!
Menos mal que la comunidad internacional –quien sabe hasta cuándo– mantiene aún una posición unitaria sólida, pese a lo difícil que resulta ante la falta de unidad interna.
Lo anterior se manifestó en la reunión del Consejo Permanente de la OEA del pasado miércoles, donde la resolución de no reconocer la farsa del domingo logró 21 votos a favor, lo cual parece insuficiente pero… solo hubo dos votos en contra (México y Bolivia), además de haberse observado la división del otrora Caribe clientelar, al registrarse igual número de abstenciones como de delegaciones que “estuvieron ausentes” de la reunión por Zoom, lo que dejó en evidencia su deseo de “no meterse en ese…”, entre ellas –sorprendentemente– Nicaragua. Son los típicos que se levantan para ir al baño justo cuando se va a votar o hay que pagar la cuenta en un restaurante.
Afortunadamente, Estados Unidos, Brasil y la Unión Europea han expresado con contundencia su valoración del evento, descalificándolo en duros términos. Argentina, absteniéndose, no atreve a definirse, pero no porque no sepa para dónde apuntar sino porque el gobierno de Alberto Fernández es rehén de la vicepresidenta Cristina Kirchner y sus secuaces, sapos del mismo pozo robolucionario de Lula, Correa, Ortega & Cía.
Queda por ver qué ocurrirá después del 5 de enero cuando concluya el presente período constitucional de la actual Asamblea. Sea cual fuere el argumento jurídico o político que se adelante, está claro que ello no tendrá relevancia alguna frente a la decisión política de cada uno de los bandos en pugna. ¿Habrá exilio, cárcel, muerte? En este caso sí está claro que tal como dijo en su momento un poderoso mandatario: “Todas las opciones están sobre la mesa” y se irán desarrollando “como vaya viniendo vamos viendo”, a decir del recordado personaje Eudomar Santos, que antaño copó el rating televisivo.
En los días por venir, mientras se pueda beber una cervecita bien fría y observar la debacle por la televisión, no luce muy probable que podamos reportar cambios en la situación y solo nos quedará cavilar acerca de “cuándo se j… Venezuela”, como se lo preguntaba recientemente un afamado y democrático premio Nobel de Literatura.
Solo queda por ver –a manera de anécdota– cuáles serán las cifras de participación en la consulta popular que hoy mismo culmina. De ser exitosa como se anticipa, esperamos y aspiramos que alguien del mermado liderazgo nos movilice –sin sabotajes internos– para hacer valer el mandato contenido en las tres preguntas que hemos respondido.