Aunque desde hace más de veinte años la política ha estado presente en todos los aspectos de la vida de los venezolanos, la última etapa del país se ha visto marcada por el desinterés casi generalizado del venezolano promedio por lo público y particularmente por la política. Tras las masivas movilizaciones del año 2019, el alto costo de la represión y la imposibilidad de producir un cambio de régimen inmediato, hicieron que los ciudadanos se refugiaran en su esfera privada por varias razones: frustración, miedo y, sobre todo, por instinto de supervivencia.
El venezolano hoy se preocupa por vivir o sobrevivir, depende de la realidad en la que cada uno se ubique. Frente a un panorama siempre incierto, agotador y muchas veces desgastante, la gente decidió que era mejor ocuparse de lo suyo y, como si la situación nacional no fuera suficiente, la pandemia nos obligó a replegarnos aún más. Salir del letargo en el que nos encontramos no es tarea fácil, sea cual sea el camino que se elija para continuar, sin acompañamiento de la población, este estará condenado al fracaso. Pero para que el venezolano vuelva a motivarse con la idea de cambio político hace falta mucho más que un eslogan esperanzador, se necesita recuperar la confianza perdida y eso solo se logra con unidad y coherencia en el accionar.
Venezuela hoy vive dos procesos en paralelo, una negociación que ha iniciado en México con la participación de los dos sectores políticos en disputa y la convocatoria a un proceso electoral para él venidero mes de noviembre. Todo hace pensar que el primero de los frentes pueda ser largo y complicado, la experiencia pasada explica quizás el desinterés de los venezolanos por él mismo. A estas alturas absolutamente nadie planifica su vida, si es que eso es posible en medio del chavismo, en función de lo pueda o no suceder en México. No hay expectativas de la gente sobre lo que un eventual acuerdo pueda representar para sus condiciones de vida y eso no es bueno para nosotros. En lo que respecta al segundo frente, la situación no es muy diferente.
Nuestro rol como dirigencia es nuevamente convencer, comunicar y ser transparentes en cualquier decisión que se tome. En ese sentido, es positivo que la agenda de las conversaciones en México sea pública, eso podría ayudar a desmontar las dudas que siempre trata de sembrar la dictadura sobre los factores democráticos cada vez que inicia un proceso de conversaciones. Si en el plano interno se aplica igualmente una política de puertas abiertas, donde los ciudadanos puedan entender por qué ahora sí y antes no, qué condiciones cambiaron o pueden cambiar en el futuro para decidir participar, cuáles son las garantías de ganar y cobrar; es probable que quienes naturalmente desconfíen, se den una nueva oportunidad de creer. En cualquier escenario, el letargo NO es una opción, aislarnos puede que nos “proteja” un tiempo, pero seguros solo estaremos de nuevo en democracia y para recuperarla hay que lucharla.
@BrianFincheltub