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Repensar el Estado 

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Repensar el Estado debe ser una tarea obligatoria en función de lo que queramos y cómo lo queramos en la Venezuela democrática a la que aspiramos la inmensa mayoría de los venezolanos. No solamente es reconstruirlo y legitimarlo, sino también concebirlo para una comunidad nacional tan maltratada como la nuestra. Debemos pensar, en suma, en una nueva estrategia del Estado, con sus correspondientes prioridades, a corto, mediano y largo plazo. Expongo a continuación algunas ideas, que debatidas a fondo, puedan ayudar a la construcción del nuevo Estado por parte de las fuerzas emergentes, tanto en lo político como en lo social, unidas en torno al nuevo país que añoramos.Lo primero es lo primero, y consiste en que el Estado debe recuperar su naturaleza específica, el monopolio de la violencia legítima. Como nos lo recuerda Max Weber en célebre definición: “Estado es aquella comunidad humana que dentro de un territorio aspira con éxito al monopolio legítimo de la violencia”. Ese monopolio dramáticamente se ha perdido en partes considerables del territorio nacional, donde grupos irregulares, guerrillas trasnacionales, bandidaje, criminalidad organizada, disputan la presencia del Estado, asumiendo el poder en territorios que el Estado ha abandonado o sencillamente es incapaz de proteger, erosionando en consecuencia el imperio de la ley. Esta es la primera y al unísono permanente tarea del nuevo Estado, es la condición necesaria de las demás, pues al no poder cumplirla se deslegitima frente a la comunidad nacional, se torna ilegítimo, pues la ciudadanía pierde la fundamental creencia en que el Estado se justifica ante todo por la preservación de un orden  donde podamos desarrollar en paz nuestra vida y ejercer nuestros más elementales derechos como seres humanos.Tendemos a considerar la comunidad nacional como un dado; craso error, la nación es un hacerse permanente, lo que llamó Renán “un plebiscito cotidiano”. La nación venezolana se encuentra hoy lastimosamente fragmentada, traumatizada, desvertebrada. Exige una nueva misión, donde los educadores tienen un inmenso papel que cumplir, consistente en redimensionarla, fortalecerla, sembrar virtudes, y sobre todo reconciliarla consigo misma. El régimen tiene 23 años sembrando odio entre nosotros; la nueva misión es reconvertirlo en solidaridad y amor al prójimo. Si queremos además una nación democrática tenemos que asumir la conciencia del fortalecimiento de la ciudadanía, de internalizar los valores democráticos, de reconocernos en nuestra propia historia, abandonando los mitos y las falacias que han intentado contaminar nuestro devenir como nación. Como ciudadanos de la nación reconciliada, debemos ser leales, tolerantes con la opinión ajena, respetuosos de las normas, comenzando por la Constitución que libremente decidimos darnos. El Estado de Derecho es el tercer elemento principalísimo que en estas líneas quiero destacar. Es falso que en el pasado construimos un Estado de Derecho que habría sido abandonado bajo el actual régimen. Habíamos avanzado algo, es verdad, pero faltaba y sigue faltando mucho por consolidar, comenzando por la real independencia y autonomía de nuestro sistema judicial, incluidos todos sus componentes. La conciencia jurídica, el imperio de la ley, el respeto a las normas jurídicas, son tareas pendientes, y la nueva democracia a construir debe abordarlas como tareas prioritarias. Estado de Derecho y democracia son dos realidades inextricablemente unidas. Ambas se enriquecen o se deterioran  mutuamente, lo que nos lleva a entenderlas como una unidad que se sostiene en dos patas, ambas ineludibles para su éxito o su fracaso. En próximos artículos me referiré a otros aspectos del repensar del Estado: el estatismo, la descentralización, la corrupción, el capitalismo de Estado y sus alternativas, el rol de los partidos, el protagonismo de la sociedad civil, la participación ciudadana y el sistema representativo; cierto son complementos de los aquí señalados, sin perder de vista que los mencionados constituyen en mi opinión los prerrequisitos jerárquicamente superiores: el Estado y su legitimidad, la comunidad nacional y el Estado de Derecho, sin lo cual aquellos carecerán de fortaleza y sostenibilidad.

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