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Regulación y gestión de políticas públicas para eficiencia energética

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Seguimos subrayando la importancia de generar políticas públicas y una regulación que faciliten el “salto” al paradigma de la eficiencia energética.

La idea de la eficiencia no solo es usar menos energía y con mayor resultado, sino rebajar costos de factura y sin dejar de ser competitivos.

Estamos ante nuevas tendencias: la transición energética, relacionada con el crecimiento de diferentes fuentes de generación de electricidad a menos costo vía renovables y los nuevos paradigmas tecnológicos.

Habrá más electricidad de varias fuentes y generación y hasta microgeneración, en donde los consumidores usan su propia energía generada (vía solar, principalmente), de manera que habrán tecnologías que nos ayuden a la toma de decisiones de ver qué tipo de fuente utilicemos en qué momento, a menos costos y con mayor eficiencia. Y eso ocurrirá en plantas industriales y en condominios de viviendas.

Para ello es imprescindible que desde las universidades, gobiernos subnacionales, gobiernos municipales principalmente y gobiernos centrales se puedan tomar en cuenta ideas relacionadas a: desarrollo de innovación e investigación en eficiencia energética, refuerzo de mecanismos de intercambio y colaboración entre la industria privada y las universidades, impulso y estímulo a que más personas se inmiscuyan en cursos posdoctorales, doctorados y maestrías en áreas relacionadas, impulso a programas comunitarios para la sostenibilidad y otros.

Esos elementos centrales pueden ser la base para lograr una regulación específica en las nuevas construcciones y la planificación ecológica, diseño integrado para edificios verdes y sistemas urbanos, sistemas urbanos y sostenibilidad y gestión integral de la energía urbana.

En el caso municipal: la construcción regulada técnicamente para contribuir a la eficiencia energética consiste en optimizar recursos para conseguir un ahorro real y eficaz del consumo, minimizando la emisión de CO2 en el proceso de construcción.

Está más que claro, y así lo hemos sostenido desde estos espacios de análisis, que la eficiencia energética tiene un papel fundamental en la transición hacia nuevo modelo que además impulse una cultura del ahorro energético.

Cada vez subrayamos que el uso eficiente de la energía  adquiere un especial sentido en el área de la industria de la construcción.

Una regulación técnica tendría que tomar aspectos relacionados con la estimulación –sin necesariamente obligar– del uso de materiales de construcción que mejoren los niveles de iluminación, que necesariamente deberían ser tipo LED; considerar la refrigeración eficiente de la vivienda (modelos de climatización con estandarización de procesos de construcción) y finalmente tener un estándar general y único de construcciones para la certificación de eficiencia energética de los edificios públicos y privados.

En Europa hay una directiva específica sobre construcciones que bien podría ser adoptada, copiada y mejorada en Latinoamérica: (desde 2018) los edificios públicos de nueva construcción tienen que cumplir con el estándar de consumo “casi nulo” que permite un ahorro energético de hasta 90% frente al consumo de una construcción convencional y los de edificación privada desde 2020: que naturalmente subraya en la forma de la construcción: instalaciones térmicas y de iluminación, condiciones de confort térmico, lumínico, calidad de aire interior, forma de producción de agua caliente, calefacción, iluminación, refrigeración y ventilación, sobre el diseño y orientación, aislamiento de fachadas y techos, y tipos de materiales empleados para la obra: ladrillo, hormigón, madera, adobe, poliuretano, etc. que no sean agresivos con el medio ambiente y más bien sean sostenibles, ejecutando construcciones a partir de materiales reciclados.

Las “casas inteligentes” y la domótica van a ser parte de este nuevo concepto, pero primero se debe afianzar la construcción “verde” de bajo consumo energético. Y para evitar altos costes, en los primeros años de implementación de estas directivas, el estímulo principal viene a través de los impuestos: si los gobiernos subnacionales o municipales regulan que construcciones nuevas comprometidas con la eficiencia y ahorro tengan un alto porcentaje de reducción impositiva por un lapso prolongado de tiempo va a ser una fórmula segura para estimular construcciones con “nulo y casi nulo” consumo energético.

No es solo un tema de nuevas tecnologías, ni de nuevas formas de regular la construcción, sino de un nuevo enfoque: se debe reducir el uso de energía, optimizando procesos y sin que ello desmejore, como ya dijimos, la calidad y la competitividad.

La eficiencia, además de su obvia implicación en la descarbonización de la energía, impulsará procesos paralelos: vehículos eléctricos y la integración total de las energías renovables a los procesos industriales y productivos.

La clave, desde este ángulo, está en motivar la regulación para que las nuevas construcciones de edificios públicos y privados sean más eficientes, más amables con el entorno, usen renovables y sean de menor costo.

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