OPINIÓN

Reencuentro nacional

por Ovidio Pérez Morales Ovidio Pérez Morales

Un tema resaltante en las reuniones del Episcopado venezolano en estos últimos años ha sido el de la refundación nacional.  Pone de relieve la radicalidad y globalidad de la crisis actual y, sobre todo, la dimensión del compromiso y las tareas que se tienen por delante.

Entre los rasgos más salientes de la grave crisis del país, se ha identificado el desencuentro entre los venezolanos y correlativamente, como factor prioritario para una reconstrucción, su reencuentro, con todo lo que ello implica de apertura, valentía y disponibilidad.

El ser humano, creado como social, puede definirse como «ser-para-el otro», para el encuentro, el compartir, la comunicación y la comunión. En este sentido le son éticamente imperativas la participación y la solidaridad, expresiones de su ineludible compromiso social. Esto se sitúa en las antípodas del modelo egocéntrico bastante común en la modernidad.

Como factores de desencuentro los obispos han subrayado algunos de orden socioeconómico, político y cultural, que configuran un país fracturado. Entre ellos aparecen la inequidad reflejada en la pobreza creciente y el desastre de servicios públicos de la gran mayoría de la población, junto a “burbujas” de bienestar de círculos privilegiados y elites de poder; la escandalosa emigración forzada; el amedrentamiento de la disidencia y los centenares de presos y torturados políticos; la hegemonía comunicacional; el control de significativas parcelas del territorio por grupos irregulares armados y una desbocada corrupción. Estos hechos van más allá de lo material, técnico y administrativo, pues reflejan una seria descomposición en el campo ético y espiritual. Son datos que, asumidos en coordenadas morales y religiosas, pueden catalogarse inequívocamente como pecados, por cuanto contradicen la finalidad del plan divino creador y salvador.

Para una efectiva refundación del país es indispensable el reencuentro de nosotros los venezolanos; tarea común de la cual nadie, grande o pequeño, puede considerarse excluido, ni estimar que la reconstrucción de Venezuela es tarea sólo del gobierno, de los empresarios y de los líderes políticos o culturales. Hay una tríada clave en la Doctrina Social de la Iglesia para edificar el bien común: solidaridad, participación y subsidiaridad. En esta línea la “democracia” ha de entenderse no simplemente en coordenadas de gobierno representativo del pueblo, sino, primariamente, como obra conjunta de toda la ciudadanía. El papa Francisco ha venido destacando teórica y prácticamente una categoría que exige el protagonismo compartido en la Iglesia y desde ésta en la sociedad: la sinodalidad, la cual etimológicamente significa caminar juntos, compartir en reflexión y acción.

El binomio 2023 y 2024 constituye un serio desafío para nosotros los venezolanos en lo que toca a refundación y reencuentro. Estamos frente a un proceso de elección primarias-presidencial. El compromiso ha de comenzar vigorosamente desde ya. La reconstitucionalización -implicada en la obra de reconstrucción- debe realizarse en modos diversos, pero toca a todos: sector oficial, dirigencias tanto de organizaciones partidistas como de instituciones cívicas en general, ciudadanos sin excepción. Se debe hacer visible y efectiva la soberanía popular, consagrada en el artículo 5 de la Constitución. Los obispos en la Asamblea que está culminando han recalcado condiciones que posibiliten al pueblo soberano actuar genuinamente como tal: clima de auténtica libertad, cese del amedrentamiento y la represión de personas y agrupaciones, reestructuración del Consejo Nacional Electoral de acuerdo con la carta magna (ver especialmente los artículos 294-296), liberación de los presos políticos y de los medios de comunicación, veeduría independiente internacional. De la oposición y la disidencia se exige sensibilidad y reflejo de las necesidades y esperanzas del pueblo, así como servicio, acuerdo y unión en lo que éste espera de sus líderes.

Venezuela no tiene futuro próspero sin reencuentro nacional. Dios nos creó para encontrarnos. Y reencontrarnos. Él mismo es encuentro.