A propósito de un trabajo que estoy haciendo, me acordé de él. Fue el hombre que en el año 2103 puso en aprietos a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos, empañando, además, la utopía digital imaginada treinta años atrás, cuando la Internet daba sus primeros pasos y se hablaba de la ciberdemocracia como remedo de las virtudes de la experiencia política ateniense. Sin embargo, la historia de estas tres décadas ha desmentido, en buena medida, el sueño de los tecnócratas que la crearon. Como lo denunció Edward Snowden, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías, la vigilancia sobre la sociedad se extendía hasta niveles inimaginables.
I.
En efecto, hoy en día, la inspección de los ciudadanos se ha vuelto tarea fácil en cualquier ámbito, con cualquier propósito. La vida de cada quien deja en todo momento una huella digital, a partir de la cual se engorda la información del gobierno o de corporaciones privadas, en cada caso con sus particulares propósitos. Vivimos en tiempos del “dataísmo”, sostienen los entendidos, y uno de ellos, Evgenzy Morosov, deja ver la sustitución de la democracia por un gobierno algorítmico. La algocracia, según lo mientan.
En sus declaraciones, a raíz de la acusación que hizo, Snowden afirmó que “un niño nacido hoy va a crecer sin la concepción de la vida privada en absoluto”, frase que de otra manera y desde una perspectiva distinta repitió años más tarde Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, expresando que la era de la privacidad había terminado.
II.
Al filtrar documentos sobre los programas masivos de vigilancia más secretos, Snowden colocó sobre la mesa planetaria un tema esencial, como es el de determinar el significado democrático de la intimidad en el mundo contemporáneo a partir de la tensión entre los derechos ciudadanos y el interés colectivo, entre la privacidad y el bien común. Hoy en día se encuentra en Rusia, asilado desde hace varios años, dedicado -lo supe por una entrevista que le hicieron- al desarrollo de “métodos orientados a reforzar los derechos humanos a través de la aplicación y el desarrollo de nuevas tecnologías”.
En esta misma dirección cabe destacar la fuerza que ha cobrado a nivel mundial la necesidad de acordar políticas públicas de control y gestión de datos masivos, así como una democratización de su uso y conocimiento, mientras que los Estados y las corporaciones deben trabajar en la transparencia progresiva para que el algoritmo no se convierta en la justificación de estrategias autoritarias. En este sentido, cabe hacer alusión a las múltiples iniciativas que están teniendo lugar en todas partes, tanto para procurar el acceso de todos a Internet, como para aprovechar sus potencialidades con fines democráticos. En esta ruta se encuentran transitando la ONU y diversas organizaciones internacionales, así como distintos gobiernos y, por supuesto, instituciones de la sociedad civil, buscando que la digitalización de la política sea para fortalecer el espacio público, acomodando la democracia a los tiempos que corren.
III
En Venezuela, no obstante, aumentar las evidencias que nos permiten vernos reflejados en el espejo descrito anteriormente, pareciera que aún no es asunto que nos preocupe ni ocupe demasiado. Ciertamente, prestamos muy poca atención al carnet de la patria, documento que despunta como un mecanismo de control biopolitico y que, por cierto, contradice varios artículos de nuestra Constitución referidos a la protección de la privacidad de los venezolanos.
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