Por fin mañana el régimen escenificará su farsa. Lo acompañarán sus amigos invitados a una gira no de “observación” sino de turismo electoral que asegurarán a los cuatro vientos que todo ha transcurrido en sana paz, armonía y democracia plena. De los serios ningún organismo vendrá, pero quienes organizan el evento igual proclamarán “urbi et orbi” su victoria en las urnas avalada por numerosísimos millones de votos que no se corresponderán con la escasísima presencia de electores en los centros. Las fotografías mostrarán colas de ciudadanos “esperando para votar” y por la noche la nueva Tibisay certificará las cifras que se le indiquen con la misma prosopopeya que la original. De allí a dormir y amanecer el lunes para continuar la lucha sin cuartel por sobrevivir.
Votos sin duda van a conseguir, tanto más cuanto ya está preparada la nueva versión de la “lista Tascón” en la que se llevará la cuenta de los empleados públicos, militares, beneficiarios de misiones y receptores de cajas CLAP que acudan o no al llamado incentivados por la expresión de que “el que no vota no come” pronunciada nada menos que por el número dos del régimen.
La “oposición” constituida por quienes vilmente se han apropiado de las tarjetas de los partidos tradicionales irán a sacar los votos necesarios para incorporar a los “alacranes mayores” en una Asamblea supuestamente plural. Así, pues, Nicolás no tendrá necesidad de renunciar, tal como amenazó haría de no resultar favorecida la opción de los dueños del poder.
Llegará el 5 de enero, fin del quinquenio legislativo iniciado en 2016, y quienes hoy ostentan la condición de diputados quedarán en el llano desnudos de toda inmunidad y presas del deseo de venganza de quienes serán los nuevos amos no solo del Poder Legislativo sino del poder total.
En lo interno dirán que triunfaron. Ante el mundo habrá quedado claro que lo que se escenificó fue tan solo una farsa destinada a asegurar por algún tiempo más el usufructo del poder sin límites. En lo internacional hace tiempo ya que todo el proceso ha sido etiquetado como inválido, írrito y carente de todo efecto, pero de allí no pasará.
Dentro de Venezuela se impondrán nuevas locuras, se convocará al cuerpo diplomático acreditado y a los pocos que acudan se les mostrarán las evidencias de la “gran victoria popular”. Como no son gafos, saldrán de allí a informar la verdad a sus gobiernos, los cuales –con mayor o menor énfasis– emitirán nuevas declaraciones denunciando lo evidente.
Vendrán las teorías jurídicas y constitucionales que aspiren a justificar la supervivencia de una Asamblea despojada hasta de su nombre y sus autoridades. Comenzará la etapa de atribución de culpas y lavado público de la ropa sucia con las recriminaciones de rigor. Guaidó, después de haber jugado como todo un líder, conocerá la soledad de los que quedan descartados. Quien esto escribe admira el compromiso irrestricto de este valiente, aun con sus errores.
Los gobiernos extranjeros decidirán –según el interés de ellos, no el nuestro– si se acomodan o rechazan la nueva realidad. Mientras tanto, el venezolano de a pie se conformará con sobrevivir, buscar su caja CLAP (si la consigue) y esperar por un nuevo mesías –tal vez uniformado– que encandile con su discurso y …otra vez a comenzar el ciclo de las expectativas y las frustraciones, pero esta vez sin el regalo del petróleo.
La semana subsiguiente comienza la consulta popular. Esa no la convoca ningún poder ni partido político, sino la sociedad civil de la que todos formamos parte y es la auténtica depositaria del poder originario. Abundan los descreídos que opinan que no vale la pena participar porque aquello será nada más que un saludo a la bandera. Este columnista sí va a participar, tal vez sin mucho entusiasmo pero tanto como para no dejar pasar de largo una oportunidad genuina y limpia para expresar una opinión que, aunque sea desechada por los amos del poder, al menos tenga la fuerza de un número significativo.
Quien esto escribe, amante irredento de la venezolanidad, con el sol ya a sus espaldas después de décadas de esfuerzo y esperanza, ve con preocupación cómo nuestra Venezuela se nos va como arena entre los dedos mientras sus hijos dejan pasar con indiferencia las últimas opciones de su destino. ¡Cuánto deseo estar equivocado!