OPINIÓN

QUERIDA SALSA Al maestro con cariño (Parte 1): Alberto Borregales

por Ale Marquis Ale Marquis

En la entrega anterior (Querida Salsa: mi hermano el corresponsal de la salsa) comentaba hacia el final que la fiebre por esta música que mi hermano estimuló con su temporada de estudios superiores en Filadelfia alcanzó un clímax cuando en uno de esos diciembres que vino a pasar Navidad con la familia en Caracas, llegó con varios discos como siempre, pero también con un bongó debajo del brazo. Yo por mi parte había estado utilizando otro bongó chino que estaba en la casa, con parches de cartón en lugar de cueros y dos palos de gancho de tintorería, para comenzar a dar mis primeros pasos en el timbal. Pocos días después fuimos a una tienda de instrumentos en el pasaje El Recreo en Sabana Grande y compramos un timbal de verdad.

Ale Marquis

Mi hermano regresó a Estados Unidos en enero siguiente y yo continué en Caracas, ahora con este instrumento profesional a mi disposición, el cual asumí con mucho respeto, pero sin ningún temor. La dinámica de estudios que apliqué entonces para aprender a tocar “las pailas” era poner los discos y tocar sobre ellos. Una persona que fue clave en este proceso, y a quien he considerado mi primer mentor musical fue mi primo hermano Luis Manuel Guzmán, con quien coproduzco nuestro podcast “Querida Salsa”. Luis Manuel estuvo siempre conectado de manera más formal a la música, estudiando en los conservatorios Juan José Landaeta, Juan Manuel Olivares y en el sistema nacional de orquestas. Comenzó tocando flauta y luego se pasó a la trompeta. Si tuviera que describir su estilo musical diría que se mueve entre el buen gusto y un tremendo sentido rítmico. Él, por su parte, disponía de un bongó “Pan con queso”¹ que le habían regalado en un cumpleaños a su hermano. Con ese bongó comenzó a ir a la casa y sobre los discos, él tocaba el bongó y yo el timbal. Eran sesiones de 3 o 4 horas sin parar. Tras ver mi entusiasmo y quizás algún potencial, Luis me comentó que un conocido suyo, Ricardo Genatios, también conocido como “el Gringo”, estaba estudiando percusión latina en los famosos y por entonces imprescindibles talleres de percusión de Sarría. “Le voy a decir al Gringo que venga para que te escuche”, soltó Luis en una de esas sesiones de tocar con discos.

Alberto Borregales

Efectivamente, la semana siguiente pasó el Gringo Genatios por la casa. Era como recibir la visita de un médico especialista, pero en percusión latina. La consulta no duró mucho. “Házte un abanico ahí para ver”², me dijo. Yo hice mi abanico, como yo creía que era. Recuerden que estamos hablando de la época A.Y.T. (antes de YouTube). Había que escuchar y tratar de reproducir esos sonidos en el instrumento. El Gringo vio el timbal fijamente por unos segundos con la mano en el mentón como si estuviera viendo una radiografía y con cara de “el enfermo está grave” me dio su diagnóstico: “Tienes que ir a los talleres de Sarría”. Los talleres de Sarría tenían una altísima demanda por lo que no pude conseguir un cupo. Entonces el Gringo me ofreció una alternativa: “Este es el teléfono de Alberto Borregales, llámalo de mi parte”. Para quien no lo conozca, Alberto Borregales es músico de profesión y percusionista por vocación. Egresado de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela con una tesis sobre el poeta, periodista y activista político cubano Nicolás Guillén y el son cubano. En su posgrado hizo un tributo a la obra del escritor y guionista cubano Guillermo Cabrera Infante. Quizás su participación musical más conocida por el público general fue con Adrenalina Caribe, el proyecto del trágicamente fallecido Evio di Marzo.  Llamé a Borregales y la primera clase quedó pautada para la semana siguiente.

Las clases con Borregales fueron mucho más de lo que yo me hubiera imaginado. Aprendí a tocar los tumbaos en el bongó, la conga y por supuesto el timbal del cha-cha, el mozambique, la rumba (yambú, guaguancó y columbia), la bomba, la comparsa cubana, el songo, el pilón, el 6/8 y por supuesto los patrones que se usan en la salsa, todos en ambos sentidos de la clave, 2-3 y 3-2. Pero no sólo eso, las clases además comprendían conversaciones musicológicas en donde era normal hablar de Fernando Ortiz (etnólogo, antropólogo, arqueólogo y periodista cubano, autor de libros fundamentales como Los instrumentos de la música afrocubana y Glosario de afronegrismos); Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla (considerados ambos pioneros de la moderna música sinfónica cubana); Ignacio Cervantes (uno de los creadores de la danza cubana y de los primeros músicos en identificar su obra con un sentimiento nacionalista); y Alejo Carpentier (escritor, periodista y musicólogo cubano-francés, que por cierto vivió en Caracas entre 1945 y 1959), entre muchos otros. Borregales insistía en escuchar y aprender con y de los discos. La tarea para la casa era estudiar solos legendarios de Orestes Vilató, Nicky Marrero, Manny Oquendo, Mike Collazo, Jimmy Delgado, Little “Ray” Romero y otros. En las clases también entendí el porqué de aquella petición única del Gringo para hacer su diagnóstico. Borregales te enseñaba cómo ejecutar con la técnica correcta y te explicaba lo que era un abanico, medio abanico, abanico doble, abanico sencillo con doble remate y el abanico de pailero viejo. No sólo era aprender a tocar, sino también el origen y el porqué de las cosas. Como aquella que nunca se me olvida: “La charanga no es un ritmo…la charanga es la orquesta que interpreta el cha-cha”. O “la clave tradicional (el instrumento) tiene un palo más grande que el otro…el más grande es la hembra y el más pequeño es el macho y cuando sostenemos la hembra en la mano, tenemos que hacer una caja de resonancia para que el sonido salga”.

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Un día le presenté en una clase los solos de Orestes Vilató en “Acere Bonkó” y el de Nicky Marrero en “Qué manera de sentirme bien”.  Al final de esa clase me dijo: “Bueno, ya estás listo…ya no tengo nada más que enseñarte”. Me fui con una sensación agridulce, sobre todo porque no sabía que sería la última clase, pero hoy pasados los años entiendo que terminar las clases aquel día era la decisión correcta.

Toqué timbal en muchas reuniones de amigos y recibí muchos elogios por mi manera de ejecutar el instrumento. Un día coincidí en una de esas fiestas con el maestro pianista Tony Monserrat, quien luego de terminar el set me felicitó: “Eres un reloj con ese timbal”, refiriéndose a mi capacidad para mantener el pulso de la música estable. Mi única experiencia profesional con las pailas fue con un grupo de gaitas, donde pude proponer la incorporación de varios de los ritmos que había estudiado en mis clases con Borregales.

La gaita estaba bien porque pude poner en práctica todo lo que había aprendido con total libertad, pero yo quería tocar salsa. El único pianista que conocíamos muchas veces no estaba disponible. Un poco frustrado, un día me planteé un nuevo reto: “¿y si aprendo yo a tocar el piano?”.

CODA: Luego de terminar las clases con Borregales perdí el contacto con él. Un día me lo encontré en El Maní es Así y nos saludamos. Le dije que había dejado el timbal por el piano. La comunicación se interrumpió. Fue una sensación extraña. Era como decirle al decano de tu facultad, que tenía fe en ti, que te habías cambiado de carrera. Pasados los años, antes de irme de Venezuela en 2018, tuve la oportunidad de reencontrarme con Borregales y no solo eso. Tuve el honor de que tocara el timbal en un proyecto de salsa/latin jazz que estuve liderando desde el piano llamado Candyland. Lo mejor de todo es que tuve la oportunidad en ese reencuentro de agradecerle por sus clases y por su calidad como músico, docente y amigo.


¹ “Pan con queso” era el apodo de Carlos Emilio Landaeta, músico percusionista venezolano, bongosero del famoso Sonero Clásico del Caribe. Pan con Queso fue conocido en Venezuela y en el Caribe por la altísima calidad de los instrumentos que fabricaba. Sus maracas, bongós y tumbadoras son hoy piezas de colección..

² El abanico es probablemente la figura más importante del timbal que incorpora el redoble de la batería americana con un remate que se hace en el borde de la paila llamada “valla”. El abanico se usa principalmente como un recurso de transición de apertura o de cierre de una sección.

Ale Marquis es músico, melómano y creador de contenidos. En su canal de YouTube se ha dedicado a resaltar el legado de los maestros pianistas de la llamada salsa. Creador junto a Luis M. Guzmán del podcast Querida Salsa, disponible en las principales plataformas de difusión.

@AleMarquis