Instagram prepara un cambio importante en Australia, que podría extenderse al resto de países. Según ha publicado la prensa local, la red social ocultará el número de «likes» para «eliminar la competencia». Sus ejecutivos consideran que no mostrar la cantidad de «me gusta» aliviará la «presión» sobre los usuarios.
La idea no es nueva, pero ha generado todo tipo de reacciones. Instagram asegura que los «likes» son una fuente de ansiedad para los jóvenes. Y, aunque algunas investigaciones lo confirman, ya sabemos que los asuntos complejos siempre presentan varias aristas.
En 2017, Royal Society for Public Health y Young Health Movement publicaron un informe sobre las repercusiones positivas y negativas de las redes sociales. YouTube encabezó la lista entre las más positivas, mientras que Instagram y Snapchat fueron calificadas como las más perjudiciales para la salud mental y el bienestar de los jóvenes.
El estudio pidió promover los aspectos positivos de los medios sociales y mitigar los potencialmente negativos, entre ellos los relacionados con la ansiedad, la depresión, la soledad y el acoso. No se trata, en modo alguno, de censurar su totalidad. Las investigaciones hablan, acertadamente, de «controles y balances para hacer que las redes sociales sean menos salvajes».
La otra cara de la moneda viene expuesta en una pesquisa de la Universidad de Bristol, en Reino Unido. Aquí se asegura que 78% de los encuestados usan aplicaciones de teléfonos inteligentes para apoyar su bienestar mental.
Entre ellas, los participantes mencionaron aplicaciones de relajación y mindfulness, especialmente las que proporcionan actividades guiadas de meditación o ejercicios de respiración. Esto significa que mucha gente ya valora el impacto positivo de dedicarse tiempo a sí mismas a través de las nuevas tecnologías. Personalmente, siempre utilizo aplicaciones de meditación y, dentro de unas semanas, estrenaré mi propia app para celulares y tabletas.
Es evidente que la tecnología no es ni buena ni mala en sí misma. Sus consecuencias dependen del uso. Sin embargo, debemos admitir un grave problema: las cuestiones éticas y emocionales, inherentes a las redes sociales, brillan por su ausencia en los sistemas educativos. También se echan en falta en los debates intrafamiliares.
Ni Instagram es el infierno, ni YouTube, el paraíso. Si nos preparamos adecuadamente y usamos el sentido común, seremos capaces de manejarnos bien en las redes sociales. Únicamente así mantendremos a raya la ansiedad, la depresión, la envidia y la competencia insana.
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