Ocurrió lo que se esperaba ocurriera: Argentina cometió suicidio político. El populismo peronista se impuso en forma rotunda dando al traste con un experimento bien intencionado pero mal desarrollado de recomposición de una economía aquejada de enfermedad producida antes justamente por quienes hoy resultaron vencedores. Otra vez, en una elección limpia y transparente, un pueblo pospone su vocación de futuro supeditándola a las necesidades del presente. Queda en evidencia que el hambre de hoy no se presta para pensar en los beneficios del mañana y que el tema de la corrupción no resulta definitorio.
Ya desde el día siguiente a su triunfo el presidente electo, Alberto Fernández ha comenzado a dar señales de cuál será su rumbo. La primera de ellas, el anuncio de su viaje a México que anticipa la definición de sus pasos hacia una política orientada a rescatar el discurso antiliberal que se expresa en actitudes de confrontación con Estados Unidos. También hay que entender que le resultaba difícil cumplir con el ritual tradicional de la visita inmediata a Brasil, socio nato y principal de la economía argentina, cuando Bolsonaro amaneció el lunes criticando y lamentando el resultado electoral argentino al tiempo en que anunciaba su poca fe en la supervivencia de Mercosur.
Pronto llegó la “advertencia” del secretario del Tesoro de Estados Unidos al expresar su “deseo” de que Argentina no deje de cumplir con los pagos correspondientes al megapréstamo recibido del Fondo Monetario Internacional hace apenas un año. Continuaron las señales con declaraciones varias de los mismos sindicalistas que luego de apoyar a Macri le dieron la espalda y que seguramente harán lo mismo cuando las promesas electorales se enfrenten con las realidades vistas desde la Casa Rosada y no desde las sedes de las centrales de trabajadores .
En lo internacional ya Fernández& Cía. asoman la ruta que viene cuando los rebeldes del continente no demoraron en expresar su alborozo por el resultado, mientras los posibles inversionistas que irían a dinamizar la economía argentina ya están mirando otros horizontes donde colocar sus recursos con mayor seguridad.
En Bolivia los intentos de posible fraude cometidos por quien ilegalmente se postuló para su cuarta reelección mantienen al país en vilo. Sin embargo, para su descargo, Evo Morales sí permitió que la elección fuera observada por la OEA, que –en cumplimiento de su misión– expresó reservas sobre los resultados, de tal forma que parece que serán auditados nuevamente con intervención de la misma organización. De confirmarse las cifras iniciales no habrá segunda vuelta y si ocurriera lo contrario habrá que ver la reacción de Evo, que hasta la fecha se ha distinguido por decir bastantes estupideces pero cometer menos, dando así cierta estabilidad a un país donde ella ha sido históricamente inexistente.
De Uruguay poco hay que comentar. Como era de esperar en un país de prolongada y profunda tradición democrática, el proceso se desarrolló sin sobresaltos arrojando los resultados previstos por las encuestas. Habrá segunda vuelta y la previsión es que el candidato del tradicional Partido Nacional –Lacalle– se imponga demostrándose la fortaleza institucional que garantiza que el natural desgaste de la conducción prolongada de una tolda puede resultar en la pacífica alternancia. Así fue en nuestra Venezuela durante los cuarenta años de la tan denostada cuarta república.
Lo de Chile ha merecido y sigue mereciendo comentarios diversos originados en la sorpresa que causa un país que ha conseguido los mejores y más consistentes índices de desempeño económico del continente, hoy se vea envuelto en un clima de inusitada violencia que sugiere que hay un plan previo de desestabilización sustentado en reclamos de amplios sectores cuyas frustraciones se habían mantenido postergadas e ignoradas.
Quien esto escribe aún no está en condiciones de emitir opinión hasta tanto no se reflexione a fondo sobre lo ocurrido que incluye cosas tan bizarras como un presidente pidiendo perdón por una gestión que –desde la distancia– se percibe como exitosa pese al cíclico derrumbe de su aceptación que revelan las encuestas. Lo que sí es de esperar es que las instituciones chilenas hayan conseguido la solidez necesaria para aguantar este embate dentro de un marco menos violento.
No podemos cerrar estas líneas sin referirnos a los resultados de las elecciones municipales de Colombia que arrojaron desalentadores resultados para el uribismo, especialmente en las mayores ciudades de nuestra nación vecina. Seguramente podremos esperar reajustes y realineamientos en la política colombiana, en general dando paso a posibles nuevos actores que vengan a oxigenarla.