La oposición democrática, a través de sus fuerzas políticas más representativas y con el fervoroso apoyo de la sociedad civil, ha decidido la celebración de una primaria en función de la selección de su candidato para las elecciones presidenciales previstas a realizarse para fines del año 2023, y en consecuencia la designación del primer mandatario nacional para el período 2024-2029.
Son diversas las posibilidades de escogencia de los aspirantes a una selección democrática, tal como nos lo muestra la experiencia comparada. Hay que distinguir en primer lugar si se trata de un régimen democrático o un régimen autoritario, así como las peculiaridades históricas en que se realiza tal designación. La tradición venezolana nos ofrece como tendencia predominante que cada partido político seleccionaba libremente su candidato, sea por consenso, sea con la participación directa de su militancia, incluso por la vía de una primaria. También conocimos el caso de una unión de partidos que decidía libremente proponer un aspirante, con distintas formas de participación de su militancia. Se trataba en todo caso de una decisión realizada dentro de las claras garantías que ofrecía nuestro régimen civil y democrático inaugurado el año 1958.
La situación actual es peculiar y distinta; el régimen tiene una naturaleza autoritaria, el Estado de derecho es una entelequia, y el órgano electoral no se ha caracterizado por gozar de la confianza de la ciudadanía. A esto se suma la dificultad de aglutinar la oposición en un candidato de consenso. La razón es sencilla y a la vez dramática. No tenemos actualmente en el escenario político el hombre o la mujer del consenso. No existe el Patricio Aylwin venezolano, es decir el hombre que supo unir con su inteligencia y su testimonio opositor a la dictadura de Pinochet, a la mayoría del pueblo chileno, y así abrir con éxito las puertas a la transición democrática en dicho país. La razón la califico de dramática, pues el fracaso de la primaria no acarrearía, en mi opinión, un candidato de consenso, sino un archipiélago de aspirantes que haría muy difícil, la de por sí nada fácil tarea de desplazar al régimen en las adversas condiciones que vivimos los venezolanos.
La primaria tiene a todo evento una fuente legitimadora de insospechada condición democrática: el pueblo, el conjunto de ciudadanos, es decir el sujeto de la soberanía nacional, asume de forma libérrima la responsabilidad de elegir directamente su candidato presidencial, el candidato de la oposición democrática a la dictadura de Maduro.
Tengo confianza en la exigente misión encomendada a la Comisión Nacional de Primaria para la organización del relevante evento de selección de nuestro candidato presidencial. Conozco personalmente a algunos de sus integrantes, comenzando por su presidente, el brillante constitucionalista Jesús María Casal, y puedo dar fe de su honorabilidad y talante moral. Los felicito y les deseo un promisorio éxito. Abrigo la esperanza en estos días esperanzadores, de que vamos por el seguro camino, batallando entre Escila y Caribdis, que nos llevará a buen puerto, que no es otro que el renacer de la democracia venezolana, unión y concordia que nos avizoran un futuro mejor.