OPINIÓN

¿Por qué Nicolás Maduro odia y destruye la educación?

por Javier Vivas Santana Javier Vivas Santana

La democracia ha sido un ideal que, cabalmente, no se ha realizado nunca (…) Mientras ese hombre no se forme, seguirán apareciendo aquí y allá procedimientos de fuerza y dictadura (…) Esa es la obra impostergable de la educación. Todo nuevo orden social y político tiene que basarse en ella. Sin desarrollo intelectual, el pueblo también es reaccionario. Y un gobierno que no eduque al pueblo no es un gobierno democrático, aunque haya sido elegido por el pueblo.

Luis Alberto Machado – La Revolución de la Inteligencia

No hay mejor preámbulo para explicar las razones por la cuales el régimen neototalitario de Nicolás Maduro odia con todo su pensamiento y acción la educación del país, que resumido en palabras de ese ilustre venezolano como lo fue: Luis Alberto Machado.

Y es que nunca en la historia contemporánea de Venezuela se había podido llegar a estar en una crisis de tan profundas consecuencias, que no solamente han destruido las condiciones económicas, sino que tales acciones han derivado en una anomia donde el hambre, la pobreza y la emigración son el oxigonio de la crucifixión de manos y pies que han condenado a la población por decisión autocrática de Miraflores.

En efecto, y tales hechos, han servido a su vez para que las mentes perversas y asesinas de lo social, hayan vertido sobre la educación todo su veneno político con el fin de acabar de raíz con cualquier posibilidad de desarrollo que tuvieran los ciudadanos, y por ende, los verdugos convertidos en una satánica cúpula del poder, perpetuarse en sus ambiciones marcadas por lo peor del neofascismo, neonazismo y neoestalinismo, sin tener la preocupación de que la conciencia colectiva pudiera elevar su voz de protesta ante cualquier desquiciada praxis de hundirnos en el averno.

Nada ha sido tan despreciable y marcado en todas sus órdenes que la aniquilación de la educación. Así tenemos, que la desgraciada clase política destruyó por completo la infraestructura física de escuelas, liceos y universidades, las cuales, en algunos espacios urbanos  disfraza con pintura en sus fachadas, pretendiendo con ello, ocultar de fondo que en pleno siglo XXI donde la tecnología marca el rumbo y las orientaciones del conocimiento, no existen aulas equipadas con computadoras, los laboratorios se convirtieron en quimera, y los talleres de formación para el trabajo fueron degradados a chatarra, que ellos en su semántica esquizofrénica de bazofia política ahora denominan “material estratégico”. Todo esto, sin obviar, que las instalaciones sanitarias y eléctricas son inexistentes hasta en la preeminencia de filtros de agua y sanitarios, y que, a su vez, acabaron con cualquier pretensión de ver espacios deportivos y culturales.

En tal contexto, que evidencia el cómo fue ejecutado con premeditación y alevosía un plan para enterrar cualquier posibilidad de ver que los niños, adolescentes y jóvenes tuvieran por sus propios esfuerzos, conocimientos y formación una auténtica superación personal, que también generara desarrollo colectivo, los presupuestos de las instituciones educativas, en especial, aquellos destinados a la educación universitaria fueron eliminados. O sea, el régimen centralizó desde la compra de productos pedagógicos y de limpieza que debería tener desde una escuela en lo más profundo del Delta Amacuro o Amazonas, hasta el más simple reactivo o producto químico que necesitara un estudiante de medicina, enfermería o bioanálisis de alguna de las universidades nacionales. Es decir, el asesinato de la educación quedó ejecutado cuando se dio la orden que hasta para comprar una tiza –arquetipo de escritura del siglo XX– y poder plasmar las letras de un abecedario que permitiera el aprendizaje de los niños más pequeños, todo, absolutamente todo, tenía que ser decidido por el ejecutor de la destrucción de Venezuela.

Además, y comprendiendo los bárbaros de la educación y de las políticas sociales que, al destruir la educación tenían en su favor, el camino de la subyugación de la población ante ellos, terminaron de arrodillar al país, cuando acabaron con los salarios y pensiones de la administración pública, al llevarlos prácticamente a cero, y teniendo como centro de tan aberrantes propósitos hundir la profesión docente y la investigación. De esta forma, el neototalitarismo, acabó con la carrera de Educación, al someter a las maestras y profesores a vivir prácticamente en la indigencia, al punto de que desde lo más alto del poder se insulta, desprecia y humilla a los educadores, vendiéndoles “zapatos” a 9 bolívares –que ellos jamás en su vida política usarían-, porque saben muy bien, que la miseria salarial que ellos “pagan” a los generadores del conocimiento es insuficiente hasta para cubrir la canasta básica de alimentos; lo cual también originó que la mayoría de docentes del país, se uniera a la astronómica cifra de más de 6 millones de venezolanos que han emigrado de suelo patrio.

De hecho, es tal el nivel de destrucción educativa que el régimen de Nicolás Maduro ha ordenado la destitución– sin ningún tipo de procedimiento administrativo -de maestras y profesores del Ministerio de Educación, que sin importar años de servicio, o títulos de pregrado, maestría e incluso doctorado, no se arrodillen ante sus designios, porque para ellos, la “única educación” posible es aquella que rinde pleitesía y culto a la personalidad de la satrapía que controla el poder político, y si alguien se atreve a levantar su voz ante el aniquilamiento de la nación, se llega al extremo de perseguirlo y colocarlo tras las rejas.

¿Por qué Nicolás Maduro y todo el grupete político que le acompaña en la cúpula del madurismo odian y destruyen la educación? ¿Por qué el madurismo echó abajo todo el sistema educativo y liquidó el otrora Instituto de Investigaciones Científicas (IVIC), fundado por ese otro insigne venezolano como lo fue Humberto Fernández Morán? Y es que ellos como practicantes del neototalitarismo del siglo XXI, que incluso entregan parte de nuestro territorio a quienes desde Irán asesinan a las mujeres por no llevar un “velo”, y apoyan las acciones de un genocida como Vladimir Putin; no habría más nada que explicar. No obstante, si aún existen dudas ante tanta maldad. La respuesta es simple. Luis Alberto Machado la manifiesta sin rodeos ni ambigüedades políticas.

jvivassantana@gmail.com