OPINIÓN

Por qué María Corina Machado merece el Premio Nobel de la Paz en 2025

por Andrés Gluski y Susan Segal Andrés Gluski y Susan Segal
María Corina Machado Maduro

Foto: EFE

 

Es casi imposible exagerar la valentía y el liderazgo de María Corina Machado.

A pesar de haber sido acosada de forma sistemática, no tener acceso a los medios de comunicación y enfrentar la constante amenaza de arresto, el liderazgo de Machado fue clave para que la oposición venezolana obtuviera casi dos tercios de los votos en las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela. En las semanas posteriores, mientras la dictadura ignoraba el resultado y restablecía el fraude y una represión aún mayor, Machado se ha mantenido firme y ha seguido reuniendo e inspirando a los venezolanos en el poderoso sueño de un retorno a la democracia y la libertad.

La comunidad internacional ya ha reconocido la valentía personal de Machado, así como su papel simbólico más amplio, y posiblemente más importante, como modelo de esperanza y resiliencia. El Consejo de Europa le otorgó el prestigioso premio Vaclav Havel el 30 de septiembre. El mundo tiene la oportunidad de hacer una declaración aún más audaz e importante a favor de la democracia y los derechos humanos en todo el mundo al otorgarle a Machado el Premio Nobel de la Paz en 2025.

Este reconocimiento proporcionaría un bienvenido impulso a los demócratas en Venezuela y en todo el mundo en un momento en que el dictador Nicolás Maduro ha actuado de forma despiada. Maduro ha utilizado a grupos paramilitares (colectivos) respaldados por el gobierno local y un poder judicial controlado por los chavistas para convertir el aparato estatal en un arma y sofocar a la oposición. 

La pretensión de los chavistas de representar a la mayoría ya no tiene legitimidad, ya que las elecciones del 28 de julio pusieron de relieve hasta qué punto el régimen está dispuesto a llegar para aferrarse al poder. Incluso después de que el Centro Carter publicara copias de las “actas” oficiales, o recuentos de las urnas, que mostraban de manera concluyente que Maduro perdió, la dictadura ha insistido en negar los hechos.

Mientras tanto, el liderazgo de Machado a lo largo de este proceso no sólo ha demostrado su compromiso con la democracia, sino que ha ilustrado su compromiso con la paz. En un país desgarrado por el colapso económico, la corrupción desenfrenada y graves abusos contra los derechos humanos, Machado ha abogado de forma constante por la resistencia no violenta. Su campaña, marcada por su insistencia en la expresión democrática pacífica, contrasta marcadamente con las brutales medidas tomadas por el gobierno de Maduro, que incluyen el encarcelamiento y la tortura de menores y activistas.

Los dos mil generales de Maduro, más que todos los de la OTAN, la mayoría de ellos profundamente involucrados en el tráfico ilícito de drogas y en diversos aspectos corruptos de la economía, sólo han sobrevivido a la represión más brutal vista en América Latina en las últimas cinco décadas. Miles de personas han sido encarceladas bajo el único cargo de haber participado en el recuento de votos o de apoyar a la oposición.

El presidente electo que sustituyó a Machado, Edmundo González Urrutia, fue obligado por el régimen a exiliarse en España. 

En este contexto, otorgar el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado haría más que honrar sus logros: Mostraría a los regímenes represivos de todo el mundo que la comunidad internacional reconoce y apoya los esfuerzos democráticos pacíficos incluso en los entornos más difíciles.

Es más, este reconocimiento serviría como una amonestación para aquellas naciones e instituciones llamadas democráticas que han permanecido notoriamente en silencio o han ofrecido sólo condenas a medias de los abusos del régimen. El ejemplo más sorprendente puede ser el Vaticano. No han hecho prácticamente nada para proteger los derechos humanos de miles de venezolanos, la mayoría de ellos católicos, de los abusos del régimen. El respeto de los derechos humanos básicos no puede ser negociable, especialmente para el Vicario de Cristo en la tierra. ¿Podría este silencio deberse a la supuesta propensión del Papa a los regímenes autoritarios de izquierda en América Latina? ¿Qué pasa con los elementos de la izquierda radical estadounidense que reflexivamente respaldan a las dictaduras comunistas en el hemisferio debido a creencias míticas y anacrónicas que se remontan al Che Guevara y Fidel Castro?

El Premio Nobel sería un llamado de atención al apoyo genuino a la democracia y los derechos humanos, en contraposición a la retórica vacía. El momento es ahora. Apoyemos a María Corina Machado, porque ella encarna la esperanza y la valentía que pueden lograr el cambio que Venezuela—y de hecho el mundo—necesita desesperadamente.


Andrés Gluski es presidente de la junta directiva de Americas Society/Council of the Americas. Susan Segal es presidenta y directora ejecutiva de Americas Society/Council of the Americas.