OPINIÓN

Política y pecados capitales

por Ovidio Pérez Morales Ovidio Pérez Morales

¿Qué se hizo la plata? Es la pregunta que nos hacemos ante el empobrecimiento de un país petrolero, salido de un huracán de muy altos precios del producto. La chequera abultada del comandante permitía pasear la dadivosa espada de Bolívar por una abultada nómina de personas, organizaciones y países de este y otros continentes.

Después de esos tiempos dorados el país experimenta un cortejo de males sin precedentes en cuanto a salud, alimentación y otros servicios y necesidades fundamentales. Venezolanos salen en masa a pedir limosna por otros lares e innumerables compatriotas tienen que hurgar en depósitos de basura lo que no pueden comprar.

Junto a esto, páginas de periódicos y mensajes de redes abundan en noticias de corrupción y sus protagonistas, que gastan en centros chic europeos y  norteamericanos la cosecha de trácalas y hurtos en esta tierra bolivariana. El diccionario de la corrupción se ve enriquecido con nuevos vocablos como “bolichicos” y reedita la vieja nomenclatura de testaferros. La “oligarquía” del socialismo del siglo XXI caracteriza los nuevos tiempos.

Hay dramas inevitables como los provenientes de catástrofes naturales; pero hay otros generados por la maldad humana como el empobrecimiento de pueblos por el enriquecimiento ilícito, la malversación de fondos públicos o escandalosos derroches. Se ve que la realidad humana no marcha solamente según las leyes de las ciencias naturales y sociales, sino en sentido positivo o negativo de normas éticas, de valores morales. La economía no se maneja por sí misma; es el ser humano su tejedor.

No escasean ideologías que formulan un hombre nuevo como fruto de reestructuraciones económicas, políticas y culturales, considerando al ser humano como tendiente simplemente a lo razonable y bueno. Tal es el marxismo y un liberalismo economicista. La perfección humana vendría dada por reacomodos de medios de producción, mayor disponibilidad de conocimientos, reformulaciones jurídicas o cosas por el estilo.Transformación del hombre desde afuera.

Hay categorías que no se encuentran en libros como los de economía y derecho, pero que imprimen su huella existencial en los varios órdenes del quehacer humano. Tales son las de pecado y tentación, de moralidad y virtud.  Las genocidas cámaras de gas fueron construidas por buenos expertos ingenieros, físicos y químicos; los torturadores son summa cum laude en las asignaturas del hacer sufrir; la corrupción administrativa de altura exige especialistas de bajos fondos.

En los libros de moral y religión se habla de los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. También de que la libertad que se perfecciona en el bien y se distorsiona con el pecado, al cual invita la tentación. Cuando san Pablo habla del hombre nuevo hace hincapié en la genuina libertad, que se funda en la verdad y se esfuerza hacia el bien. En perspectiva cristiana la libertad humana es no solo limitada y frágil, sino también amenazada siempre por la atracción del mal moral o pecado, que es ruptura de la comunión con Dios y con el prójimo. La historia humana es dramático entrecruce de luz y sombra, bondad y maldad, virtud y vicio.

Por eso al ser humano no se lo puede arreglar solo ampliando sus conocimientos, habilidades y bienestar material, así como cambiando apenas normas y o estructuras. El evangelio invita, por ello, a la conversión, al cambio positivo en el ejercicio de la libertad, en la orientación de la conciencia hacia la verdad y de la vida hacia el bien.

En la presente crisis nacional es preciso tener presente estas cosas para evitar en lo posible la reedición de dramas y tragedias. Un repunte económico y una normalización democrática no comportarán necesariamente un progreso integral nacional. Se hace imprescindible una reeducación en el sentido de los mejores valores morales y espirituales. Vale recordar aquí una frase muy diciente del Señor Jesús: “Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?”.

Los pecados capitales amenazan. Más fuertes, sin embargo, son el ejercicio responsable de la libertad y su acompañamiento divino.