OPINIÓN

Petro y la “camarada” Sheinbaum

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

Muy ufano, durante los días de la toma de posesión de Claudia Sheinbaum, el presidente de Colombia lanzó al aire desde México una bomba:  la nueva mandataria mexicana habría estado vinculada con el M-19 en la década de los ochenta. Eso era motivo suficiente para la fanfarria del cordobés.

Petro fue aún más lejos, al enorgullecerse de viva voz en un acto en la Universidad Autónoma de que el movimiento insurgente que lo acogió a él en sus años mozos´一el M-19一 haya sido capaz de parir dos presidentes en el subcontinente latino. Para él, la nueva presidenta de México fue determinante en el impulso del M-19 en México en sus años de clandestinidad y, a partir de ese momento, el grupo rebelde pudo dar una buena demostración de la fortaleza que los movimientos guerrilleros tienen en los predios latinoamericanos. 

La noticia recorrió el mundo entero porque hasta ese momento no se había hecho pública la colaboración ni participación de Sheinbaum en ningún grupo terrorista del corte del M-19. Para Petro era motivo de especial satisfacción el pasado guerrillero de la presidenta, dado que con ello cobraban este tipo de iniciativas insurgentes una especial significación. “No una, dos tazas” dio Petro.   

Las declaraciones del mandatario ensombrecieron los actos de la toma de posesión en la ciudad capital mexicana, pues aunque se conocía desde la campaña electoral la inclinación de Sheinbaum de favorecer corrientes políticas de izquierda, hasta el presente no se había puesto de manifiesto que ella tuviera en su pasado un episodio de militancia guerrillera. 

Solo que el jolgorio se terminó cuando un importante dirigente de lo que fue el M-19 desmintió a Petro. En efecto, Everth Bustamante, en su condición de antiguo responsable de las relaciones internacionales de este frente, hizo declaraciones públicas desde Colombia en las que negó que el movimiento guerrillero realizara actividades clandestinas en México y aseguró, además, que este grupo nunca tuvo relaciones con ese país. Tampoco Sheinbaum había militado en sus filas.

Claudia fue candidata del partido de gobierno Morena y durante su campaña dejó claro que se propone continuar el legado del presidente Andrés Manuel López Obrador a través de la ejecución de la Cuarta Transformación o 4T, lo que es una profecía revolucionaria y criptomarxista enarbolada por el ahora ex jefe del Estado. Con ello pretendía “hacer de México un mundo perfecto y feliz”.

La imagen y la trayectoria de la mexicana ha sido objeto de mucha controversia, pero sobre lo revelado por Gustavo Petro acerca de su eventual vinculación con un grupo guerrilero no se sabe nada. Sus padres habrían participado en el activismo social de la izquierda marxista de los años sesenta-setenta y ello es una influencia que ella reconoce, pero no es mucho más que eso.

Se tejen mil teorías sobre las simpatías comunistas de la sucesora de AMLO, pero todos se preguntan de dónde proviene la tesis de que ella fungió como guerrillera en sus años mozos que ha puesto a correr el mandatario de Colombia. Hasta esta hora tal hecho luce carente de toda veracidad. Pero, como dicen muchos, de Petro se puede esperar cualquier cosa. Posiblemente el presidente, después de dos años enteros de traspiés al frente del Ejecutivo, ve en Claudia la imagen de lo que él hubiera querido lograr en Colombia y extrapola allí su propia condición. 

Lo que sí es harto conocido en las corrientes de pensamiento de las izquierdas radicales del mundo es que su interpretación de la Historia es, por decir lo menos, sui generis. Lo que no ha ocurrido, se lo inventan.