A Petare no lo conozco porque me lo contaron o lo vi de la autopista a lo lejos. A Petare lo conozco porque allí comencé, crecí y me formé como profesional, servidor público y persona. Es la escuela que cualquier servidor público quisiera tener, con desafíos enormes pero de oportunidades inigualables para innovar y aprender. Mi amor por Petare comenzó mucho antes de llegar a la Alcaldía de Sucre, donde tuvimos la oportunidad de hacer gestión después de años de una desastrosa administración en la que el municipio y en particular Petare habían sido sumidos en el olvido y la desidia más absoluta.
Les cuento más sobre mi experiencia, es cierto que muchas de las cosas que pudimos lograr en Petare fueron gracias a la conducción de un equipo encabezado por el alcalde Carlos Ocariz, pero la mayoría de los proyectos allí concretados no hubiesen sido posible, y estoy seguro de que Carlos me dará la razón, sin la voluntad, el trabajo y la determinación de los petareños. No he visto un nivel de organización semejante. Una organización que no partía de la alcaldía, sino de las comunidades. Eso permitió que en cada rincón de ese mosaico lleno de laberintos que es Petare, nuestra acción llegara y lo hiciera muchas veces para cambiar vidas. Debo reconocerlo, hubo enormes dificultades en el camino, pero siempre había un líder en cada sector, calle o escalera dispuesto a advertirnos y ayudarnos a buscar soluciones. Esos líderes no desaparecieron con el fin de nuestra gestión, quedaron allí en sus comunidades, haciendo lo que siempre han hecho: servir, denunciar y combatir.
El Petare que siempre buscamos impulsar fue el que saliera en las noticias por las canchas inauguradas, por los espacios recreativos recuperados, por el número de jóvenes becados en las mejores universidades del país. No el Petare que hoy vemos en las redes sociales, ese donde el Estado entrega voluntariamente el monopolio de la violencia legítima a manos de grupos al margen de ley y cuando esos grupos se les vuelven incómodos, deciden imponerse llevándose todo a su paso y vaya casualidad, a los primeros que intentan llevarse por el medio son a esos líderes de los cuales les hablábamos, quienes han hecho posible que las comunidades no mueran en silencio, siendo los únicos en medio del control social impuesto por la dictadura los que se atreven a levantar su voz. En su razia el régimen madurista también se lleva por delante la vida de inocentes, jóvenes que son sacados de sus casas y asesinados por los órganos de exterminio de la dictadura solo porque “parecían malandros”.
Quizás mi opinión sea impopular, pero en Venezuela no hay pena de muerte, aunque no es lo que la mayoría desee, el peor de los delincuentes debe ser sometido a la ley y creo que está suficientemente claro que la FAES está muy lejos de encarnar la ley. No lo digo yo, lo ha dicho el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. También entiendo lo que sucede en la Venezuela madurista, donde más valor tiene el bolívar que el respeto de la ley y la gente harta de la impunidad apoya cualquier tipo de medida que se parezca a “mano dura”, sin darse cuenta de que al legitimar el asesinato de manera extrajudicial del malandro hoy, justificamos indirectamente el asesinato del estudiante, del que protesta, del periodista, del sindicalista mañana.
Los hechos de Petare tienen como únicas víctimas a la inmensa mayoría de quienes allí habitan, quienes me consta son en su gran su mayoría gente trabajadora, servicial y con enormes ganas de progresar. No es nuestro deber ni ser jueces, ni condenar a las personas por el lugar en el que nacen, eso es otro de los males que nos ha dejado el chavismo. Vendrán mejores tiempos para Petare y para Venezuela, de eso no tengo dudas. Mejores tiempos en paz. A mi gente de Petare les doy mi palabra de que pronto estaremos junto a ustedes reconstruyendo todo lo que el madurismo y la oscuridad han destruido. ¡Fuerza mi Petare!
@BrianFincheltub