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Notas sobre la Asamblea Nacional en Venezuela

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“Parle ment. Habla miente”, Víctor Hugo.
No caeré en la tentación de remontarme a los orígenes de la institución parlamentaria para no hacer estos comentarios más extensos de lo que quiero.
Me referiré a la Asamblea Nacional que, a la hora actual, constituye uno de los órganos secuestrados por el Estado PSUV. Mencionaré algunas derivaciones de esa circunstancia para evidenciar, otra vez, el grado de precariedad que resulta de un hecho indubitable; la AN no cumple con las tareas que a su naturaleza le correspondería en un genuino Estado Constitucional de derecho y de justicia, pero, sobre todo, democrático.
Orgánicamente, la AN, además de legislar sobre las materias de la competencia del poder nacional y sobre el funcionamiento de los entes que lo componen, tiene atribuida la función de control, lo que, dicho sea de paso, es la función que más carencias ha mostrado en estos veinticinco años de errática y corrompida administración, especialmente de las finanzas públicas.
No es solamente la AN, sino la Contraloría General de la República y, quizás más bien, debe apuntarse hacia el llamado poder ciudadano, que en ninguno de los entes que lo integran ha ofrecido prestaciones aceptables y, por el contrario, solo han servido para mimetizarse en la línea de cuadrar en la “legalidad” lo que no lo ha sido y, mejor dicho, lo ha contrariado.
Pdvsa es una prueba contundente y vergonzosa de lo que afirmo. Varios, casi todos en realidad de los que han presidido la industria en su desastroso desliz concupiscente y corrompido, han actuado, a la vista de todos, asociados para la práctica sistémica del peculado, entre los mismos factores del chavomadurismomilitarismocastrismoideologismo que son los que gobiernan a placer y no responden de sus acciones.
No se han tratado de casos aislados de desvío o apropiación indebida de fondos públicos; es que desde Rafael Ramírez hasta hoy han depredado la empresa y al mismo Estado venezolano casi todos y la AN no se ha percatado de lo que allí pasa, ni tampoco, claro está, se permitió investigarla como debió hacerlo.
¿A cuánto asciende la deuda pública? ¿Quién se ha ocupado de hacer un auténtico seguimiento a la gestión de los numerosos fondos creados con el visible propósito de obviar los controles del Estado? Chávez se aprovechó de eso, dispensando sin ningún control más de un centenar de miles de millones de dólares. Revisar el Fonden y los términos de su gerencia debió ser una tarea de la AN, pero no se hizo y ya vemos los resultados.
La AN debe controlar al BCV y no lo hace. Allí se origina buena parte de los problemas de las políticas monetarias desordenadas, que acaban condenando al país a una inflación galopante y a un déficit fiscal entronizado, lo cual compromete seriamente la planificación y el abordaje presupuestario.
Claro que la Coordinación Macroeconómica dispuesta en el artículo 320 de la Constitución no se ha cumplido en la dirección ínsita al dispositivo constitucional. El acobardado BCV no sabe decir que no y el Ministerio de Finanzas en solitario decide lo que hay que hacer. El control político de la AN tampoco en este asunto aparece. Como reza el dicharachero popular, brilla por su ausencia.
Puedo seguir desnudando las omisiones, equivocaciones, falencias de la AN, pero, más recientemente, se manifiesta el presidente del organismo hacia todos lados, dictando, o así pareciera, instrucciones al Ejecutivo en materia de política exterior y en otros campos se inmiscuye. A ratos pareciera más el canciller que el titular de la cartera.
El operador electoral del PSUV por excelencia y desde 2004, se adelantó el 28 y 29 de julio a todos, al CNE incluso, pretendiendo convencer de la victoria electoral del candidato presidente. Luego, reapareció en el episodio de la salida negociada de Edmundo González con un tono entre prepotente y pendenciero.
Últimamente, el diputado presidente de la AN se permite ordenar qué colegas diputados no entran al recinto de la Asamblea Nacional e incluso ha dispuesto cuáles suplentes sustituyen al titular ausente, aunque ello implique alterar la línea de sucesión. Jamás en la historia de la AN ni del Congreso de la República se vio algo así y mire que en tiempos de la lucha armada, en los años sesenta, se allanó la inmunidad de miembros del cuerpo, pero ceñido el procedimiento a la ley.
Debo confesar que tengo al diputado Jorge Rodríguez como un hombre inteligente y clave para el sostén y el accionar del Estado PSUV, pero aprecio que por momentos luce descontrolado y atrabiliario.
Desde el 23 de enero de 1999, una oposición incapaz y medrosa dejó hacer lo necesario y por allí comenzó la debacle, el cataclismo, la desrepublicanización y, luego, la manipulación electoral completó el cuadro anulando una y otra vez la patológica AN.
Mientras no cambie ese proceso que malogra la institucionalidad solo tendremos regresión, pobreza y subdesarrollo.
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