El Foro Económico Mundial realizado en Davos este año fue incluso más agotador y desconcertante que lo habitual. A los políticos les encanta decir que nunca hay que desperdiciar una crisis, pero también ellos parecían superados por los temas por tratar de una conferencia que apuntaba a captar todas las implicancias de la “policrisis” actual.
El problema no se trata solo de problemas individuales que se hacen más difíciles de solucionar cuando hay muchos de ellos, sino el hecho de que las actuales crisis se están retroalimentando cada vez más, compitiendo entre ellas por que se les preste atención. Con el trasfondo de las crecientes tensiones geopolíticas y el conflicto en escalada en Oriente Medio, los ataques hutíes sobre las naves de transporte que intentan circular por el Mar Rojo se han convertido en una fuente de preocupación para la economía global. Para empeorar las cosas, la sequía en América Central, subproducto de patrones climáticos cíclicos y los efectos de largo plazo del cambio climático, han limitado al mismo tiempo la circulación por el Canal de Panamá.
En Gaza, las consecuencias humanitarias de la guerra se agravan cada día más, con el número de palestinos fallecido elevándose por sobre los 25.000. En Panel tras Panel de Davos, las autoridades estadounidenses y una variedad de diplomáticos europeos y árabes plantearon sus visiones para detener la guerra mediante la integración regional y una solución de dos Estados.
En tiempos en que el apoyo estadounidense y europeo para la defensa de Ucrania va perdiendo fuerza, la casi absoluta atención sobre Oriente Medio ha hecho que el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, intente desesperadamente que su país vuelva a estar presente en el mapa estratégico. Justo antes de la conferencia, organizó una reunión de asesores de seguridad nacional, a quienes dirigió un apasionado discurso inaugural. Tras ello, se envió a funcionarios ucranianos a debates tan diversos como la inteligencia artificial o el comercio global, siempre buscando maneras de relacionar el tema con la guerra de Ucrania.
Finalmente, se llegó a un consenso general de que es necesario abordar ambas crisis, la de Ucrania y la Oriente Medio. Con respecto a Gaza, los cinco aspectos clave son un acuerdo para liberar a los rehenes israelíes restantes, avanzar en la normalización regional de las relaciones entre Israel y sus vecinos árabes, un camino realista hacia la solución de dos Estados, un esfuerzo regional para revitalizar la Autoridad Palestina, y una suspensión de las hostilidades abiertas en la frontera norte de Israel con el Líbano.
En cuanto a Ucrania, en una conversación con periodista Thomas Friedman, el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken planteó que ese país tenía que hacerse una idea más realista acerca respecto de la UE y las perspectivas de pasar a ser miembro de la OTAN. Pero también piensa que Occidente tiene la responsabilidad de poner a Ucrania en buen pie, tanto en lo militar como en su economía y su democracia. Todo eso suena muy razonable, pero el mayor desafío será conciliar las aspiraciones con las realidades políticas en este año electoral con altas apuestas. Mientras el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, parecen decididos a mantenerse en el poder para siempre, la realidad es que, de aquí a un año, Blinken podría volver a ser un mero ciudadano privado.
En los asistentes pesaba fuertemente la crisis de la democracia estadounidense. Puede que Donald Trump no haya estado presente físicamente en Davos, pero eso no impidió que su figura fuera un factor de todos los eventos. Muchos se preguntaban si la administración Biden gozaba del suficiente capital político para impulsar las soluciones propuestas por Blinken y el Consejero de Seguridad Nacional estadounidense Jake Sullivan. E incluso si pueden hacerlo, ¿qué ocurrirá si gana Trump?
Sin embargo, de todas las crisis en cuestión, hubo una que se robó el espectáculo: la IA. Todos los grandes nombres de las tecnológicas estaban allí: Sam Altman de OpenAI, Satya Nadella de Microsoft, el ex director ejecutivo de Google Eric Schmidt y Mustafa Suleyman, cofundador de DeepMind, entre muchos otros. Al ponderar las oportunidades y riesgos de la IA, todos los presentes estaban de acuerdo en que esta representa un desafío completamente nuevo y sin precedentes.
No hubo escasez de debates serios sobre la regulación de la IA, el rol adecuado del estado y qué avances cabía esperar. Pero lo que más me llamó la atención fue el nivel de discrepancia sobre la importancia que IA llegará a tener. Mientras que Suleyman y sus colegas creen que será tan crucial como el fuego o la electricidad, el historiador Niall Ferguson argumentaba que la importancia de la IA -como las criptomonedas- ha sido completamente exagerada.
Las crisis globales compiten por la atención de las personas, tal como lo hacen las redes sociales. A medida que nuevas e inesperadas variables interactúan con otras de maneras impredecibles, una sensación de sobrecarga complica la búsqueda de soluciones. El hecho de que 2024 sea un súper año electoral, con cuatro mil millones de personas pudiendo votar en más de 70 jurisdicciones, añade incluso más incertidumbre.
No es de sorprender el que la gente esté ansiosa. Una nueva e importante encuesta realizada por mi propia organización, el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, muestra que cinco grandes crisis de los últimos 15 años (la recesión global pos-2008, la crisis migratoria de 2015, la pandemia de COVID-19, la guerra de Ucrania y el cambio climático) han dividido a los europeos en “tribus de crisis” y han forjado nuevas identidades políticas que, con frecuencia, compiten entre sí.
A menudo nos quejamos de que los políticos, líderes de negocios y diplomáticos que se reúnen una vez al año en Davos están desconectados de la gente común y corriente. Pero en la actual economía de la atención, están tan confundidos como la gente que supuestamente representan.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
Mark Leonard es Director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y autor de The Age of Unpeace: How Connectivity Causes Conflict (La era del desasosiego: cómo la conectividad causa conflictos) (Bantam Press, 2021).
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