A veces…
Cuando saudade y morriña se unen, la tristeza toma dimensiones colosales, la vida pierde significado, el vacío se aposenta en el alma, el tiempo vacila, se estanca, el mundo se detiene, languidecemos víctimas de la melancolía y hasta el amor huye de nuestro lado, ni los pájaros soportan la presencia del cascarón arruinado en que nos convertimos… nos niegan su canto, nos arrebatan su vuelo, nos dejan sumidos en el silencio, ocultan su plumaje, vuelan lejos de nosotros dejándonos sin la posibilidad de disfrutar el brillo de sus colores y los destellos del alba.
No es que los pájaros sean malos o ingratos, es que no se la calan, nadie soporta las almas tristes, ni los perros siendo tan fieles soportan a los güevones deprimidos que andan salpicando a todos de frustraciones y nostalgias.
Cuando a la tristeza se une la melancolía, se hace más triste, más profunda y permanente, nos borra definitivamente la alegría, desvanece en humo de fogón los propósitos, no deja espacio para la diversión, encorva el cuerpo, encripta los deseos y hace cenizas las ilusiones.
Es una mierda la tristeza.
A veces…
Cuando nos desconectamos de la esperanza, cuando la incertidumbre nos estremece, cuando la garganta la corroe el llanto y hasta las lágrimas se resisten a humedecer el desierto que reina en la mirada, cuando la risa se congela y los labios resecos se vuelven un rictus de amargura y el dolor se aposenta en tu cuerpo de sapiens derrotado, es la hora de arreglar cuentas con la vida.
Cuando esto pasa…
Cuando tan descomunal tropel de sentimientos nos envuelve en su obscura cúpula de sombras, podemos recurrir a las salidas emocionalmente lógicas o improvisar estrategias que nos permitan recuperar el alma.
Podemos resistir tras un muro de recuerdos, podemos construir una muralla con los amores que gozamos y sufrimos, o podemos atrincherarnos tras los falsos éxitos obtenidos, podemos inventarnos pírricas victorias o fingirnos héroes de épicas batallas que jamás peleamos, podemos engañarnos como nos dé la gana, o podemos, escatológicos y gentiles plantarnos sinceramente ante nosotros mismos.
Hurgar en las turbulentas aguas del hastío, remover el tremedal de los sueños perdidos, reconocer las atrevidas gestas a las que nunca nos atrevimos, podemos reinventar los caminos que no recorrimos, los compañeros de viajes que no tuvimos y los otros, los reales, los que dejamos a la vera del camino, los que nos engañaron, los que traicionamos, los que no nos permitimos.
No es fácil…
Tampoco es sencillo…
Después de tanto esfuerzo tratando de explicar el mundo y el sentido de la vida, resulta triste, como toda tristeza, concluir que ni siquiera vivimos, que está prohibido vivir y que ni siquiera podemos aspirar a la recompensa de la muerte, porque ahora inventaron que después de muertos seguimos vivos y que la muerte es otra forma de vida.
Plantarle cara a la vida supone que estás al final del camino, pero si ahora un grupo de malvivientes haciendo uso de la ciencia hacen infinito el camino, nos encierran en un laberinto con paredes de espejos paralelos, convierten la vida en un mito cuántico para demostrar que no existimos y que tampoco existen ni la muerte ni la vida.
¿Y entonces?, ¿por qué tanta tristeza?, ¿por qué saudade?, ¿por qué morriña?
¿Por qué escribo? ¿Y tú, por qué me lees si no te lo he pedido?
¿Será que andas tan extraviado como yo? ¿Acaso buscas algún camino?
No, me temo que no hay camino, que tampoco andamos, ni hacemos caminos. Empiezo a creer que estamos detenidos, estancados, que somos imágenes congeladas de un peryphoto puesto por los hermanos Lumiére en las manos de un loco, a veces frenético, a veces catatónico e insensible.
Otras veces, las menos, creo que somos el fruto de un vientre bendito, en esperanza concebido, para habitar en la búsqueda sin fin, de laberínticos caminos, que a lo mejor no existen porque nos toca construirlos.
Y otras veces no creo ni en lo que creo y me convierto en un descreído.
Otras veces soy agnóstico, me invento un Dios, hablo, discuto, me peleo con Él y termino creyendo en mí mismo.
Lo que no he podido es ser ateo, porque no creer en Dios es otra forma de creencia, creer que no creo definitivamente no es mi credo. Para decir que no crees en Dios y poder negarlo, primero tienes que reconocer su existencia.
¿Y entonces amigo…? ¿Seguiste leyendo?
Respeto tu insistencia.
Las salidas emocionalmente lógicas, no son salidas, la huida no es válida y la cobardía no ayuda a sanar el alma ni a mitigar la tristeza.
Los expertos en tristezas, ajenas por supuesto, ocultan las propias, con gafas de intelectuales miopes y hablan de las tristezas de los extraños, doctoralmente y con fingida sapiencia.
Recomiendan unas cosas y niegan otras, en nombre de la ciencia, a veces yerran y otras aciertan, pero se olvidan del alma que es el asiento de todas las tristezas.
La tristeza anda por el mundo causando estragos, anda a la caza de solitarios desprevenidos, que caen rendidos en sus brazos descarnados y su silencio que nos convierte en piedras.
La tristeza se alimenta de los girones y de los retazos del alma.
Querido amigo, si andas buscando camino, despójate de la tristeza, bórrala hasta del diccionario, huye de la morriña y de la saudade, sana y recupera tu alma.
Te confieso, tristemente, si de algo te sirve, que después de “practicar” el conjuro que te dejo, mi tristeza está menos triste y que a veces la descubro, sonriente, discretamente alegre, tratando de ocultar su manto de tristeza.
Conjuro para sanar el alma
En noche de plenilunio
cuando se haga el silencio
tiende tu cuerpo sobre la tierra
deja que el polvo se haga polvo
al tiempo hacerse uno contigo
lanza tu alma tras las luces del crepúsculo
déjala recorrer todas tus reencarnaciones
deshojándolas una a una
que haga con ellas un lecho al final del arcoíris
pídele que se cubra con tres estrellas de la constelación de orión
que repose allí por siete vidas
y que de regreso
aprenda los colores que hacen el alma
del verde aprenda la esperanza
del azul la paz
del amarillo la luz
del blanco sabiduría
después que se balancee con fuerza sobre los primeros rayos de la aurora
de regreso invítala a despojarse del odio, del apego y de la envidia
déjala tomar tu cuerpo
y disfruta tu alma nueva.
Si ni así consigues mitigar los efectos de la tristeza, recuerda que son infinitos los caminos para retornar a la vida. Busca el tuyo. A lo mejor lo encuentras.
@wilvelásquez