OPINIÓN

Naufragio y rescate en sopa de letras

por Eugenio Fouz Eugenio Fouz

Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos” (Julio Cortázar)

Uno no deja de sorprenderse de las cosas que descubre cada día. Claro que para ver las cosas hay que saber mirar. A ver si me explico, uno tiene que estar disponible para el asombro. Imagine que llega a casa, enciende el televisor y ve a un político que así, de entrada, no le parece de fiar. Lo más probable es que se ponga usted a hablar solo y le niegue toda posibilidad de decir o prometer algo nuevo. De antemano no cree que ese señor diga la verdad, o lo que es peor, no espera nada bueno de él. Por aquí no vamos bien. Por el contrario, si cuando llega a casa, hay alguien viendo el informativo, a lo mejor es usted más prudente y no expone su criterio abiertamente. Si se trata de su mujer o uno de sus hijos, es probable que se explaye hasta que le pidan que se calle y les deje escuchar las noticias, que ellos no sienten esa aversión tan fuera de control que usted siente.

Consideremos la situación con calma. Esta situación puede ocurrir en muchos hogares. Los periodistas ni se imaginan lo que hablamos en voz alta con ellos. Aquellos espectadores que vivan con una pequeña fuerza de resistencia en su entorno -individuos a quienes no les dan la razón incondicionalmente-, sepan que son afortunados.

Ya nos acercamos al asunto… Esta mañana leía la respuesta a una entrevista a Javier Cercas -autor de novelas como El impostor, Soldados de Salamina– y el periodista Antonio Arco le preguntaba hacia el final qué buscaba en los libros. El extremeño respondió que buscaba “placer y conocimiento”. Arco siguió cuestionándole el sentido de la lectura con esta pregunta trampa: “¿Por qué cree que es necesaria la lectura?”, a lo que el escritor replicó: “No creo que sea necesaria, igual que no son necesarios el jamón de Jabugo o el sexo” (Antonio Arco, “Entrevista a Javier Cercas”, La Verdad, 28.06.2020). Sería importante entender esto. Comer jamón de Jabugo, tener sexo o leer, así en general, no es algo imprescindible para vivir. De las tres cosas, dos de ellas nos harán la vida más grata, mas no cuando sean practicadas a la fuerza.

Pues, estando yo en medio de una de estas actividades, descubrí de forma paulatina entre las primeras páginas de un libro estas líneas “Mas para que no pudiese traer al mundo algún hijo; “Amulio se encolerizó muchísimo cuando lo supo. Mas no la mató ; “Mas no había contado con el viento” (todas leídas en la página 12). Las páginas siguientes continúan empleando la conjunción “mas” en lugar de “pero” o “sin embargo” a las cuales me había acostumbrado yo toda la vida. Quiero agradecer a Domingo Pruna, traductor del italiano original de Historia de Roma de Montanelli al castellano, mi reencuentro con la conjunción adversativa que había caído en desuso y recupero a partir de esta lectura.