Se está cumpliendo un milenio del nacimiento del Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, lo cual amerita de mi parte un recordatorio y un sublime reconocimiento. No soy ni he cultivado la filosofía, tampoco la teología, lo que no obsta para que el Aquinatense esté presente de una u otra manera en nuestras vidas. Es así porque su influencia ha sido portentosa y sus ideas son parte fundamental de la doctrina católica, pues se sigue inspirando en ellas, y las plantea y replantea con permanente frescor a través del transcurso de los siglos. Pocos filósofos han trascendido su época como lo ha sido Santo Tomás; en suma se trata de un pensador que se lee y relee con permanente actualidad.
Mi formación es en primer lugar politológica y en segundo lugar jurídica, y en ambas está presente, directamente a través de sus escritos e indirectamente a través de sus discípulos de ayer y de hoy la figura del Santo. No puede ser de otra manera para los que nos hemos nutrido del personalismo cristiano, y así Santo Tomás de Aquino se nos hace presente primeramente a través de Maritain, pero también de otros autores que nutrieron su obra de las ideas de Santo Tomás.
Temas centrales de la teoría política de alguna manera fueron abordados por el Doctor Angélico, y mantienen su vigencia de diversas maneras en nuestra modernidad. Son los casos, solo para citar algunos, de su concepción positiva del Estado, comunidad política perfectible donde nos realizamos como personas y perseguimos el bien común, lo cual no reniega del bien individual de cada miembro de la comunidad política en particular. En sus propias palabras: “Siendo pues, el hombre parte de la ciudad, es imposible que un hombre sea bueno si no guarda la debida proporción con el bien común”. Santo Tomás de Aquino valoró la relevancia de la autoridad política y su inserción como un concepto central de la ley natural, expresión de un orden natural y racional como ideal de vida de los seres humanos. Ley divina, ley natural y ley positiva se encadenan en una unión armoniosa donde se realiza el ser humano, primero como hijo de Dios, pero también en su condición natural en la comunidad política donde despliega su vida y contribuye a la realización de los valores éticos que deben plasmarse en su acción. En suma, la comunidad política y el Estado donde se condensa el poder político deben procurar la paz donde se armonicen constructivamente las diferentes posiciones
Otro aspecto de permanente actualidad de Santo Tomás es el de la obediencia política. Aunque estableció rigurosas observaciones que dificultan recurrir al tiranicidio, nuestro pensador es muy claro en señalar los límites de la obediencia a los regímenes injustos (hoy diríamos a los violadores de los derechos humanos), lo que exige a los miembros de la comunidad asumir la resistencia activa frente al despotismo, tanto como un derecho y un deber de resistir a sus arbitrarias acciones y decisiones.
Uno de los aspectos de la portentosa obra de nuestro Santo Tomás digno de señalar en esta corta reseña de su significación y actualidad lo es su relevancia de las cuatro virtudes cardinales: la moderación, el valor, la justicia y la prudencia, gracias a las cuales los seres humanos nos guiamos hacia el bien tanto en lo personal como en su irradiación comunitaria.
Santo Tomás de Aquino fue en buena medida un discípulo de Aristóteles, y se ha planteado el tema discutido de su “cristianización”. No tengo autoridad para participar en un debate que me supera, pero como creyente católico que valora la trascendencia del hombre como hijo de Dios por sobre la inmanencia de su concepción exclusivamente terrenal, comparto el punto de vista que señala que la síntesis teológica del Doctor Angélico se separa de la visión del Estagirita para integrarse con indiscutible originalidad a una visión celestial expresada en la Revelación.
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