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Mi máquina de escribir invisible

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Imagen de Tim Hauswirth en Pixabay

Googleamus igitur” (La Boca del Logo)

Serán cosas mías o el trabajo de doblaje de las series de televisión, pero hay una escena curiosa en Los Simpson en la que Homero se acerca a denunciar algo a la comisaría de policía y se encuentra con el jefe Wiggum sentado tras su escritorio. Aparentemente interesado en el relato de los hechos, en un momento dado se gira a un lado para señalar la importancia de lo que le está contando Homero mientras dice textualmente: “Así que la voy a mecanografiar con mi máquina de escribir invisible”. No parecía que el jefe Wiggum se preocupase demasiado por las demandas de los ciudadanos de Springfield. Lo que no imaginaba era que, en cierto modo, su  máquina invisible sería una aproximación a la realidad de la escritura predictiva.

Bueno, tal vez, estemos yendo un poco lejos. A ver, una máquina que no vemos, los dedos que tocan las teclas en el aire y el compás del pi-pip-pi-pip nos acercan a la computadora de “inteligencia artificial metomentodo” que nos termina las frases, cierra las líneas de un ensayo y trastoca el sentido de un Whatsapp. Dependiendo de la jerarquía que ocupe en el sistema, el texto predictivo es capaz, entre otras cosas, de enviar correo a destinatarios no deseados y autoenviarse accidentalmente (esto sucede en el correo electrónico con frecuencia). Por otro lado, en el envío de mensajes de Whatsapp el desorden, si ocurre, podría hacer mucho daño. Yo he enviado, contra mi voluntad, mensajes inapropiados debido al contexto en el que interactuaba con un compañero de trabajo o una amiga que por vergüenza no me atrevo a repetir aquí.

Alex Grijelmo contaba varias anécdotas en su columna del domingo (Alex Grijelmo, “El corrector incorregible”; El País, 23.10.2020). Los equívocos eran ocasionados por el abuso del corrector automático. Comenzaba relatando la confusión provocada por el cambio de una simple letra -la n- en la palabra “gorrinos” arrebatando el sentido a la palabra gorritos.

Quizás no todo sea malo en la escritura predictiva. Hay ocasiones en las que esta función ayuda a redactar una carta, una queja, una declaración de amor. Siempre habrá gente que opte por utilizar este tipo de inteligencia.

Otras veces, el texto predictivo descubre cosas que no seríamos capaces de detectar por nuestra cuenta. En fin, que uno no es partidario de la escritura predictiva impuesta por la máquina. Uno sí es partidario de la imaginación y el ingenio que guardamos nosotros. La máquina de escribir invisible le viene bien al jefe Wiggum de vez en cuando para escaparse de la nada. Nuestra máquina de escribir invisible contiene seis letras, es universalmente poderosa y tiene que ver con la cita de esta columna. El texto clásico de la primera línea del Gaudeamus igitur [1] es transformado en lema moderno y único gracias a la mano del artista que arranca de la actualidad mundial angloamericana del siglo XXI como consecuencia de la energía omnipresente del buscador enciclopédico de carácter semidivino llamado Google.

 


[1]Gaudeamus igitur” (primera línea del himno universitario que entonan los graduados:“Gaudeamus igitur, iuvenes dum sumus” (alegrémonos pues, ahora que somos jóvenes)

 

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