El llamado Discurso de la Última Cena que trae Juan en su Evangelio (13-17) no sólo se adentra en la intimidad de Dios, sino que ofrece sintéticamente las líneas maestras de la comunicación de Dios ad extra y el sentido último de la historia humana.
La circunstancia de ese mensaje es la comida de Pascua celebrada por Jesús con sus más cercanos discípulos; en ella culmina la celebración central judía, iniciada con el sacrificio del cordero pascual del Éxodo, y se inaugura el rito eucarístico del memorial de la muerte y resurrección del Señor. Antiguo y Nuevo Testamento tienen aquí su punto de convergencia y partición.
El Evangelio de Juan, de especial hondura teológica, ofrece en este mensaje de despedida de Jesús una especial organicidad y visión de conjunto, tanto en lo doctrinal como en lo operativo. En cuanto a lo doctrinal, es notable el paso que se da en la revelación de la entraña misma de Dios. En efecto, de una concepción monoteísta, que presenta una imagen rigurosamente monolítica, acentuando los rasgos de unicidad, infinitud y omnipotencia divinas, pasa a otra de la divinidad como relación interpersonal, comunional. Padre, Hijo y Espíritu Santo se muestran como personas distintas que conforman una comunidad de vida. Los términos de generación y procedencia identifican el nexo entre las divinas personas (el Padre genera al Hijo y juntos espiran al Espíritu Santo), las cuales forman una estrecha unidad. Lo que la reflexión filosófica alcanza de la persona como relación a otra, la revelación la profundiza en Dios como íntima comunión de personas, al punto de que constituyen una sola naturaleza, sustancia o ser. Ahí reside el misterio de Dios, que la razón por sí sola no puede desentrañar, sino sólo admirar, pero que la revelación descubre en su honda realidad.
Dios Trinidad proyecta su intimidad comunional en su obra creadora, al producir al ser humano a imagen y semejanza suya, constituyéndolo como ser social; el perfeccionamiento humano habrá de seguir entonces una flecha no sólo de desarrollo íntimo, sino también e ineludiblemente de progresión relacional. Y siguiendo está dinámica creadora la creación entera conforma un conjunto ecológico relacional, por lo que el Papa Francisco ha llegado a utilizar la expresión “comunión universal” para designar la unión de los humanos con los demás seres del universo (Laudato Si´ 220).
En su encuentro de la última Cena Jesús expone a sus discípulos el plan de Dios salvador sobre todos los humanos: “No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos, que por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre en mí y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”” (17, 20-21).
A la luz de esta enseñanza se entiende el sentido de lo que Dios quiere en última instancia de sus discípulos y de todos los humanos ¿Cuál es el principio máximo operativo, el mandamiento primero y principal? Dice Jesús: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor (…) Lo que os mando es que os améis los unos a los otros” (Jn 15, 9-10.17).
Característica predominante en la moral cristiana es, pues, la inseparabilidad del amor fraterno del amor a Dios. Esto aparece de modo patente en la narración que Jesús mismo hace del Juicio Final (Mt 25, 31-46), y que constituye una advertencia seria frente a todo intento de constituir la fe y práctica religiosas independientes del relacionamiento servicial con el prójimo.
La existencia y misión de la Iglesia han de ser interpretadas en este marco teórico-práctico del plan salvador de Dios. Esto lo pone de relieve el inicio mismo del documento principal del Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, al definir a la Iglesia como signo e instrumento de la unidad (comunión) de los seres humanos con Dios y entre sí.
La comunión viene a ser la categoría articuladora del entero mensaje tanto teórico como práctico cristiano. El mensaje de Jesús en su Discurso de la Última Cena es la presentación sintética del sentido unificante (amorizante) del plan divino creador y salvador.
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