«Louis writes; Susan writes; Neville writes; Jinny writes; even Bernard has now begun to write. But I can not write» (VIRGINIA WOOLF)
Era una actividad que le hacía sentirse bien en su trabajo. No estaba obligado ni tenía por qué complicarse la vida, y sin embargo, mi colega, profesor de inglés como yo, se atrevía a intentar la aventura un año más. Ese año falló la escuela del país extranjero con el que realizaba estancias de inmersión en familias a modo de intercambio cultural. Buscó otro centro escolar dispuesto a recibir a un pequeño grupo de alumnos españoles en las viviendas de alumnos británicos durante un periodo de siete días para incentivar el uso de la lengua inglesa en un entorno natural. Obviamente, los pupilos de la tierra de Chaucer serían acogidos en los domicilios de los alumnos españoles. No fue fácil encontrar un colegio inglés comprometido con el proyecto. Finalmente ocurrió.
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Un joven canario (de Tenerife) quiso darle una sorpresa a un amigo con quien había entablado una relación a través de redes sociales a lo largo de tres años. Vuela a Madrid. De Madrid toma otro avión a Estados Unidos. Una vez allí se dirige a Orlando (Florida) para alegrar el día a su amigo. Daniel Barrera cuenta en un vídeo de TikTok que no es capaz de entender la rapidez de ciertas personas para desvanecerse sin dejar rastro. El iluso adolescente recorre 6.000 kilómetros ―6244 km para ser exactos― de Tenerife a Orlando para nada. Bueno, para nada no. Al final de la travesía, tras la decepción bestial, Daniel graba un vídeo en el que dice que supo aprovechar su estancia en América para visitar el parque de atracciones de Disney, ver cocodrilos y adquirir una pistola. Esto que cuenta de la pistola resulta cuando menos inquietante. («Viaja 6.000 km para conocer a la persona con la que lleva hablando 3 años y le dan plantón»; La Vanguardia,2.05.2022)
Lo que le ha sucedido a Daniel se conoce como «ghosting» (del inglés «ghost«: fantasma). Esta situación consiste en la volatilización de un individuo sin dar explicaciones. Desaparecer sin dejar huella. Los motivos de este extraño fenómeno tienen origen en la superficialidad de las relaciones de la sociedad moderna en la cual uno habla con gente a la que no conoce de nada. También ayuda la facilidad de la gente para vivir otras vidas en mundos paralelos, la mayoría de las veces virtuales.
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Supongo que a estas alturas ya debe de estar preguntándose, querido lector, adónde quiero llegar. Seguramente trate de entender la relación existente entre la historia inicial de mi colega -Emilio- con el caso de Daniel Barrera. Pues bien, el año que mi colega iniciaba una relación con un colegio inglés tuvo la cautela del hombre sin prisa, del hombre calmado. Emilio seguía un protocolo. Según ese protocolo, ambos colegios compartirían información sensible de las familias de intercambio: direcciones, teléfonos, alergias médicas, etcétera. A mi amigo le extrañó el mutismo del profesor inglés a la hora de facilitar los datos de las familias británicas. El profesor se limitaba a proporcionar información sobre los hobbies de los chicos y poco más. Antes de continuar con el proyecto de intercambio, Emilio solicitó contactar visualmente con el colegio extranjero, saber quién era el profesor a cargo del grupo, mas este se excusó en dos ocasiones. El profesor de inglés reunió a las familias españolas para exponerles la situación. Y mi cauto amigo renunció entonces a un viaje con sus alumnos hacia lo desconocido.
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