“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla” (Gabriel García Márquez)
Si tuviese la suerte, amable lector, de contar con una lámpara mágica de esas con genio que concede tres deseos y uno de ellos fuera dar marcha atrás en el tiempo ofreciéndole empezar de cero desde el inicio de la pandemia, ¿qué le pediría usted al geniecillo?
En el caso de Javier Barral Lijó, creo que él habría optado por una prórroga de tiempo larga para memorizar más dígitos de los ya aprendidos durante el confinamiento. Barral Lijó es un químico gallego que pasó el tiempo de la cuarentena española encerrado en Valladolid.[1] Mientras preparaba su trabajo de fin de máster tuvo la ocurrencia de aprenderse de memoria el mayor número posible de decimales del número pi. Cuantos más, mejor. Como es bien sabido, el número pi es una constante matemática que se emplea para hallar el área de un círculo. Todos recordamos de la escuela que el número pi es igual a 3,14.
Durante dos largos meses de encierro Javier recitó en voz alta o en voz baja la serie de decimales que sigue a esta secuencia: 3,14159 26535… Aquí solo vemos 10 decimales. Debió de sentirse cómodo como si estuviese en una carrera de fondo –hay que decir que el gallego es triatleta– y digo yo que pensaría: “Ya puestos, voy a añadir otros treinta más, o puede que pensara, “por qué no otros 40 o 70 más. Es fácil”. Este Funes memorioso llegó a aprenderse más de 10.000 dígitos llegando a la meta de los 15.469 decimales. (Ha leído bien, 15.469 dígitos. Uno tras otro, metidos en su cabeza ordenadamente y sin fallos). El resultado de su aprendizaje, obviamente, fue evaluado por un tribunal riguroso que certificó la validez de su recitado de cifras (“Un químico gallego bate el récord español de memorización del número pi con 15.469 dígitos” ABC, 28.7.2020).
Volviendo a la cuestión inicial, es decir, suponiendo que se encontrase usted con un genio y estuviese en su mano vivir el tiempo de cuarentena de nuevo, le pregunto si como en el caso de Javier Barral disfrutase de buena memoria, ¿qué haría con ella?
¿No querría aprender de memoria varios poemas largos? Imagine ser capaz de recitar cualquier poema de Lorca en voz alta, leer los versos de Rimbaud y Baudelaire de corrido en su lengua original. ¿No sería más práctico aprender la clave PIN de la cuenta del banco, el número PIN de su smartphone, las contraseñas de correo? ¿No le resultaría útil memorizar el número de la Seguridad Social, la placa del carro, la fecha del aniversario de boda? ¿Acaso no estaría bien aprender la letra entera del “Idiot Wind” o “Like A Rolling Stone” de Bob Dylan?
[1] El periodo de Estado de Alarma comenzó el 14 de marzo y finalizó el 21 de junio de 2020