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Abril 21, 2025


Marx y la crisis

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Yo me he definido alguna vez como marxista. Lo reitero. Claro que a estas alturas en un sentido preciso. Los fenómenos humanos no son explicables sin situarlos en la materialidad económica, más precisamente, en la distribución de la riqueza, la desigualdad y sus conflictos de diversos niveles. En “última instancia”, para utilizar la útil muletilla teórica. Digamos que eso abre la “posibilidad” de una comprensión veraz de las realidades humanas. Tal cosa hicieron los griegos antiguos con la matemática. O Galileo con las ciencias naturales, en su caso con la física. Descubrir el método de tematizar objetivamente esa región o continente de fenómenos.

Después, claro, ha llovido a mares en esos territorios. En el caso de las humanidades, queda por dilucidar si el universo humano está dotado de libertad y a qué nivel, por ende, solo pasible de un peculiar tipo de saber. Pero siempre habrá una forma privilegiada gnoseológicamente de abordar sus fenómenos en general y, diferenciado, sus parcelas en particular –Freud, por ejemplo, en la psicología–.

Por supuesto que la concepción de Marx del universo capitalista debe ser pasible de innúmeras modificaciones. Pero en la realidad, sin duda, nadie ha marcado el capitalismo como él: se ha constituido en su nombre un inmenso mundo comunista, hoy enterrado, y para modificar sustancialmente las aristas más inhumanas del capitalismo. Ahora bien, las versiones leninistas y estalinistas que dieron lugar al imperio comunista ciertamente son emanaciones de la obra de Marx, pero solo posibilidades de ésta, hoy sabemos que torcidas e inviables, residuos de éste aún subsisten en el planeta.

Como todo gran sistema de pensamiento puede dar lugar a las más diversas versiones. Como el cristianismo milenario que a pesar de su esencia dogmática se ha hecho y rehecho en las diversas etapas históricas de su vigencia. O el racionalismo moderno y a lo mejor ya posmoderno.

Muy sucintamente yo diría que la crítica al marxismo-leninismo y al estalinismo puede reposar sobre una peculiar premisa que es que Marx pensó el tránsito al socialismo en países con alto desarrollo, proceso más distributivo que productivo, contrario a lo que sucedió históricamente. En el plano político esto daría lugar a un tránsito más apacible y por ende una democracia proletaria más breve y realmente amplia, fundamentalmente una barrera a la respuesta armada de las clases derrotadas por el acto revolucionario.

En síntesis, diría que lo que nos enseña la caída del Muro de Berlín es que no se puede suprimir totalmente la iniciativa privada económica, coordinada con el Estado. Puede que el hombre deba amar a su prójimo, pero nunca como a sí mismo. Y aceptar la democracia, pero entenderla como un sistema condicionado por las desigualdades económicas y por ende siempre precario y limitado en busca de la igualdad y la expansión a los más, en absoluto exenta de la influencia de las contradicciones de los grupos humanos: una elección norteamericana cuesta miles de millones de dólares.

No me disgustaría llamar a esas sociedades más sanas, socialdemocracias, hasta nuevo aviso histórico. Por supuesto es un tema que da para bibliotecas.

Pero es evidente que la actual crisis planetaria, que aterra a la especie toda, puede resumirse en que más allá de las relaciones políticas y económicas, que mantienen ciertos equilibrios mundiales, solo ciertos, lo que ha brotado sin máscaras es la voracidad económica sin límites, sus contradicciones y su bestialidad, orquestada por un poderoso demente llamado Trump. Hablamos con el mayor desparpajo de una guerra mundial comercial o económica. Sin misiles, con aranceles, por ahora. Las leyes e instituciones internacionales han sido verdaderamente dañadas, transgredidas. La ONU y otras instancias planetarias desacatadas sin vergüenza, ni excusas. Solo la economía de cada quien cuenta, orquestadas por las decisiones del orate fascista, que solo quiere sus socios serviles y víctimas. Algunos luchan por su integridad misma.

La verdad sea dicha, Marx nunca pensó que su concepción materialista aparecería tan desnuda y amenazante ante los pueblos del planeta. Correlato necesario e hiperbólico del individualismo competitivo del capitalismo avanzado, del neoliberalismo para ser más preciso. Que cada quien luche por lo suyo y que cada nación sea la vorazmente beneficiada. El otro, allá él y su ámbito vital, nada de prójimo, ninguna cercanía. Hasta burlar los nexos tradicionales que se han compartido, mientras menos mejor. American first.

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