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¿Represión a lo Nicaragua? ¿Colapso del régimen? ¿O una solución sin vencedores ni vencidos? Qué le espera a Venezuela

María Corina Machado ha conducido la estrategia de cambio con maestría. Ha tenido la rara virtud en el campo de la política de fijar metas y luchar hasta cumplirlas, con fuerza y sin perder el sentido de las negociaciones oportunas en beneficio del logro de lo que se ha propuesto. Desde hace más de dos años, la líder en la que se ha convertido se propuso encabezar el cambio político con una estrategia definida, pero con la flexibilidad necesaria para evadir al enemigo y ganar aliados. Se ha convertido en una política de raza, a la cual Maduro, Diosdado, los hermanos Rodríguez y el general Padrino no logran descifrar.

En ese combate, María Corina ha alcanzado alturas sin precedentes en el aprecio de los venezolanos, dentro y fuera del país, así como en el ámbito internacional, en el cual gobiernos, partidos y personalidades de distintas procedencias ideológicas, muestran su apoyo y admiración. Ella ha transitado el camino de la política y su constancia la ha colocado en el alma nacional, con tanta solidez que se ha convertido en un verdadero fenómeno espiritual. La gente confía en ella no porque tenga un secreto bien guardado sobre cómo vendrá la hora de la libertad  secreto que a lo mejor tiene , sino porque representa la esperanza y el dolor del país. Ella no lo sabe todo, pero está al lado de todos.

Ha dirigido tres victorias magníficas: la primaria, las elecciones del 28 de julio y la demostración incontestable de la victoria obtenida, con las actas en la mano. Ha derrotado a Maduro en toda la línea y lo ha hecho de tal manera que todavía el sujeto no se levanta de la lona. Lo ha hecho con contundencia, a veces con el puño cerrado frente a los enemigos de la libertad, y a veces con la mano abierta para entenderse y construir un amplio frente democrático. 

Cuando obtuvo 93% de los votos de la primaria, con la mitad de los cuales más de uno se habría alzado, tuvo la prudencia y generosidad de procurar la candidatura de Corina Yoris, que en horas se convirtió en un fenómeno electoral, y luego la de Edmundo González Urrutia, que logró pasar por debajo del radar. El régimen pensó que jamás sería posible la transferencia de los votos de la líder fundamental, y cuando se dieron cuenta, ya Maduro había recibido una pela que lo tenía grogui.

María Corina y Edmundo han logrado un apoyo internacional sin precedentes; presidentes y jefes de gobierno, parlamentos y partidos políticos, individualidades relevantes en el campo de la cultura, de la política y las empresas, han mostrado solidaridad y apoyo. Los premios que han recibido expresan el valor que, con justicia, les atribuye la sociedad mundial.

Mientras tanto, ha ocurrido un fenómeno que Maduro tiene interés en ocultar. El grupo de poder se ha dividido como nunca antes; pero, más aún, ha ocurrido una transferencia orgánica de poder dentro del quinteto del horror. Casi todo el poder ha pasado a manos de Diosdado Cabello, con dos instrumentos clave: el discurso del régimen es el de él; es quien dirige al gobierno desde la televisión, y quien dice a quienes hay que reprimir, apresar, amenazar y extorsionar; y luego, tiene los instrumentos en sus manos para cumplir sus propias amenazas, provocaciones y desafíos, con las policías que controla. Señala a sus enemigos y les envía los matones; incluso, ha logrado someter a su mando una institución militar de pésima fama, como es la DGCIM y sus equipos de tortura y muerte. Hay que tomar en cuenta que el Alto Mando Militar se ha escurrido en lo fundamental de la actividad represiva; siguen los generales haciendo su papelón de payasos en el circo cuando están al lado del tóxico, pero se escabullen cuando pueden para no aparecer a su lado.

Ante esta debacle, el régimen ha optado por darle cierto oxígeno a los que supuestamente son los “sensatos” en el campo empresarial y de una falsa oposición: los “normalizadores”. El grupo de empresarios y de quienes se han apropiado de una representación de la sociedad civil que nadie les ha dado, se han convertido en la nueva cara del régimen, en el momento en que la mayoría de los integrantes de la cúpula gobernante prefiere el silencio. Sin embargo, esta treta no ha dado resultados distractora.

Al comprender cómo el régimen se ha agrietado, María Corina ha establecido una estrategia clara. Esta consiste en reagrupar una fuerza popular, con la dificultad propia de un equipo dirigente perseguido y con muchos de sus dirigentes en la clandestinidad; y se ha trazado un objetivo: cobrar; cobrar la victoria del 28 de julio; cobrar lo que los venezolanos se ganaron en buena lid, en forma pacífica. Esta decisión estratégica y la voluntad de regreso expresada por el presidente electo, Edmundo González Urrutia, aseguran una dinámica de movilización popular para hacer cumplir el mandato del 28J.

Como María Corina ha dicho, el 10 de enero es un proceso en construcción; los acontecimientos son fluidos y pueden darse antes; también pueden ocurrir en esa fecha o inmediatamente después; lo fundamental es la voluntad nacional de cobrar. Frente a la tesis de Maduro de que “cobrar” el resultado electoral es fuente de una guerra civil, hay que destacar que en Venezuela no hay bandos; Maduro no tiene respaldo popular alguno que pueda constituir un “bando”, más bien la unidad lograda por María Corina desde las primarias en adelante hace imposible cualquier amago de guerra civil. La única guerra es la declarada por el régimen en contra de los venezolanos mediante el uso de la fuerza policial, civil y militar. Testimonio de lo cual son las centenas de presos políticos, los asesinados, perseguidos, torturados, exiliados y enjuiciados; así como el ensañamiento criminal en contra de los asilados en la Embajada de Argentina, que el 20 de diciembre cumplieron nueve meses completos refugiados allí. 

María Corina Machado tiene la estrategia de reunir las fuerzas nacionales e internacionales, civiles y militares, de derecha, centro e izquierda, para obligar al régimen a salir de Miraflores. Esa es la perspectiva y es la esperanza. Ojalá sea mediante una negociación a la que Maduro huye. Es lo que conviene.

 

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