
Por equipo editorial
La devaluación, como era de esperarse para este 2025, sigue avanzando «a paso de vencedores». Ello ha hecho prácticamente desaparecer el salario mínimo vigente de 130 bolívares, el cual es el mismo, en la mayoría de los casos para los empobrecidos educadores venezolanos.
El madurismo ahora intenta disfrazar la anulación salarial con el pago de unos «bonos» que apenas superan los 100 dólares al mes, sin incidencias salariales de ningún tipo, ni tampoco sobre vacaciones y aguinaldos, los cuales en el mejor de los casos alcanzan para pagar el transporte público, y dos o tres días de alimentos. Es decir, el madurismo ha condenado al magisterio hasta la anulación de la carrera educativa en todos sus términos y posibilidades de ser una profesión digna.
Ante esta realidad, especialistas y organizaciones del área de la educación han alertado que a este paso no habrá docentes en Venezuela para 2032, y peor conocer que en instituciones como la ULA- Táchira la matrícula de educación pasó de tener 3.800 estudiantes a solo 9 este 2025 {1}, lo cual demuestra la gravedad de cómo el régimen ha liquidado en su estructura y por completo el proceso de enseñanza, aprendizaje, investigación y formación humana en el país.
Mientras esto ocurre también aumenta la deserción estudiantil, pues no hay motivación alguna para asistir a escuelas y liceos cuando los padres de los niños y adolescentes no tienen ni para alimentarlos o darles de vestir, y otros porque prefieren ir a trabajar que pasar necesidades en sus planteles. O sea, el panorama es cada vez más desolador. Y esto ocurre en una crisis económica y social que se agrava todos los días.
En este contexto no hay solución en el corto plazo mientras los salarios de los docentes y los trabajadores no sean mejorados para poder hacer frente al deterioro de la calidad de vida. Es una razón que se impone sobre cualquier exigencia o pedimento de la burocracia madurista, que hasta amenaza con despedir o sancionar a quienes no vayan a trabajar todos los días con esos miserables salarios, siendo este problema parte del fondo de la destrucción educativa.
Por ahora, la educación venezolana avanza hacia su entierro definitivo y, por ende, hacia la aniquilación de Venezuela como país.
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