Recibieron andanadas de gritos de rechazo y de barro y salieron airosos. Así fue la visita el domingo de Felipe VI y la reina Letizia a Paiporta, a la zona más golpeada en la Comunidad de Valencia por la DANA —siglas de depresión aislada en niveles altos, la gota fría en nuestro ámbito—. Los acompañaban el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón. La comitiva fue recibida con insultos, puñados de barro y lanzamientos de objetos por numerosos vecinos molestos hasta la indignación, tras las numerosas pérdidas de vidas (más de 70 solo en esta localidad) y destrozos de viviendas, calles, plazas, automóviles. Era palpable la necesidad de desahogo ante la sensación de abandono en los momentos más duros de la terrible riada.
Paiporta es un municipio que está ubicado apenas a 15 kilómetros de la ciudad de Valencia, capital de esta autonomía del este peninsular, que luego de las torrenciales lluvias y fuertes vientos que se desataron el martes pasado, más el desbordamiento de ríos, muestra un paisaje semejante al que deja una batalla bélica: casas agujereadas y en ruinas, autos bajo el agua y capas de lodo, calles atiborradas de escombros. Pero, sobre todo eso, el dolor y la impotencia de familias que lloran a sus muertos y resienten la pérdida también de sus propiedades.
Durante días las casas se quedaron sin agua, sin electricidad ni comunicación telefónica, mientras los vecinos buscaban a familiares y amigos, o los rescataban de la riada embravecida, y esperaban la ayuda oficial que, entre sorpresa, burocracia y desinterés, tardó en llegar, o fue insuficiente, a las zonas más afectadas. Hasta el domingo el registro de muertes en la comunidad valenciana pasaba de 200 personas.
Los gritos de “asesinos”, “mentirosos” y términos más soeces fueron parte del recibimiento, que obligó a la intervención del personal de seguridad para proteger a las autoridades. Así ocurrió con Pedro Sánchez, quien pronto se retiró del lugar y luego, desde un lugar seguro, dio unas lamentables declaraciones contra los “violentos”. El rey y la reina y Mazón soportaron el chaparrón de insultos y los impactos de barro. Las imágenes mostraron al jefe del Estado español y a su esposa con las ropas manchadas, también sus rostros y manos.
Conmocionados, Felipe VI y Letizia desecharon los paraguas que le ofrecía el personal de seguridad para protegerlos, se acercaron a los vecinos, los abrazaron, caminaron sobre el lodazal y, como recogió la prensa española, dieron la cara en un momento de tensión y de desahogo de la rabia acumulada por horas que parecieron infinitas ante el desastre a la vista. La DANA, de desastre natural se convirtió en una tormenta política, donde salieron a flote los cálculos interesados ─la Comunidad de Valencia está gobernada por el partido opositor, la derecha─, acusaciones de un lado y otro y se hizo visible, para más desgracia, el naufragio de la institucionalidad y la cooperación.
El desastre humano y material suscitó tanto el asombro como la solidaridad de miles de ciudadanos que han ido a echar una mano en la recuperación de un área devastada. También el encono ante la impotencia y la desolación. La política, y los políticos, en particular quienes gobiernan, en fin, deberían hablar menos y hacer más. Siempre será mejor y rendirá más rédito, frente a lo inesperado y las calamidades que nos presagia el cambio climático, construir consensos, separar lo medular de lo que anima la tertulia política y las reuniones a puerta cerrada y colocar a la gente en el primer lugar de su agenda política. Caminar, en fin, sobre el lodo.