«Aunque tú no lo entiendas, nunca escribo el remite en el sobre por no dejar mis huellas» (Quique González)
Contaba Alejandro Sanz en el programa de televisión El Hormiguero (10.09.2020) que el guitarrista Paco de Lucía le había dicho un día una frase que le dejó tocado mientras hablaban de sus aficiones. El gaditano le explicaba al cantante de “Corazón partío” cómo había empezado a interesarse por el cultivo de la huerta y los melones conversando con un viejo en el campo. El guitarrista le dijo a Alejandro que en el mundo había muchos mundos, pero que el problema era cuando uno se creía que su mundo era el mundo.
A una joven le impiden acceder a un museo de arte en París a causa de su vestimenta inapropiada. (“Denunció que la obligaron a cubrirse el escote en un museo de París: ‘Me siento vencida, obligada y avergonzada», La Nación; 11.09.2020). Según parece, la joven parisina llevaba un vestido con escote en uve o cruzado, porque para ser objetivo hay que precisar si se trata de uno u otro tipo, y la longitud exagerada del corte no ayuda a distinguirlo. Con todo, vamos a pensar mal. Digamos que el escote es desmedido y está fuera de lugar ¿Acaso no estamos en un museo de arte moderno?
El Museo de Orsay –Musée d’Orsay– es una pinacoteca parisina dedicada a la pintura del siglo XIX que, entre otros, cuenta con cuadros de Manet, Degas, Toulouse-Lautrec, Vincent van Gogh o Sorolla. En el interior se contemplan desnudos femeninos y el desnudo más escandaloso de todos podría ser el cuadro de Gustave Courbet titulado El origen del mundo que muestra abiertamente el lugar más secreto y misterioso del cuerpo de una mujer. Alguien podría pensar que la joven Jeanne –@jeavnne en Twitter– está cargada de razón, que nadie debe oponerse a su derecho de vestir como se le antoje e ir adonde quiera.
Las pinturas del Museo de Orsay son piezas de arte. El arte no es moral por definición; es más, el arte no es ni siquiera útil, o no tiene por qué serlo. No hay razón para intentar igualar la desnudez de los cuadros expuestos en las paredes de la pinacoteca con la nuestra. Nosotros somos espectadores y, en algún caso, somos admiradores de los cuadros. Nosotros no somos los cuadros.
Volviendo a la indumentaria de la joven y a quien piense que uno se viste como le apetece en todo momento y en cualquier lugar, vendría bien aclarar ciertos puntos. Uno no debe acudir al centro de trabajo sin seguir un código de vestimenta –dress code– obligatorio. Piense en un sacerdote sin sotana, un policía sin uniforme, un enfermero sin bata. Podrá responder que un civil es otra cosa. Podrá decir que no necesita uniforme. Tiene razón, mas no está de más ir despacito.
Estará de acuerdo conmigo en que no es lo mismo acudir de invitado a una boda que asistir a un funeral, por ejemplo. La alegría de un acto y la gravedad inevitable del otro se sitúan en polos opuestos. Uno debe vestir adecuadamente en ambos casos.
A la joven le permitieron entrar al museo, finalmente. Eso sí, le pidieron que se cubriese con una chaqueta. Ella aceptó, aunque se sintió avergonzada como relató más tarde. Llama la atención que el museo pidiese disculpas a la joven después del alboroto causado por la opinión pública en las redes sociales ¿No le parece a usted, amable lector, que un museo está en su derecho de exigir el cumplimiento de unas normas a los visitantes?
Como dijo Paco de Lucía, “el problema es cuando te crees que tu mundo es el mundo”-