Zapatero El Pollo Carvajal
Foto: EFE

Aquel: “otra vez…” entre resignado y contrariado que constituyera la totalidad del intercambio verbal entre el entonces expresidente de los Estados Unidos y el suscrito, en uno de los pasillos del Meliá Caracas, al que concurríamos, el norteamericano en su calidad de presidente del Centro Carter y yo como miembro de la representación de la Coordinadora Democrática y secretario internacional de AD. El mismo fastidio, irritación y molestia que pueden presumirse entre dos individuos con posiciones enfrentadas y entonces ininteligiblemente inmodificables para mí.

Tuve cordial y disfrutada amistad con “el viejo profesor”, aquel agudo –a ratos feroz- caucer quien fue el alcalde de Madrid , Don Enrique Tierno Galván; con Don Jesús Vasquez Galloso, ministro del gobierno republicano en el exilio, radicado en México, quien había sido Embajador de la República ante la Junta Revolucionaria de Gobierno y ante el Gobierno Constitucional de Don Rómulo Gallegos; con el maestro León Felipe, Rodolfo Halffther, el embajador Fernández-Shaw; el Doctor Ruesta, exministro de Sanidad; Don Manuel García-Pelayo y tantos otros altos jerarcas republicanos, como Don Justino de Azcárate –futuro Senador Real- o el poeta catalán José Bergamín. Las generaciones más cercanas propiciaron una cordial relación, con Felipe González y Alfonso Guerra, Trinidad Jiménez, Helena Florez, Luis Yañez-Barnuevo García, Gregorio Galeote, y muchos otros, sin jurungar mucho a los compañeros de colegio o de curso, con sus cosechas de Borbones, Urquijos, Santa-Cruz, Erasos, Dela Bella Casa, etc, mi backing social español estaba bien repartido entre el PSOE , la aristocracia, y hasta el jetset, ya que mi padre y tíos habían hecho estupenda amistad con Don Rafael Belmonte, hermano del inmortal diestro, quien junto a Manolete convirtió el toreo en un arte logrado de la escena, pletórica de belleza y elegancia.

Apenas en pleno proceso del abordaje sanchista al viejo Partido Socialista, el inefable y atolondrado discípulo de Zapatero que llegó a Maiquetía ya debía tener en el bolsillo el carnet, con la tinta fresca del PSOE, pues llegó a Caracas, en su primer viaje oficial, sin prever contacto alguno con la oposición democrática, lo que dejó boquiabiertos a los jefes madrileños del PSOE.

En AD habíamos establecido una relación ya vieja con el partido de Indalecio Prieto, se había previsto una jornada de trabajo, Zapatero ni siquiera había considerado recibirnos, tampoco al resto de la oposición. Era pues un debutante solo para el personaje , “el Comandante”, como aquellas indígenas que mecieron los sueños de Cortés o de Pizarro. El abordaje debió haber sido placentero, ya que Zapatero sigue en igual actitud después de 25 años y ríos de sangre, atropellos y ruina. El arreglo de la gafe inicial consistió en birlarle a la Hermandad Gallega 30 minutos del tiempo que les había prometido y despachar “como sardina en lata” a toda la oposición democrática en turnos de dos y tres minutos, yo me negué a asistir y monitoree, desde cerca, el calamitoso encuentro.

Ahora, en otro milenio, reaparece, llenas las escarcelas de algún sonoro contenido, ofreciéndose como facilitador de un diálogo que nadie realmente desea. Los venezolanos no podemos seguir al servicio de os aprovechadores de oficio, su sonrisita de ratoncito bobo que la reserve para la “otra banda”.


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