Cuando lo insólito se torna habitual pierde su carácter excepcional y se convierte en “normalidad”, la cual tiende a ser aceptada. Es como el uso del tapaboca en esta época de pandemia que ha pasado a ser integrante obligado del equipo personal al punto de ofrecerse ya en variados y atractivos diseños. Eso mismo es lo que acontece con las decisiones que toman quienes “de facto” ocupan Miraflores y sus dependencias.
Las más recientes e insólitas ocurrencias son la comparecencia virtual del señor que ocupa el despacho de la avenida Urdaneta, frente mismo al Palacio Blanco, presentándose ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas que sesiona en Ginebra. La otra es la alucinante opereta protagonizada por quien alguna vez fue el “Primer Yerno de la República” y que hoy ocupa un despacho en la emblemática Casa Amarilla, sede protocolar del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Lo del Consejo de Derechos Humanos reviste la mayor cantidad de contradicciones, empezando porque entre los 47 miembros del mismo, entre ellos Venezuela, un buen número se cuentan entre los mayores violadores (Arabia Saudita, China, Cuba, Emiratos, Libia, Nicaragua, Ruanda, Somalia, Sudán, etc.). También los hay respetuosos, claro está.
Ese mismo Consejo hace apenas pocos meses envió a Venezuela una Misión Independiente de Verificación de Hechos y su informe no solo fue devastador sino que resultó aprobado por el plenario que, además, renovó por dos años el mandato del grupo para continuar con sus tareas. Ante ese plenario es que Nicolás se presenta con una narrativa de víctima y un discurso que –de no haber sabido quién era el orador– bien pudo pensarse sería de Suiza, Costa Rica o Noruega. Es como si Sadam Hussein o Assad hubieran ido a dictar cátedra sobre libertades o si el sátiro Epstein se hubiese presentado a discurrir sobre la virtud virginal de niñitas menores de edad.
Menos mal que la comparecencia fue virtual, pues podemos intuir las caras y comentarios de muchos de los participantes para quienes aquello pudo constituir una burla. Afortunadamente, al día siguiente el nuevo secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, refutó aquello en términos nada equívocos ratificando que la entrante administración norteamericana, al menos por el momento, no se dispone a cambiar de rumbo como muchos creían y otros aspiraban.
La segunda locura es la reacción de la usurpación ante la decisión del Consejo de la Unión Europea (Bruselas) de imponer sanciones a título personal a un número de individuos cuya lista no sugiere ser la directiva de las Hermanitas de los Pobres. Tal decisión es de obligatorio cumplimiento por los miembros (27), todos los cuales son democracias sólidas y algunos de los cuales hasta no reconocen a Guaidó.
Como era de esperarse, el “camarada Nicolás”, a petición de su írrita Asamblea Nacional, no demoró en declarar a la señora embajadora de la Unión Europea, Isabel Brilhante, como persona “non grata” y le exigió abandonar el país en plazo perentorio. Vale la pena recordar que ya en junio de 2020 se adoptó idéntica decisión tan solo para revocarla un mes después, cuando se dieron cuenta de la metida de pata.
Cierto es que la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961 faculta a los Estados para designar como no grato a cualquier diplomático que esté en su territorio sin necesidad de expresar los motivos. Lo anterior no implica que hacer uso de ese derecho no tenga consecuencias como seguramente las tendrá en este caso.
Por si fuera poco, el “canciller” Arreaza convocó a tres embajadores y un encargado de negocios europeos (Alemania, Francia, Holanda y España) para amenazarlos con el “coco” y profundizar hasta extremos harto peligrosos el aislamiento de Venezuela que con facilidad se percibe como movimiento desesperado.
La Unión Europea, apelando a lo que suele ser habitual en estos casos, ya procedió –a título de reciprocidad- a declarar “non grata” a la representante del gobierno de Maduro, por lo que deberá dejar Bruselas a cortísimo plazo. Eso sí es un perjuicio para Venezuela en su conjunto por cuanto paraliza o dificulta las negociaciones que pudieran estar en marcha ante los organismos comunitarios en materia de aranceles u otras. Así, pues, la respuesta de Venezuela a sanciones para sus capitostes ha sido una reacción colectiva europea que perjudica a todos los venezolanos. ¡Bien bonito te quedó Maduro! De todas maneras, tanto las medidas de un lado como del otro no implican la automática suspensión de las relaciones consulares que son beneficiosas tanto para los europeos para protección de sus connacionales y empresas en Venezuela como para los venezolanos en Europa, donde aún –con dificultades- se pueden renovar pasaportes y otros trámites. Quien dice que a lo mejor en otro acto de desespero también la cojan por allí.
Todo lo anterior, que revela el aislamiento creciente del régimen, es la reacción por sanciones impuestas a personas a título individual que no afectan a Venezuela en su conjunto, como sí es el caso de las sanciones impuestas por Estados Unidos que ponen severos límites al sistema bancario, petrolero, viajes, etc.
Como en política por definición las situaciones nunca pueden tocar fondo (siempre se puede estar un poco peor) nada de esto avizora un pronto amanecer democrático, pero sí permite deducir que cada vez falta menos.
@apsalgueiro1
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