“Era un desastre de lluvia» (LUIS POUSA)
Ayer, como de costumbre, fui caminando al trabajo. Era temprano. Aún no había amanecido. La sensación de salir a oscuras por la mañana impresiona. A medida que avanzaba yo en mi caminata, el tiempo también daba sus pasos. Ahí arriba el cielo se abría de índigo. Ese color significa lluvia, y un gallego lo sabe.
Bajo unos árboles del bulevar camino cuando siento que algo me toca en la cabeza. Suave. Noto luego otro golpecito, y otro más. Entonces el suelo que piso se pinta de puntos oscuros. Está lloviendo. Apenas he andado un kilómetro. Volver a casa a coger un paraguas supondría llegar tarde a trabajar. Tengo que seguir.
No soy moderno. La gente acostumbra a utilizar aplicaciones especiales en los celulares. De esa manera, la gente informada sabe el tiempo que va a hacer al día siguiente. No le pasa lo que me pasa a mí. La verdad es que en Murcia casi nunca llueve; y si llueve, la lluvia es pasajera. Claro que también puede no serlo y parece que estamos en medio del diluvio universal. Me estoy mojando mucho porque esta vez tocó diluvio.
En fin, la parada del tranvía no está lejos. Ya sé que otro en mi lugar ya sabría cuántos minutos tendría que esperar al próximo tren gracias a una aplicación en su teléfono. El semáforo verde me da paso y cruzo al andén. Tengo suerte, solo espero 3 minutos. Aquí está. Subo y encuentro sitio para sentarme. Pienso que tal vez tendría que instalarme esa aplicación de la AEMET –Agencia Estatal de Meteorología– en el smartphone. Veo que la mayoría de los pasajeros permanecen atentos a sus juguetes electrónicos. Casi nadie levanta la cabeza de su móvil. Ya me estoy diciendo a mí mismo lo contrario, que quizás no sea bueno instalar una aplicación más en el móvil, que prefiero no saber qué pasará mañana. Quiero verlo yo. Quiero mojarme si hace falta, pasar frío o calor.
Al final, la vida se está reduciendo a esto: saber si existe una aplicación que te ayude a vivir más deprisa. Los iconos de aplicaciones incrustados en nuestro teléfono enseñan el espacio y el tiempo que dejamos en manos de la tecnología y la medición. Las aplicaciones que no aparecen en nuestros celulares revelan el respeto dedicado a la improvisación, el azar y la soledad.