El año 2024 ha sido un año de problemas políticos, de esperanzas electorales y de tribulaciones políticas como consecuencia a un proceso electoral desigual y un 28J que ha dejado sin aliento al país, que al principio le costaba creer en un proceso electoral pero que finalmente apostó a él, a pesar de desarrollarse con las mayores desigualdades políticas; no obstante, los venezolanos todavía decidieron jugárselas, aún con la duda interna, con la expectativa de que el gobierno con el compromiso internacional y la palabra empeñada de respetar el resultado, lo hiciese.
El proceso electoral tuvo una participación histórica, pero el gobierno terminó incumpliendo no solo su palabra sino incluso la solidaridad de amigos y aliados que, de buena fe, creyeron en ellos y apostaron a la honestidad de su deber cumplido.
Tal vez si estas elecciones hubieran sido normales como ocurren con todos los países democráticos o mínimamente democrático, no hubiera sido tan grave, ¡pero en el caso nuestro!, con las conversaciones con el gobierno norteamericano y de toda la comunidad internacional que contribuyó a su realización y seguían paso a paso el desarrollo del mismo, era imposible que el gobierno no aceptara el resultado porque el costo era mucho mayor, a pesar de que llegamos al 28J sin un acuerdo de garantías para las partes, que sin duda alguna entrampó el resultado del proceso electoral.
Uno de los principios fundamentales de la comunidad internacional y que da prestigio a un país es el cumplimiento de la palabra y de los compromisos adquiridos, pero además el gobierno americano estaba profundamente involucrado y uno de los principios fundamentales de su sistema político y de su estatus de vida es precisamente el compromiso, la credibilidad y el respeto a la palabra, por el contrario, el peor de los desafueros y del castigo en ese país, es el faltar a ella. De allí, la reacción de la administración Biden retrotrayéndose de las flexibilizaciones y dando el paso al reconocimiento expreso al presidente electo, González Urrutia, con lo cual nos espera un año 2025 complicado y posiblemente convulsionado, pero será mucho más difícil para la gente de a pie.
La verdad es que 2024 ha sido un año espinoso y estuvo marcado por el proceso electoral de julio, la oposición tratando de lograr la unidad indispensable y para ello caminó por el proceso de primarias en donde el triunfo de María Corina Machado sorprendió a tirios y troyanos, definió un liderazgo que terminó consolidándose y arropando a los partidos de la Plataforma en una campaña electoral en la que se montó sobre sus hombros al candidato Edmundo González, desconocido hasta el momento, y convirtiéndolo en el presidente electo según el resultado del sistema electoral paralelo que construyó y que ha sido determinante para demostrar el triunfo de la oposición.
En fin, se ha podido constatar que lo que ha venido a continuación en estos últimos cinco meses de 2024, además de excarcelar progresivamente a los jóvenes presos en los días posteriores al 28J, ha sido la persecución a la oposición de manera selectiva, entre otros, desarticulando el aparato electoral de toda la oposición, además de asumir el triunfo sin mostrar las actas que la comunidad internacional exige, convencido el gobierno de que la juramentación el 10 terminará, en los meses siguientes, imponiendo el statu quo de su reelección sin tomar en consideración la opinión internacional, no obstante, el proceso de negociación no debería cerrarse, ahora más que nunca se requiere.
El 2025 por lo visto, será un año donde continuarán las tribulaciones del gobierno, la oposición, del pueblo de Venezuela y de una comunidad internacional que seguirá de cerca su desarrollo y presionando, dependiendo también, de cómo desarrollará su política exterior hacia América Latina y Venezuela, Mr. Donald Trump.
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