Cada vez que Estados Unidos o la Unión Europea anuncian la imposición de sanciones personales a los capitostes del chavismo-madurismo, los señalados recitan el casette de ocasión para la circunstancia avisando urbi et orbi que tales medidas no les importan en lo más mínimo, que más bien se sienten halagados por haber sido señalados por la “canalla antirrevolucionaria” y demás expresiones que pretenden hacer creer que tales castigos más bien vienen a reforzar sus credenciales bolivarianas, siendo apenas un saludo a la bandera por cuanto ninguno de ellos tiene interés en visitar a Micky Mouse en Disneyworld, ni en hacer turismo europeo, ni son dueños de ningún activo ubicado o sujeto a las leyes de los países sancionantes.
Si así fuera no se entiende bien por qué algunos de los más resonantes conductores revolucionarios acaban de contratar a un renombrado y muy costoso abogado de Bruselas (sede de la Unión Europea) para que ejerza acciones legales ante el Tribunal de Justicia de dicha Unión ubicado en Luxemburgo con el fin de que se les levanten dichas sanciones. A título de digresión personal, recordamos que al principio de nuestra travesía profesional tuvimos la oportunidad de ejercer una pasantía en ese tribunal en el que observamos el más pulcro apego a la ley comunitaria de entonces, interpretada por jueces cuyos nombres y trayectorias poco tendrían en común con sus homólogos de la Venezuela de hoy.
Pretenden los sancionados quedar con el prontuario limpio, tan solo para quitar sombras a sus nombres o para poder volver a gozar de los beneficios de visitar las tierras europeas, poder comprar o recuperar inmuebles en España u otras latitudes “primermundistas”, relacionar bien a sus familiares o participar en negocios, etc.
De conformidad con los procedimientos básicos –que seguramente no habrán cambiado mucho desde nuestra época en Luxemburgo– puede esperarse que los recurrentes tengan la oportunidad de contraatacar los actos administrativos sancionatorios y ser oídos, presentar las pruebas y alegatos que los exoneren de las “injustas acusaciones” esgrimidas, según ellos, para enlodar la exitosa trayectoria de la espada bolivariana que en su momento recorrió la patria grande al son de los petrodólares que sembraban la falsa ilusión de ser inagotables y que además siempre dejaban un “repele” para garantizar la tranquilidad futura de algún rojo rojito o de un enchufado con suerte.
Sabemos también del caso de algún otro enchufado de alto vuelo que a estas alturas parece haber dejado de confiar mucho en el pomposo verbo de Tarek William Saab y las imputaciones fiscales a los enemigos políticos, para más bien acudir ante la OFAC (Oficina Anticorrupción del Departamento del Tesoro de Estados Unidos) a fin de aclarar “tendenciosas interpretaciones” que le adjudican unos milloncejos que andaban por allí sin dueño justo cuando él acertó a poner la mano.
Cierto es que en estas nuevas rondas de medidas se incluye a la familia inmediata del sancionado. Tal cosa a primera vista no resulta justa, a no ser que cónyuges e hijos hayan sido o sean cómplices en las andanzas de papá o mamá. ¿Sería que la esposa e hijo del Tuerto Andrade creían que su vida de jet-set de la Florida derivaba del sueldo de oficial militar medio del ex tesorero nacional? Tampoco parece muy justo ver a cónyuges o hijos gastando a mano suelta, pretendiendo ser exonerados de toda responsabilidad a la hora de las chiquitas como si fueran Baby Doc Duvalier, Imelda Marcos o la pobrecita hija de Cristina Kirchner, que guardaba varios millones de dólares en efectivo encontrados por un juez en la caja personal de la niña en un banco argentino.
De paso, vale la pena aclarar a quienes creen en pajaritos preñados que si alguna vez la Venezuela legítima pone mano en los recursos mal habidos, no es que al día siguiente van a engrosar les reservas del Banco Central. Sigue un proceso largo y engorroso a llevarse a cabo en países donde impera el Estado de Derecho. Los bienes robados, apropiados o confiscados por nazis y comunistas del Este de Europa apenas ahora están siendo devueltos a sus dueños o causahabientes. Por eso se recomienda no sembrar expectativas exageradas para que a la hora de las demoras y complicaciones no se conviertan en frustraciones como las que desgraciadamente ya hemos presenciado en este movido 2019.
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