OPINIÓN

Las primarias, una cura al síndrome de Hubris

por Wilfredo Velásquez Wilfredo Velásquez

Cada vez que se inician las campañas electorales, me siento maravillado, por la cantidad de personajes de todo pelaje que aspiran a dirigir los destinos del país.

En esas noches, cuando el sueño huye y nuestras preocupaciones se extienden más allá del restringido universo de las sábanas, me pregunto con asombro de dónde le nace a los hombres la convicción de poder dirigir un país, un estado o hasta un pequeño y remoto municipio.

Entiendo que la vocación política conduce irremediablemente a la búsqueda del poder, para satisfacer las  ambiciones individuales, nobles o bastardas de quienes la ejercen como oficio.

Esa búsqueda desesperada del poder, puedo entenderla, puedo entender, que en medio de grandes crisis, los ciudadanos vuelquen su atención hacia alguien con cualidades sobresalientes, que nos parezca capaz de superar la coyuntura que nos esté ahogando, cualquiera que sea.

Entiendo que dentro de la lucha partidista se formen, mediante el estudio, la lucha y el trabajo líderes que lleguen a ser excelentes estadistas.

Pero no entiendo de dónde, de qué recóndita frustración personal, le nace a cualquiera que aparezca unos cuantos segundos en los medios, o que tenga un fugaz momento de beligerancia, por algún evento casual, la convicción de creer que eso lo capacita, para dirigir un país tan complejo como el nuestro.

No entendí, en mis clases elementales de historia, cómo un gobernador exiliado pretendió tomarse el país para sí, bajo la excusa de restaurar la Constitución y que, con sesenta  hombres, lo invadiera y que, apoyado en el paisanaje andino, lo haya logrado.

Tampoco entendí cómo militares ambiciosos pueden, bajo el amparo de las armas, creer que son los  indicados para orientar nuestros destinos.

No entiendo cómo, hoy, líderes mediocres, que parecían no tener futuro dentro de sus partidos, fueron capaces de tomarlos por asalto, con el apoyo del régimen, para ahora aspirar a  la presidencia, como si se tratara de ganar un simple juego de bolas criollas.

Si bien es cierto que no han sido en muchas situaciones los ciudadanos más preparados, ni los más éticos ni los más probos, quienes han ejercido la presidencia del país, también es cierto que actualmente la situación  global reviste una gran complejidad, que demanda líderes de comprobada capacidad profesional, ética y moral.

El juego geopolítico, que convulsiona el mundo es determinante de las situaciones nacionales, la globalización del comercio es la que orienta el flujo de materias primas (comodities), bienes, servicios globales y talento humano.

El desarrollo de las nuevas tecnologías mantiene al mundo en una abierta guerra tecnológica, que ya nadie oculta.

El modo de hacer la guerra cambió tanto, que hasta los grandes pensadores tienen dificultades para entender a cabalidad el destino de las guerras convencionales, o qué sigue, o cuál va a ser la nueva forma de matarnos, después de las guerras de trincheras y guerras frías que ahora lucen obsoletas y poco efectivas.

¿Qué pueden decir de todo esto nuestros ilustres candidatos primo-presidenciales, pre-presidenciales y presidenciales?

Cualquiera, que aspire a dirigir un país debe demostrar un eficaz manejo de los aspectos de la política mundial, aquí citados someramente, pero no solo eso, también es necesario que presenten al país cuál es el modelo de Estado que proponen, cuál es el modelo económico que propugnan, más allá de los clichés de capitalismo o socialismo, de izquierdas y de derechas, que ahora, cuando se está dando un reacomodo de la economía y el comercio mundial, resultan de  indispensable definición.

No son solo estas las respuestas que deben ofrecer al país, también están nuestras situaciones particulares, derivadas de nuestras miserias y nuestras potencialidades.

Deben decirnos cómo piensan resolver nuestra complejísima crisis humanitaria, nuestro despoblamiento inducido, el éxodo de la población en edad productiva, el retraso mental de nuestros niños producto de la desnutrición.

Deben presentarnos políticas demográficas que permitan encauzar el desarrollo, que nos propongan  cómo manejar nuestra pirámide poblacional, para que todos los grupos etarios reciban la atención que requieren con urgencia, en cuanto a salud, educación, trabajo, esparcimiento, recreación, familia, vivienda, hábitat, movilidad, etc.

Indudablemente, no son estos los únicos aspectos a los que deben dar respuesta. Faltan muchos otros.

En definitiva, se trata, de exigir que cualquiera que pretenda dirigir el país, exprese, no solo su propuesta, si no que asuma algún tipo de compromiso, más allá del simple deseo de satisfacer sus ambiciones personales, que demuestren que por lo menos se han detenido a pensar en la magnitud del compromiso que implica asumir la dirección de un país.

Y tan importante como todo lo anterior, que demuestren ante el país, que son ética y moralmente capaces de asumir con dignidad el cargo al cual aspiran.

Sorprende que los liderazgos sobresalientes, del sector opositor, a propósito de las primarias, no muestren mayor diferencia respecto al discurso del régimen.

Claro, esto es posible porque tenemos un tipo mayoritario de electores que se corresponden con el tipo de candidatos, electores que entienden su responsabilidad como tales, con la misma ligereza que la turbamulta de candidatos.

De sus intervenciones, resalta el fuerte contenido populista de sus ofertas, pareciera que siguen pensando en un “Estado patrimonial” (Max Weber), el cual pueden regalar como si fuera su hacienda particular, en cuanto al tipo de liderazgo, tratan de apoyarse en un carisma que no tienen.

Y si aceptan participar en las primarias es porque saben que, a pesar de las siglas, tampoco tienen partido.

Otros que aparecían como retirados del mundo político pretenden ganar la corona del torneo, con su “graciosa” presencia.

Cuando observo la ligereza con que cualquiera se lanza a competir por la presidencia de la República, concluyo, con tristeza, que mayor seriedad y esfuerzo demuestran las jóvenes que aspiran a ganar el Miss Venezuela. Que, dicho sea de paso, son superadas en número y banalidad por los candidatos presidenciales.

@wilvelasquez