Las distintas interpretaciones que ha tenido en la opinión pública el inusual acto celebrado para conmemorar los 198 años de la Batalla de Carabobo y Día del Ejército me obligan a hacer algunos comentarios. Lo primero es extrañar el vistoso desfile militar que, desde hace más de cuarenta años, se realizaba ese día en el Campo de Carabobo con una multitudinaria presencia popular. El segundo aspecto que observé fue la ausencia de una unidad militar emplazada en formación. Ese acto protocolar no fue ni siquiera una parada militar. Lo que más me extrañó fue ver una aglomeración de oficiales y tropas sin sus respectivas armas de reglamento, dos tanques y una compañía de cadetes para rendir honores portando el viejo fusil FN-30. Nicolás Maduro no ocupó el tradicional palco presidencial. Se ubicó lejos para responder, desde un podio, el discurso de orden del general comandante del Ejército. “Todos de pie, inquietos, con el sol en la cara, transmitiendo con cada gesto que sería un acto breve, como en efecto lo fue”. La cara demudada de Maduro mostraba angustia y preocupación.
La única explicación que le encuentro a esa curiosa aglomeración de efectivos militares es que haya existido alguna información que comprometía la seguridad de Nicolás Maduro. El emplazamiento de los dos tanques puede ser considerado como una demostración de confianza en los efectivos militares. Sin embargo, esos vehículos blindados pudieron haber sido revisados por personal de confianza para garantizar que no tuvieran munición. Tal revisión se puede hacer con gran facilidad. Al contrario, controlar a un número importante de efectivos militares con armas individuales, pertenecientes a distintas unidades, es muy difícil. Normalmente, en los desfiles las tropas portan armas sin munición, pero es sencillo obtenerla en cualquier pequeño descuido. La unidad que rindió honores portaba el viejo fusil FN-30, del cual no es posible conseguir proyectiles. Un ejemplo de este tipo de acciones fue el asesinato del presidente egipcio Anwar al Sadat, el 6 de octubre de 1981, cuando seis soldados le dispararon durante un desfile militar conmemorativo de la guerra contra Israel de octubre de 1973.
Dos días después del acto del 24 de junio, el ministro de Información Jorge Rodríguez dio una intempestiva rueda de prensa en la cual denunció la existencia de una supuesta conspiración militar. Como es de suponer, inmediatamente vinculé el contenido de dicha rueda de prensa con lo ocurrido en Carabobo. Por ello, decidí escucharla repetidas veces y en detalle, lo cual me permitió llegar a una conclusión sin necesidad de ser un experto en inteligencia: la exposición del ministro Rodríguez estuvo plagada de mentiras e incoherencias. Definitivamente, esa conspiración nunca existió. En ninguno de los videos que se presentaron se logró demostrar que la supuesta conspiración hubiese logrado penetrar una sola unidad de la Fuerza Armada con suficiente poder de fuego para que, al controlarla, fuera posible comprometer la estabilidad del régimen madurista. Tampoco se mencionó en dichos videos a ningún oficial activo que estuviese desempeñando algún nivel de mando importante. Todos los mencionados son oficiales retirados y los pocos activos que se nombran se encuentran asilados o exiliados.
Estoy convencido de que el objetivo de esa rueda de prensa fue justificar la extraña puesta en escena del inusual acto del 24 de junio y responder a los recientes señalamientos realizados por Donald Trump, Iván Duque y Sebastián Piñera involucrándolos moralmente en la supuesta “conspiración militar del 24 y del 25 de junio”. Mantener, como hicieron los presidentes Duque y Piñera, y el asesor John Bolton, que al gobierno de Maduro le queda poco tiempo en el poder no es suficiente argumento para demostrar que sus gobiernos apoyan una salida militar. Atreverse a señalar que “los objetivos de estos actos terroristas serían el asesinato del presidente Maduro, funcionarios del Alto Mando Militar y médicos cubanos, a fin de generar una guerra civil es de una irresponsabilidad inaceptable. Tampoco es cierto, como trató de enrostrárselos a los presidentes de Chile y de Colombia, “que Venezuela cuenta con tres elementos para proteger la revolución bolivariana: la moral, la unidad y la dignidad de la Fuerza Armada”. Al contrario, la opinión pública señala, con propiedad, el creciente descontento existente en los cuadros militares.
También observé que en su esfuerzo para darle credibilidad a la mentira de la supuesta conspiración militar mencionó a varios oficiales retirados, quienes tuvieron, en sus tiempos de actividad, una importante figuración nacional: el general en jefe Raúl Isaías Baduel, el vicealmirante Rafael Huizi Clavier y el general de división Cliver Alcalá Cordones, entre otros, creyendo que de esta manera era posible convencer a la opinión pública nacional e internacional de que Juan Guaidó, con el respaldo de Estados Unidos, Colombia y Chile, dirigía una conspiración que tenía por objetivo el asesinato de Nicolás Maduro y el inicio de hechos de violencia para conducir a Venezuela a una guerra civil. Además, es más que conocido que los oficiales retirados no tienen ninguna posibilidad de ser parte importante en una conspiración militar. Esta absurda e inconveniente maniobra en momentos en que se mantienen conversaciones en Oslo entre el madurismo y la oposición democrática demuestra, una vez más, que los menos interesados en el éxito de esas conversaciones son Nicolás Maduro y su camarilla.
Nota: Rechazo de manera categórica las calumniosas acusaciones realizadas en contra del vicealmirante Rafael Huizi Clavier en la consabida rueda de prensa. Su inteligencia, su caballerosidad, su don de mando, su honestidad y patriotismo le han permitido tener siempre sobre sus superiores y subalternos un trascendente ascendiente. No es fácil manchar, con calumnias de este orden, su brillante hoja de servicio.
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