OPINIÓN

La voz del ciudadano

por Gustavo Roosen Gustavo Roosen

El 22 de octubre de 2023 será recordado como fecha de una jornada cívica alentadora y cargada de futuro. Desde mi puesto en la cola pude sentir ese día el nivel de entusiasmo de los votantes, su sentido de pertenencia, su empatía, su voluntad de participación. El ejercicio de un derecho no podía tener sino ese efecto: alimentar la conciencia de la condición de ciudadano y el orgullo de serlo. Como para recordar la inauguración del Metro de Caracas y sus primeros tiempos: sentimiento de pertenencia, voluntad de preservación, conducta ciudadana.

Las noticias del resto de país y de las mesas instaladas en el exterior no hacían sino corroborar esa sensación frente a la actitud de los votantes, a su voluntad de ser parte de algo importante y a su alegría por cumplir: consigo mismo, con sus convicciones, con el país. Participar en las primarias se convirtió en una forma de ser parte de un propósito, una oportunidad para expresarse y sumar. Resultaba estimulante comprobar que, pese a las dificultades, se puede organizar una convocatoria ciudadana bien planificada, fluida, creíble. Las informaciones semanales dadas por los miembros de la Comisión Nacional de Primarias permitieron seguir el día a día de la preparación, al detalle, con sus avances, con las complicaciones, con la resolución de los problemas.

La actitud de los candidatos, por su parte, de claro reconocimiento de los resultados, del trabajo de la comisión, de los miembros de mesa y de los colabores para la buena marcha del proceso, hablan de pulcritud, de confianza, de honestidad. Su disposición a sumar testimonia una condición positiva de liderazgo, marcado por la honestidad, la madurez y la capacidad de convergencia y entendimiento.

Días antes del 22 de octubre, el acuerdo sobre la “promoción de derechos políticos y garantías electorales para todos” firmado en Barbados por representantes del gobierno venezolano y de la Plataforma Unitaria puso en el panorama nacional el compromiso de las partes con el “fortalecimiento de una democracia inclusiva y una cultura de tolerancia y convivencia política”. Cuatro de los seis puntos del acuerdo pusieron el acento en las elecciones, comenzando por reconocer el derecho de cada actor político de escoger su candidato para las presidenciales “de manera libre y conforme a sus mecanismos internos” y el compromiso de promover un conjunto de garantías electorales para todos los actores con vistas al venidero proceso comicial presidencial.

Con los resultados ya firmes y más allá de la reacciones airadas, insultantes, descalificadoras de voceros oficiales –que terminan descalificando a los autores y totalmente alejadas de la voluntad expresada en el acuerdo de promover el “fortalecimiento de una democracia inclusiva y una cultura de tolerancia y convivencia política”- quedan las pruebas de una organización admirable, del tamaño del propósito, levantada con inteligencia y voluntad, capaz de superar las amenazas, los obstáculos naturales y las dificultades, la limitación de recursos y de acceso a las comunicaciones. Más allá de esta constatación queda, desde luego, la certeza de haber dado un paso sólido hacia un estado de salud democrática. Y queda, muy importante, el amplio y claro reconocimiento internacional. Venezuela vuelve a decir que es posible abrir caminos para una democracia plural.

La renuencia a aceptar como legítima y posible una consulta popular organizada desde la ciudadanía no puede entenderse sino como una visión menguada de la democracia en la que el ciudadano no es el centro y actor principal. “Democracias insuficientemente democráticas” las llamaría la politóloga Hélène Landemore. Frente a la realidad de una tendencia que marca un peligroso y creciente déficit de legitimidad, la politóloga propone desarrollar, solidificar y aumentar nuestras democracias, tanto mejor cuanto más deliberativas, inclusivas y participativas.

Cumplida una jornada de esperanza queda todavía mucho trabajo por hacer. Tienen poco sentido las especulaciones sobre el futuro, pero podemos contar con un renacer de ciudadanía, con la comprobación del valor de la organización y con posibilidades de nuevo vigor para la democracia.

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