OPINIÓN

La Virgen de la Paz y el Trujillo posible

por Francisco González Cruz Francisco González Cruz

Nuestra Señora de la Paz de Trujillo es el nombre definitivo de la ciudad portátil, cuando se asienta en el valle de Los Cedros y el Castán, en tierras de Los Mucas. Allí sus pobladores despliegan una energía que solo el vigor de los sueños puede explicar. La ciudad lidera todos los territorios de la Nación Cuica y su influencia se extendió más allá hacia el norte por las tierras de los jiraharas, hacia los altos llanos del oriente, hacia los llanos occidentales colindantes con el lago de Maracaibo y hacia el sur compitiendo con su Mérida, la ciudad hermana. Trujillo compite en importancia con Caracas.

Los fundadores hispanos ya contaban con la vocación trabajadora de los cuicas, que eran un poco más de 20.000 habitantes, excelentes agricultores, hábiles artesanos del algodón y de la arcilla, gente decente y culta. Los abusos de unos pocos acabaron con la armonía inicial, sin embargo, el sincretismo se inicia y se va conformando una identidad caracterizada por la consolidación de familias estables, por el trabajo productivo en haciendas y establecimientos artesanales, por la presencia de una activa sociedad civil y un confiable gobierno local que fue vanguardia en su época. La primera escuela superior de Venezuela se funda aquí, cuando Fray Pedro de Ágreda en 1574 creó la Escuela Superior de Teología y Artes, y junto con ella se conformó un excelente ambiente cultural y educativo.

Entre los eventos que conforman la cultura paz se tienen el primer asilo de América en 1569, la tradición de la Piedra Mónica donde encontraban alivio los perseguidos, los Tratados de Trujillo de 1820, el encuentro de Bolívar y monseñor Lasso de la Vega el 21 de marzo de 1821 y el Monumento a la Paz Mundial. Se debe agregar a todo esto la formidable oportunidad que representa la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández.

El objetivo es hacer del estado Trujillo “el lugar de la paz”. Un territorio donde la paz se valore y se viva. Y sirva como espacio adecuado para la conciliación, los acuerdos y la solución de conflictos, para lo cual habrá que prepararse. Que la gente venga a nuestro estado a disfrutar de la naturaleza, de la calidad de nuestra gente atenta y educada, de la sabrosa gastronomía, sus paisajes y sus pueblos, sus artistas, su red de ateneos –que habrá que rescatarlos– y de Isnotú y todo lo que significa ser la tierra natal de José Gregorio Hernández,

Se trata de tejer un proyecto que tenga la fuerza impulsadora de los tiempos iniciales, pero lanzado a las exigencias del hoy y del futuro. Un mundo que sufre todo tipo de violencias, desde las económicas, ideológicas, políticas, la exagerada globalización de la codicia y ahora la pandemia del coronavirus con su carga de intereses y su densa incertidumbre, vale la pena apostar audazmente por un modelo de desarrollo que en vez de una velocidad vertiginosa, de cambios manipulados por unos pocos centros de poder que solo buscan el lucro, encontrar alternativas más humanas, que brinden sosiego y vida auténtica a las personas, a las familias y a las comunidades, y posibilidades de recuperación a la madre tierra.

Trujillo tiene con qué y si nos lo proponemos podemos hacer de la paz el eje de nuestro proyecto histórico. Darle densidad a nuestro capital social, que es darle calidad a nuestras conversaciones, capacidad a nuestra escucha, espiritualidad a nuestras acciones y respetabilidad a nuestras instituciones. El camino es la paz, y para eso los trujillanos tenemos la protección de nuestra patrona la Virgen de la Paz y la inspiración nuestro santo el Dr. José Gregorio Hernández.