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May 7, 2025


La ventaja injusta

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Pensionados piden a la ONU intervenir ante la situación crítica que viven

Si hay un país donde el concepto de «ventaja injusta» se ha convertido en un estilo de vida, ese es Venezuela. Mientras que en otras partes del mundo, la ventaja injusta puede ser que tu vecino tenga fibra óptica y tú todavía pelees con un módem que suena como una tetera poseída, aquí la cosa va mucho más allá. Aquí no hablamos solo de pequeños privilegios tecnológicos o diferencias económicas, hablamos de poderes sobrenaturales, habilidades mutantes y estrategias de supervivencia, que harían palidecer a Angus MacGyver en su mejor momento.

En Venezuela, la ventaja injusta puede ser tan simple como conocer a la persona correcta en el momento preciso. Aquí, una conexión en la burocracia puede hacer que un trámite imposible se resuelva en minutos, mientras los demás esperan meses atrapados en un limbo kafkiano. Tener dólares en efectivo es otra ventaja injusta, porque mientras el resto de los mortales hace malabares con transferencias interbancarias que tardan una eternidad, el privilegiado con billetes verdes cruza la fila, paga sin regateos y se lleva lo que necesita sin estrés.

Pero no todo es cuestión de dinero. También hay ventajas adquiridas con el tiempo, como la capacidad, casi mística, de detectar cuándo viene un apagón, la intuición de saber en qué supermercado aparecerá un producto escaso o el talento de transformar lo que parece una catástrofe en una oportunidad de negocio. Y ni hablar de los que han desarrollado el don de la «cola express», esa habilidad inexplicable para colarse en filas kilométricas, sin que nadie note su presencia hasta que ya están en la caja.

Sobrevivir en Venezuela no es solo un acto de resistencia, es una competencia de adaptación darwiniana, donde los más astutos no solo sobreviven, sino que prosperan. Y así, entre cortes de luz, redes inestables y la eterna incertidumbre, los venezolanos siguen adelante, perfeccionando sus superpoderes, porque en esta tierra la ventaja injusta no es un capricho, es un arte.

El arte de la cola express

En cualquier país normal, una fila es una fila. Pero en Venezuela, hacer una cola es un deporte extremo. ¿Tienes un primo que trabaja en el supermercado? Ventaja injusta. ¿Eres amigo del vigilante? Ventaja injusta. ¿Dominas el ancestral arte del «voy a comprarle a mi abuelita que está enferma»? Maestro del engaño, ventaja injusta. La injusticia de la ventaja, se refleja cuando uno se cala seis horas de cola bajo el sol, y ve a alguien pasar con una sonrisita de suficiencia al frente de la fila. Uno se pregunta si realmente habrá un orden cósmico o si en algún lugar del universo un Dios del karma, está tomándose unas vacaciones. Mientras tanto, el sudor recorre la frente, la paciencia se desgasta, y el alma comienza a cuestionar el sentido de la vida. Sin embargo, la esperanza sigue ahí, aferrándose a la idea de que algún día, quizás, el orden prevalecerá. Pero hoy, en este preciso momento, todo es caos, todo es cola.

El maestro del regateo extremo

Si algo hemos aprendido los venezolanos es que el precio es apenas una sugerencia. Aquí todo es negociable, desde el kilo de cebollas hasta el servicio de taxi. Unos tienen la ventaja injusta de conocer al vendedor desde la época en que el bolívar fuerte todavía era fuerte, mientras que otros han desarrollado técnicas avanzadas como el «no tengo sencillo, pero si me das dos por el precio de uno, resolvemos». ¿Es injusto? Sí. ¿Es necesario? También. La inflación constante ha hecho que la regla del regateo se vuelva parte de la vida cotidiana, y hasta en las tiendas más formales, el cliente experimentado sabe que hay margen para el trato. Esta cultura de negociación, es una adaptación a un sistema económico que no da tregua, y aunque a veces puede parecer desesperante, es una forma de supervivencia para todos los involucrados.

El don de la gasolina infinita

Mientras algunos pasan días en una cola para echar gasolina, hay quienes tienen un contacto misterioso, que les surte el tanque como si fuera agua bendita. No pregunten cómo, simplemente sucede. Algunos lo llaman suerte, otra, corrupción, pero los más astutos simplemente lo aceptan como el balance natural de la vida. Porque si en esta tierra de lo absurdo, algo nos ha quedado claro, es que la justicia divina se toma su tiempo. En este juego de desigualdades, los favores ocultos se mueven entre las sombras, y aquellos con acceso a ellos, navegan con una tranquilidad que irrita a quienes solo conocen la frustración. Es un reflejo de una realidad en la que, a veces, la verdad se disfraza de comodidad y el esfuerzo de los demás, se convierte en un eco distante. Y al final, nos resignamos, porque ya hemos aprendido que, en muchos casos, no hay justicia más inmediata que la que uno mismo puede forjar en su camino.

El Internet de otro planeta

Si eres de los pocos privilegiados que tienen una conexión estable, disfrútalo. Porque mientras tú ves Netflix en HD, tu vecino probablemente está rezando para que su WhatsApp cargue un mensaje de voz de tres segundos. Y si alguien en la familia tiene la ventaja injusta de poseer un «truco» para mejorar la señal, entonces prepárate para la romería en su casa: vecinos con sillas de playa, niños jugando en el pasillo y abuelitas enviando cadenas en Facebook. El «favor» de la señal, se convierte en un evento social, donde todos esperan con ansias que la conexión aguante el tráfico de dispositivos. Al final, lo que parecía una simple ayuda, termina siendo la causa de innumerables conversaciones sobre cómo mejorar la Wi-Fi en todo el vecindario.

Los billetes de colección

Los venezolanos no coleccionan estampillas ni monedas antiguas. Aquí lo que se atesora son los billetes de la semana pasada, esos que milagrosamente aún valen algo. Mientras algunos manejan puros billetes recién salidos del Banco Central, otros aún tienen en su cartera el billete de 50.000 bolívares, que ni para pagar el autobús sirve. Ventaja injusta. O, como decimos aquí, «cosas de la vida». La incertidumbre económica obliga a todos a adaptarse, a guardar lo que se puede antes de que pierda su valor. En cada esquina, se siente el peso de la inflación, transformando la vida cotidiana en una lucha por encontrar algo que conserve su valor. Así, los billetes viejos se convierten en reliquias, recuerdos de una época no tan lejana, pero ya irreconocible.

El superpoder del enchufe

Tener «un contacto» en Venezuela es más importante que tener un título universitario. Hay gente que consigue resolver desde un trámite en el Saime, hasta un cupo en la universidad, con una simple llamada. Y mientras los mortales comunes hacen filas kilométricas y esperan años por respuestas, los tocados por el dedo divino del enchufe ya tienen su pasaporte en la mano y boletos comprados.

Los favores se pagan con favores, y así se alimenta una red donde el mérito vale menos que una buena recomendación. No importa cuán preparado estés ni cuántos papeles tengas en regla, sin el contacto adecuado, el sistema te escupe. Esta realidad, lejos de ser un secreto, se ha convertido en la norma, donde la supervivencia depende más de a quién conoces que de lo que sabes.

Conclusión: ¿Cómo conseguir tu propia ventaja injusta?

Si después de leer estas palabras, sientes que no tienes ninguna ventaja injusta en Venezuela, no te preocupes. Puede que no hayas heredado privilegios, que no cuentes con conexiones influyentes o que las cartas no parezcan estar a tu favor. Tal vez te sientas como si estuvieras comenzando desde cero, enfrentándote a un panorama que no tiene muchas señales de esperanza. Pero hay algo que vale mucho más que cualquier atajo o ventaja momentánea: la capacidad de adaptarse, de ver oportunidades donde otros solo ven caos, y de levantarse una y otra vez, sin importar cuántas veces la vida te derribe.

Venezuela es un lugar donde la adversidad no solo es una constante, sino un maestro implacable. Aquí, más que en cualquier otro lugar del mundo, se aprende a afinar el olfato para detectar oportunidades invisibles a simple vista. Es un país, donde las personas desarrollan un instinto casi sobrenatural para esquivar trampas y obstáculos, que parecen imposibles de evitar, y donde la resiliencia se convierte en la habilidad más valiosa. Porque aquí, la estabilidad es un espejismo, las reglas cambian constantemente, los planes no duran más de unos pocos días, y el ingenio se convierte en la herramienta más poderosa para sobrevivir y prosperar.

En Venezuela, a menudo se dice que la vida es como una montaña rusa, con sus altibajos impredecibles, pero la verdadera fuerza radica en saber cómo disfrutar del viaje, en no rendirse cuando el camino se vuelve más difícil y, sobre todo, en mantener la esperanza viva incluso cuando todo parece en contra. Las personas aquí aprenden a ver más allá de lo inmediato, y a transformar los momentos de crisis en catapultas hacia nuevas oportunidades. Este es el lugar donde la mentalidad positiva y la perseverancia, no son solo palabras bonitas, sino una forma de vida.

Así que, no, tal vez no tengas una ventaja injusta en el sentido tradicional, y es posible que no hayas nacido en una familia poderosa ni cuentes con los recursos para comprar tu camino hacia el éxito. Pero si algo nos ha enseñado Venezuela es que la verdadera ventaja no es un apellido, una cuenta bancaria abultada o un carnet de influencias. La verdadera ventaja, la única que realmente importa, es la resiliencia de su gente. Es esa fuerza interna que nos impulsa a seguir adelante, a adaptarnos y a encontrar soluciones donde otros solo ven problemas. Y esa, mis amigos, es la única ventaja que nadie más en el mundo puede replicar. Esa es la ventaja que no se puede comprar ni heredar, la que se forja con cada paso dado en la lucha diaria, con cada desafío superado y con cada sonrisa que, pese a todo, se sigue mostrando ante la adversidad.

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