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La rebelión de Atlas siempre presente en Venezuela

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Ellis Wyatt: «Se las dejo como estaba cuando llegué. Es toda suya»

Cada cierto tiempo escribo sobre La rebelión de Atlas de Ayn Rand. Se trata de una novela distópica de la fundadora de la corriente filosófica conocida como Objetivismo, que sostiene que la realidad es objetiva (los hechos son los hechos, independientemente de los sentimientos y deseos); que la razón es el único medio que posee el hombre para percibir dicha realidad; que el hombre necesita una moralidad racional (no fundamentada en la fe); que esta moralidad –verdadera y necesaria- puede ser provista a través de la lógica y que el mejor sistema político y económico es el capitalismo (Rojas, Ricardo M., Realidad, razón y egoísmo. El pensamiento de Ayn Rand, Madrid, Unión Editorial, 2012, pp. 60-61).

Lo que ocurre en Venezuela siempre me hace acordar episodios de esa novela distópica. En el año 2015, se vendía el cartón de huevos en 1.200 Bs. Pero el gobierno fijó el precio en 420 Bs. Se impuso, a uno de los productos más consumidos de ese momento, un precio mucho menor que el precio de mercado.

Obviamente se produjeron situaciones bastante absurdas, pero al mismo tiempo muy valientes. Por ejemplo, se documentó ampliamente que el dueño de un abasto, ante la posibilidad de vender a pérdida, decidió romper los huevos. La imagen hablaba por sí misma. También se generó en ese momento toda suerte de confusiones. Antonio Canova, profesor universitario, declaró: «Cuando el vicepresidente de un país aclara en público cuánto debe costar un ‘cartón de huevo’, está claro que eso no es un país».

Hoy no es muy distinto realmente. Recientemente vimos cómo productores agropecuarios ante la imposibilidad de transportar su mercancía por la falta de gasolina, decidieron botar su cosecha de zanahorias. Pero lo absurdo no quedó aquí, fueron detenidos por presuntamente cometer boicot de conformidad con la Ley de Precios Justos.

Actuaciones de este tipo recuerdan la escena del personaje de Rand, Ellis Wyatt, propietario de una fábrica, que al enterarse de que el Estado la iba a expropiar, la destruye y deja un cartel con esta nota: «Se las dejo como estaba cuando llegué. Es toda suya».

Estas escenas absurdas se repetirán mientras no ocurra un cambio político, aun cuando las condiciones económicas «parezcan» tener una leve mejoría. Tal como lo advirtiera el premio Nobel de Literatura de 2010, Mario Vargas Llosa, en el prólogo de su libro La verdad de las mentiras, mientras en las sociedades abiertas la historia y la ficción se distinguen claramente, y por tanto las personas distinguen entre los hechos verificables y las fantasías y utopías, en las sociedades cerradas esa distinción no sólo desaparece, sino que cada día es más difícil de establecer y recuperar.

Lamentablemente Venezuela es esa sociedad cerrada y distópica con pretensiones colectivistas que denuncia Rand. Pero nos toca a todos hacer el trabajo de denunciarlo.

Desde el Observatorio de Propiedad de Cedice Libertad nos proponemos documentar cada uno de estos casos y lo que significa al final del día para cada uno de nosotros.

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