“La tragedia de las democracias modernas consiste en que ellas mismas no han logrado aún realizar la democracia”. Jacques Maritain
Merecido el homenaje a través de seminarios y escritos de variada índole que se realizan este año con motivo del aniversario cincuenta de la muerte de Jacques Maritain. La impronta de su figura intelectual ha sido grande por muchas razones. Destacaría en lo fundamental tres grandes aportes: 1) su destacada participación en la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de la ONU el año 1948. En efecto, el espíritu humanista de la obra de Maritain palpita en los principios y valores que dan sentido al articulado de la Declaración; 2) su influencia dentro de la renovación del pensamiento cristiano contemporáneo, palpable en la inmensa obra del Concilio Vaticano II, de lo cual constituye un testimonio el particular afecto que le abrigaba el papa Pablo VI, que se consideraba su discípulo, y de lo cual da fe su entrega a Maritain del “mensaje del Concilio para los hombres de pensamiento y de ciencia”; y 3) la significación de su obra como manantial de ideas que nutren el acervo doctrinal del pensamiento socialcristiano, y de manera particular los partidos y movimientos políticos demócrata cristianos de Europa y Latinoamérica.
En estas cortas líneas señalaría los elementos fundamentales de lo que algún autor llamó la política según Maritain, y que tendrían una poderosa influencia en el pensamiento socialcristiano, de manera particular en los manifiestos y programas de la democracia cristiana, pues en ellos la huella de nuestro autor es definitivamente muy fuerte y destacada. Así, en apretada síntesis, yo resaltaría los siguientes elementos: 1) su filosofía política comunitaria y personalista. Comunitaria en el rechazo al individualismo liberal, pues su guía es un bien común superior a la simple suma de los bienes individuales; y personalista, dado que el bien común está ordenado a la conquista de la perfección de la persona humana y su libertad espiritual; 2) el rescate de la idea pluralista que reconoce y fomenta la autonomía económica, política y social de las asociaciones humanas, en la actualidad identificadas como las organizaciones de la sociedad civil; 3) la concepción positiva del Estado en tanto promotor del bien común, diríamos hoy como el garante de la procura existencial de sus ciudadanos, y limitado y puesto al servicio de la realización de los derechos humanos; 4) su valoración de la democracia como soporte legitimador del Estado y de la actividad política en general. Para nuestro autor los derechos políticos son derechos fundamentales, que no se restringen al derecho al sufragio, pues abarcan el derecho a la participación activa de los ciudadanos en la vida política, bajo la denominación que en la actualidad identificamos como la democracia participativa; y 5) el carácter moral de la actividad política. La política para Maritain es una actividad fundamentalmente moral que no se agota en la moral individual, al comprender también la moral social, en la medida en que el bien del todo social se mide con relación a los fines del ser humano, lo cual es incompatible con todo medio intrínsecamente malo.
En suma, el pensamiento político de Maritain conserva actualidad y provecho para abordar los complejos temas que embargan nuestras sociedades, dada su concepción profundamente humanista que encuentra su plasmación en la defensa y promoción de los derechos humanos, al igual que en su concepción de la democracia y la definición de la sociedad y del Estado que tanto contribuyó a universalizar dentro de una filosofía de raíz cristiana personalista y comunitaria. No fue Maritain y nunca se propuso serlo, un autor demócrata cristiano, sino un original humanista cristiano que se inscribe en la corriente filosófica denominada como el personalismo, en la cual destacó con brillo y originalidad. El declinar que se observa en los partidos demócrata cristianos tanto en Europa como en Latinoamérica en absoluto puede atribuirse a las ideas de nuestro autor; muy por el contrario, en el haberlas abandonado o desdeñado, envueltos en un craso pragmatismo, está seguramente una de las claves de su pérdida de protagonismo.