En medio de la intencional y oscura incertidumbre que caracteriza la realidad política venezolana, hay algunos datos que permiten arrojar algo de luz en la penumbra perceptual que nos rodea. El más reciente y quizás mas importante de ellos tiene que ver con el reacomodo del escenario electoral.

El embajador Edmundo González ha surgido, inesperadamente y contra todo pronóstico, como un fenómeno electoral y se ha convertido en el candidato presidencial nacional. Su vertiginoso ascenso en las mediciones de opinión pública, la ventaja cada vez mayor sobre el candidato del PSUV y la creciente cantidad de apoyo que recibe todos los días desde distintos sectores de la sociedad civil y desde un gran número de partidos políticos de todo el espectro ideológico, así lo evidencian.

Una de las consecuencias de este fenómeno es el fracaso de la estrategia oficialista de dividir al electorado recurriendo a candidaturas de sospechoso origen o provenientes de partidos expropiados por el gobierno que se han querido disfrazar para intentar presentarse como opciones ante él. En la práctica, el tablero electoral se ha simplificado y quedó reducido a sólo dos candidatos. Este escenario no era previsible apenas semanas atrás.

A pesar de este avance, todo el mundo sabe que el camino electoral, como ocurre bajo modelos autoritarios de dominación, va a estar plagado de obstáculos, los cuales deberán ser sorteados con inteligencia y organización ciudadana. Y parte de esa necesaria inteligencia es ayudar a que el país entero entienda la verdadera naturaleza de esta confrontación.

No hay hoy en Venezuela nada más democrático y despolarizado que la emergencia humanitaria compleja. Salvo el reducido grupo de oligarcas que se han enriquecido obscenamente con la actual situación -algunos dentro del aparato del Estado y otros contando con la complicidad de éste- todos los demás venezolanos son a diario víctimas de ese coctel de indefensión y penuria que caracteriza la cotidianidad de nuestro maltratado país.

Frente a esta crisis que no establece diferencias ni discrimina, Venezuela hierve todos los días en expresiones de descontento y reclamo social, a pesar de la represión gubernamental y de la estrategia de invisibilidad de la realidad que se impone por la vía de la hegemonía comunicacional y de presión sobre los medios de comunicación.

Para evitar que la acumulación de estos focos de descontento pueda llegar a conectarse entre sí y alcance la fortaleza de presión política necesaria para hacer respetar la voluntad electoral de los ciudadanos, el gobierno vuelve a rescatar la vieja receta fascista de la polarización. La estrategia consiste en dividir intencionalmente a un país donde todos sufren, en 2 bloques políticamente enfrentados por supuestas razones ideológicas: izquierda contra derecha, ricos contra pobres, patriotas contra traidores. Así, el objetivo de la polarización es lograr que la frustración popular generalizada se dirija hacia un enemigo artificial –otros venezolanos– y no hacia el gobierno, responsable principal de los sufrimientos del pueblo.

Esta conocida estrategia de los manuales del militarismo fascista, a pesar de predecible y gastada, resulta todavía eficaz para los objetivos de dominación. Por eso preocupa la insistencia de algunos sectores opositores, seguramente bien intencionados, en caer inocentemente en la trampa del gobierno y prestarse a su viejo juego de polarización y división política.  La falsa y artificial polarización también sirve para justificar las cómodas posturas de algunos opinadores y organizaciones. Este gastado cliché del pasado, según el cual lo que sufrimos en Venezuela se reduce a una confrontación entre contrarios políticos, y que en alguna oportunidad sirvió a ciertas personas y grupos, hoy les sigue siendo útil para disfrazar su pereza intelectual de no querer actualizarse a las nuevas realidades o para tapar la vergüenza de reconocer que han estado durante mucho tiempo equivocados.

Hay que insistir que quienes sufren este gobierno son casi todos los venezolanos, exceptuando de nuevo a los ricos y oligarcas que todos conocemos. El 28 de julio próximo no es el enfrentamiento entre fuerzas políticas disimiles que luchan por el poder político. Plantearlo así significaría desconocer la realidad de lo que ocurre hoy en Venezuela. La verdadera polarización, la que existe en la práctica y es la única que importa, es entre un gran país sufriente, harto de ser explotado y burlado, y una pequeña oligarquía que pretende seguirse enriqueciendo con el sufrimiento y dolor de los demás.

Frente a la estrategia de la polarización política artificial para intentar restarle fuerza y articulación a la frustración social, lo inteligente es dirigir los esfuerzos a que progresivamente toda la población perciba que la única polarización real hoy en Venezuela es la de los opresores contra los oprimidos, la de los explotadores contra los explotados, la de quienes ríen contra los que lloran, no importa su creencia o parcialidad política. ¿Qué significa esto desde el punto de vista práctico? Sin menoscabo de otras sugerencias, se trata de insistir en fortalecer la conexión con las organizaciones populares, acompañar y hacer conectar entre sí las múltiples manifestaciones de lucha por los vulnerados derechos de la gente, convertirse en los acompañantes y defensores de quienes reclaman, sin importar su afiliación política; y de propiciar el surgimiento y encuentro de las propuestas y demandas de distintos sectores sociales, no importa su credo ideológico, a quienes les une el deseo de un país distinto.

La mejor forma de hacer viable los cambios que nuestro país con urgencia requiere, es acompañando la organización y las luchas de la gente por los problemas que hoy sufren. El objetivo debe ser que la gente sufra menos, y que sepa que hay quienes los defiendan. Y apostar por crear, frente a la estrategia de polarización política artificial del gobierno, una inteligente repolarización social, pero entre afectados por la crisis y quienes la generan en beneficio de sus propios intereses.

@angeloropeza182


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