OPINIÓN

La masacre de Hamás demuestra categóricamente que Irán no debe poseer armas nucleares

por Kenneth Jacobson Kenneth Jacobson

Una consecuencia imprevista de la masacre de civiles inocentes por parte de Hamás es la unificación, en varios frentes, en oposición a Hamás y su patrocinador estatal, Irán.

Ahora vemos al público israelí, que este año había estado dividido como nunca antes en la historia del país, unirse como una sola nación para afrontar el horror que los ha azotado. Esto se refleja en el enorme número de reservistas que se han presentado al servicio, en el número de israelíes en el extranjero regresando rápidamente para servir, y en la cantidad de personas que han donado sangre y se han ofrecido voluntarias para diversos grupos de apoyo.

Los judíos estadounidenses también se han unido. Una comunidad cada vez más dividida por los problemas internos y en Israel demuestra hoy un apoyo a niveles que no habíamos visto en años. Esto se hizo evidente en una gran concentración de la comunidad en la Plaza Dag Hammarskjold, frente a las Naciones Unidas. Durante casi dos décadas, cuando la comunidad consideraba necesario hacer algún tipo de demostración para apoyar a Israel, la respuesta era que no seríamos capaces de atraer a una multitud, así que mejor no hacerlo. Esta vez acudieron miles de personas.

Por último, la gran mayoría de los estadounidenses apoyan a Israel y su derecho a responder para proteger a sus ciudadanos de más violencia yihadista.

Sin embargo, hay otro ámbito —la cuestión más existencial de todas— en el que es vital llegar a un entendimiento y una determinación comunes a la luz de la masacre de Hamás. Se trata del compromiso inquebrantable de Irán de desarrollar su capacidad nuclear y su voluntad de utilizarla.

Por supuesto, la posición de Estados Unidos, la Unión Europea y otros ha sido que Irán no debe alcanzar la capacidad nuclear. La retórica está bien, pero sobre el terreno, esa determinación ha sido incumplida en gran medida. La mayoría de los expertos nucleares y de inteligencia coinciden en que Irán está cada vez más cerca de lograr su objetivo.

La ausencia de un verdadero sentido de urgencia era preocupante antes del 7 de octubre. Ahora es espantoso.

Las dos características principales de las atrocidades terroristas de Hamás son la irracionalidad de su violencia y el despiadado odio a los judíos que subyace en ella.

¿Irracionalidad? Hamás tenía que saber que una masacre de este tipo produciría una respuesta de Israel nunca vista hasta ahora y provocaría la muerte masiva de civiles, aunque Israel trate de evitarlo. Y lo que es más importante para Hamás, la muerte de todos o la mayoría de sus dirigentes y la pérdida del control de la Franja de Gaza por parte de la organización serán probables, si no inevitables. Pero de todos modos lo hicieron.

Y eso habla del desafío que representa Irán. Con todas las exigencias y sanciones a Irán para evitar que consiga armas nucleares, no es que el mundo esté especialmente centrado en el asunto. De hecho, la comunidad internacional sigue con sus actividades cotidianas como si no existiera una amenaza nuclear por parte de Irán. Pero la irracionalidad del ataque de Hamás debe verse ahora como algo que probablemente aplique también a Irán.

Subyace a la falta de urgencia en la cuestión nuclear iraní la creencia de que los iraníes, por muy destructivos que puedan ser, se rigen por un grado significativo de racionalidad. Por eso —se argumenta— Irán no se precipita en la cuestión nuclear. Existe la creencia no declarada de que es improbable que Irán llegase a utilizar un arma nuclear si alguna vez la consigue porque sabe que Israel tiene un amplio programa nuclear, y una respuesta israelí a un ataque nuclear llevaría a Irán de vuelta a la Edad de Piedra.

Cualquier consuelo que los funcionarios diplomáticos y de defensa occidentales puedan haber extraído de este pensamiento debe desaparecer. El nivel de irracionalidad combinado con el odio obsesivo a los judíos debe llevarnos a todos a reconocer que no podemos asumir que si Irán tiene una bomba nuclear no la utilizaría, en un momento, contra el Estado judío, reconociendo que Israel es un Estado minúsculo en un área minúscula que tal bomba podría destruir.

Y por ello, un nuevo sentido de urgencia debería ser una prioridad fundamental para la comunidad internacional, especialmente para Estados Unidos. Los líderes estadounidenses e israelíes tendrán que estar aún más coordinados, y las sofisticadas armas estadounidenses deberían estar a disposición de Israel para hacer más realista una opción militar.

No nos corresponde centrarnos en los detalles de lo que debe hacerse militarmente. Nos corresponde velar porque prevalezca un nuevo sentido de urgencia tras la masacre de Hamás y a medida que avance la política de Occidente en el Medio Oriente.


Kenneth Jacobson es vicedirector nacional de la Liga Antidifamación (@ADL_es).