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La lúdica arromanzada del bardo cumanés

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Si usted dispone de tiempo, acepte nuestra invitación para releer el poema “La renuncia”, cuya autoría corresponde al insigne Andrés Eloy Blanco.

Le adelantamos que debe afinar, una vez más, su imaginación para ir desenhebrando tejidos desde sus hipérboles, símiles y metáforas, ingeniosamente construidas.

Mediante su acuciosa perspectiva se conseguirá en esa preciosa textualidad todo un caudal de ideas y sueños entrecruzados; plasmados en sus rimas consonantes y asonantes para armonizar y configurar belleza plena a las citadas figuras literarias; buscadas adrede con intención expletiva del poeta.

Deje a un costado cualquier prejuicio distractor que le pueda estorbar la necesaria mirada en esta relectura.

Preste atención al brillo y exquisitez que deslumbran al leer las siguientes evocaciones, que trasladan el sentido; trocando las palabras sin desdibujar el significado y orden: “Proximidad de lejanía”, “Encinta de estrellas” y “desbaratando encajes regresaré hasta el hilo”.

Así, también, haga lo posible por asir y develar el acuñamiento de las siguientes exageraciones retóricas, que nos entrega el poeta: “Manos locas”, “Amorosos bríos” y “Cuántas veces el anhelo menguante pide un pedazo”.

Nuestro admirado Andrés Eloy, creador de palabras, apela a las comparaciones, seguro de reforzar en esos menesteres, todo cuanto desea expresar. Fíjese para que aprecie y valore la profundidad de las similitudes urdidas: “como renuncia a Dios el delincuente”, “como el marino que renuncia al faro” y “como renuncia el loco a la palabra”.

Cuando nos compenetramos, una y muchas veces, en la relectura de esta obra es cuando se hace posible pesquisar que el eje temático central está dirigido a dejar atrás, preteridamente, cualquier disposición de iluso crecimiento personal insustentable, inútil, vano.

El poeta exterioriza su insatisfecho mundo interior; el cual ha estado anhelante de realizaciones; además, ávido de vivencias y desatadas experiencias.

El poeta pone en claro que él prefiere, por sus propias ocultas motivaciones, regresar a lo cotidiano para reencontrarse, tal vez, en un “eterno retorno” con la mundanidad. Volver a sus quehaceres de cada día, sin máximas aspiraciones por lo pronto, en su soñado engrandecimiento.

“La renuncia” reúne las características de la composición poética denominada soneto; por cuanto, en sus ocho estrofas: siete cuartetos y un sexteto predominan versos de arte mayor, fundamentalmente endecasílabos, con algunas combinaciones métricas que le tributan esplendor y ahondamiento al poema.

Apreciamos, al interiorizarnos con la lectura comprensiva, una variante lírica en el contenido. En honor a la verdad, más en su “trasfondo narrativo” que en su estructura formal.

Ese asomo lúdico que nos parece derivar hacia la composición lírica, se logra percibir, de modo explícito, cuando el poeta sucrense transmite sus sentimientos, emociones, sensaciones y perspectivas circunscritas a sus subjetividades.

Entonces a partir del precioso híbrido del soneto y la lira ha logrado un efecto unitario de cadencias reiterativas y acentuales  que aspira la asimilación.

Ciertamente, el poeta a veces nos confunde en el texto; al instante de hacerlo aparecer como una “silva arromanzada”; únicamente que no posee versificación de arte menor, lo cual es una notoria característica del movimiento regulado de la castellanización, en el Renacimiento, para este específico género literario.

La estructura métrica del poema posibilita su lectura con suficiente comodidad.

Elegante amalgama de versos endecasílabos, dodecasílabos, tridecasílabos y alejandrinos, repartidos en sus ocho estrofas, abundantes de sinalefas, sinéresis y diéresis, que para nada complejizan la interpretación y la comprensión

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